La ilusión argentina

En cierto sentido, existe la argentina porque existe esa ilusión. La ilusión del mundo. Los argentinos, que no habitan un país, sino un municipio, cuando temen que exista el mundo recurren al sueño defensivo de que tenemos una Nación ya construida. Es un poco absurdo, pero eficaz. Por ejemplo, el que vive en la capital formoseña, que en tanto capital, ocurre en todas las provincias, tengan algún resabio de aduanas interiores, como una costanera donde matear observando el transporte de granos, o no, las capitales son los municipios que creen que existe una provincia, pero que un formoseño crea que algo tiene que ver con un mendocino, de su capital o de su "interior" es pura ilusión. No tiene siquiera un micro, una ruta, un avión, un tren, para llegar. Sin embargo, esa ilusión, en esta Nación donde está todo por construirse, es más eficaz cuando hay un liderazgo nacional. O liderazgo fuerte, para asustar doncellas de la politología (los que, al igual que el progresismo, presuponen la política como algo sin sujeto social: algo que radica en su imaginación, a menudo bastante acotada, y que la realidad debe preocuparse por encajar). Como ocurrió con Yrigoyen, por ejemplo, pariente de Rozas, interventor de cuanta piedra se mueva en las provincias, o con Cristina, probablemente, la presidenta más federal de la historia nacional. Por supuesto, estas ilusiones fortalecidas están afincadas en supuestos materiales, como las políticas universales (las jubilación, el fondo de la soja, la asignación por hijo) pero no hay que desdeñar los elementos simbólicos. En la capital del puerto, símil de las capitales provinciales, pero a escala aduanera inalterable, la ilusión de la Nación está construida, obviamente, en tanto y en cuanto el resto del país trabaje para sus beneficios.




La Vuelta de Obligado, llamada Conurbano por la falta de talento poético del Instituto Geográfico Bonaerense, de mentalidad milica y por lo tanto fantasiosa, que presupone que la cruz del sur orienta los destinos, es el caso de la concentración de la amargura nacional que mayor relevancia tiene estadísticamente. Por que ahí hay doble nacionalidad. Por ejemplo, concordiense -un distrito de pobres, que han mejorado notablemente en estos años- y matanceros, puestos, corazoncitos, en la misma persona. Una doble nacionalidad. Que si Messi se luce en algún mundial puede llegar a momentos de triple nacionalidad.
La articulación con la Nación no es sólo material, desde los conventillos de la Patria, los municipios, que es donde vive la gente, sino profundamente ideológica, en el sentido de falsa conciencia. Es la ilusión nacional. La Patria a construir.
¿Vamos en esa dirección?
Yo creo que sí. Por eso, por ejemplo, apoyo al gobierno nacional.
La ilusión nacional es lo que estimula, por ejemplo, el contencioso de una "sociedad civil" (ay, he sucumbido a la mariconización irremediable del mundo...) activa y movilizada, jamás, de manera enojada, con el municipio: los gobiernos verdaderos, se cuidan. A los gobiernos provinciales y nacionales se los putea para arrancarles algo.
Abandonada por largas décadas -retomada por el kirchnerismo- la política de crear una nación a través de la educación pública, la Nación se quedó sin argumentos. Voltear un presidente era un deporte más popular que ganar un mundial. Para la Provincia del Puerto eran acontecimientos revolucionarios, o desastrozos, pero siempre dramáticos. Para el resto de la geografía militar, un noticiero con más raiting.
Si argentina, esa ilusión militar, tuviera un sistema parlamentario, los presidentes caerían menos, por que los gobernadores -los senadores de verdad- se verían obligados a vivir en la Provincia del Puerto. Pero sería, sin dudas, una geografía militar aún más terriblemente desigual, más latinoamericanizada. Aunque parezca, corazones, una contradicción.
La argentina tiene, una instancia nacional  de moción de censura al gobierno nacional, no escrita, informal: es la reunión de gobernadores.  En el momento de mayor debilidad del gobierno nacional, Néstor Kirchner resucitó al Partido Justicialista como Senado Nacional y Cristina creó el fondo de la soja. Ésa, corazones marchitos, fue la principal estrategia de sostén, mientras se ganaba tiempo, para que no caiga el gobierno nacional.
Hizo, el kirchnerismo, lo contrario a De La Rúa. Así les fue a ambos.
Claro que desde entonces la ilusión de construir una nación se llevó de estimulante e imposible promesa ciudadana a compromiso al interior de la clase política, y ha resultado. Por eso De La Sota busca solidaridad de pares, bah, muestra vocación para solidarizarse con pares, desde la riqueza de la Pampa Húmeda, y Macri boludea aislado, como Scioli, que se alinea, conmovedoramente, con la Presi. Por eso, la única política comunicacional que abarca casi todo el país, el Fútbol Para Todos, es el escenario para la disputa verdadera del gobierno nacional con las provincias, que se provee, a través del único partido político de carácter nacional, La Cámpera, de información desde las capitales de provincia, el resto de las provincias no cuenta, por ahora, por que litigan con sus capitales, no con el gobierno nacional. Y el radicalismo y el justicialismo son eficaces confederaciones de provincias en busca de un candidato. El internismo del radicalismo es por que sus instancias orgánicas de decisión son efectivamente nacionales. Pretenden construir un partido nacional antes de construir una nación, con lo cual, viven en el internismo, pensando primero el partido, después el partido, después los hombres, después la patria, para ganar la interna. Pero eso va cambiando. Cuando el radicalismo no tiene un liderazgo taquillero, trans provincial, se fortalece. Ojota. Los quiero a todos, manga de salames.