Tapas.

Hasta que terminé tomándoles el pelo a la Revista Noticias (me da paja buscar el link..., ando con poco, si algún lector amable lo tiene a mano, lo pega abajo, en los comentarios: pero en síntesis, yo era la fuente para una nota sobre Máximo Kirchner, según había "acordado". Estiré la cosa -que obviamente, ya estaba prefabricada, era un refrito de los habituales bolazos de los militantes rentados de Fontevechia- hasta la hora del cierre, dónde, siempre por mensajes personales de Twitter, de manera que pudieran ser fácilmente verificables y no distorsionados, terminé diciendo que no llegaba, porque estaba en medio de una orgía. Ja. La nota salió, previsible, sin una fuente. A último momento, cambiadas todas las "revelaciones" en el pronombre, sin una puta fuente. Mitómanos y mentirosos crónicos, de ahí le quedó, al Gordo Motoneta Darío Gallo, su apodo, de Gordo Motoneta) ya no los tomaba en serio. Nada del otro mundo. Y a nadie le importa mucho lo que yo opine, pero me acuerdo que, en Paraná, donde todo es más barato y los sueldos más bajos y yo nunca tuve un peso, era ofensivo, en la época pre internet, esa cosa tan burda. Esa estafa. De prometer cosas en la tapa que nunca satisfacían. Y a veces, directamente eran mentiras de tapa: adentro decía otra cosa. En Paraná, donde en ese entonces, de gobiernos pre kirchneristas, quizás vendían, con suerte, 30 ejemplares (en una capital de provincia de la Pampa Húmeda donde circulan medio millón de habitantes) o, ponele si tenía algo de contenido, 50 ejemplares. Las tapas, de un semanario, porteño, no importan tanto en las ciudades chicas. Importa el boca a boca. Distinto es en la escena porteña, donde por la gente circula, hay kioscos cada media cuadra. Y esperas y distancias y las ilusiones de cercanía que promete la prensa. Entender cambia la vida, es el eslógan del producto, con todo, menos berreta de Fontevecchia, el autoeticista que no pasaría un examen de tercer grado. Ni en la moral de sus cloacas amarillas ni en la cutura de la que hace gala. En sus, sin embargo, buenos análisis políticos. Recién volvía con Ludmilita de por ahí, de dar una vuelta. Y volvía de su casa, por avenida Santa Fe. Y estas mismas reflexiones. Por que en la tapa, estos cerdos, habían puesto "Víctor Hugo y Dictadura". Como calumnia, de hecho, la editorial de Fontevecchia -por eso ratas como Darío Gallo tienen ahí cabida, ¿qué destino sino podría tener un calumniador profesional, que parece más un comisario bonaerense, un Torrente extorsionando casadas infieles, que un escritor?- es efectiva. Le están cobrando, a su viejo amigo, las cuentas. A nombre de Clarín. Que obviamente paga las facturas. Después, Fontevecchia, acostumbrado a la doble moral (la guita puede silenciar, puede comprarte la contratapa para desplegar citas mal entendidas...lo que no puede generar es respeto) se despega de lo mismo que crea. La calumnia. La injuria. No compré la nota porque sé que es bolazo. Que ni a ellos les importa vender. Importa manchar. Hacerte mierda. Tirar carpetazos, que salgan de cloacas iguales a ellos. Servilletas. Pueriles. De una vulgaridad espantosa. Y en lo posible, que beban de su propia medicina. Así como Fontevecchia, de colaborador de la dictadura se autoinventó víctima de lo mismo que integró, necesitan probarse, no que no son una mierda, no llegan a tanto, sino que el resto son iguales a ellos. Una cosa mórbida. Que por estupidez, por bajeza de criterios, ni siquiera se dignan en ocultar. Da un poco de cosa. Se la cobran, a Víctor Hugo. Con la propia medicina, claro. La ética. ¿Que una cosa es cierta y la otra mentira? No importa. No les importa. Eso es Torrente, extorsionando a la casada infiel que lo contrató.
Es muy loco llegar a estos niveles.
He sido víctima de estos calumniadores profesionales. Que luego de lavar plata cierran sus empresas y los pendejos que les colaboraban gustosos, vienen, en el colmo de la perversión, a pedirme trabajo. Los lectores de este blog saben que los he mandado, sistemáticamente, a la mierda. Nunca tuve herramientas para defenderme. Víctor Hugo las tiene. Desiguales, por que quiere jugar, además, con ética. Pero igualmente, qué se yo, y ya debería estar curtido, igualmente me sorprende. No sólo es un monopolio, que es el punto, la desmonopolización, con el arsenal liberal y legal del estado de derecho que apretando jueces corruptos todavía logran esquivar. No hay que lograr que te saquen. Ni perder de vista lo importante, que es eso.
Pero esta infantería de comisarios bonaerenses da un poco de sorpresa. No tienen escrúpulos. No les importa nada. Incluso, gritan a los cuatro vientos que por unos pesos (millonarios) se dan vuelta. Es casi indescifrable para el sistema de valores en el que uno cree lidiar así. Ya no importa cierto apego a normas, a criterios, a la realidad. Es tirar mierda. Es calumniar. Y hay gente eficaz para eso. Que hablan, en el fondo, mal de quienes lo contratan. La sociedad está aprendiendo a decodificar. Aunque habrá que abordar estudios más sistemáticos sobre la ultraderecha, sus porosidades, el odio acumulado, la violencia que son capaces de desatar. Y estos comisarios bonaerenses, mano de obra desocupada, al mejor postor. Ahí es cuando la cosa se complica mucho.
Cuando, por ejemplo, se abren las compuertas para "entender" el lumpenburguesariado, un Monetta, un Hadad. Da un poco de miedo. En serio.
Asusta eso a lo que, estos hijos de mil puta, pueden arrastrarte. Me asusta en lo que puedo llegar a convertirme. Me asusta mirar a estos hijos de puta y pensar que algún día, y tratando de pelear por la verdad, por una verdad diversa pero más respetuosa, del otro y de las cosas acordadas institucionalmente a través de la jurisprudencia escrita y la que no, que algún día, sin darme cuenta, termine siendo igual. Pero del otro bando. Eso buscan.
Hay que tener mucho temple.
Para que se entienda: a Víctor Hugo lo están psicopateando, arrastrándolo al fango donde ellos viven. Pero también le advierten a una camada de nadies donde yo vivo lo que nos puede pasar si no aceptamos el mundo monopólico y conservador donde vivimos. El mensaje no es un subtexto. Está clarísimo. Es un mensaje mafioso.