martes, octubre 30, 2012

Sebatián.




Como hace tres días tengo puesta la misma camisa hoy frente a un espejo (hace tres días no vuelvo a casa, por eso no me cambié) en el trabajo, jas, me dio gracia. Esta camisa, celeste a cuadros, debe tener, quizás, 15 años. Y ni siquiera es mía. Sino de mi hermano menor varón. Se la habré robado en algún paso apresurado y viajando, por su casa. Frente al espejo, del baño. La miro. Me miro. Tengo menos ojeras, fijate, entre las penurias que delatan las arrugas, al costado del ojo, en la frente, como tajitos en el curtido de la vida, reflejados, representativos, republicanos y unitarios dolores que van derecho al iris.  Como un misil salido del calendario. Debería repensar fugarme en la plenitud de las calles murgueras donde antes nos metían presos. Y ahora, nos piden para sacarnos una foto.  Nosotros, que cobardes ante la melancolía, sonreímos.

Y bailando como un gallo estaba el nabo de corbata, DE CORBATA, en plena esquina; vamos, si yo no le gané a nadie pero estaba ese gil, todo gil, todo quinielero y patota, ese que nunca me quiso vender cigarrillos de fiado. Cuando trabajaba en un kiosco. Cuando además del natural miedo a la pobreza, a la policía, al hospital, al desempleo, a los profesores, teníamos, además, un miedo como ruido en la garganta, un miedo impronunciable, inexplicable, a la precocidad del cinismo. Cuando queríamos ser escritores. Antes que periodistas o empleados de una inmobiliaria, como Sebastián, que acaba de morir. Pero había dejado la inmobiliaria por una agencia de viajes. Vaya cosa. Entre barrios exquisitos. Tirándose de un balcón hasta la nada.
Si lo viera en su velorio al Señor Gil con su corbata. Todo lagrimitas de ocasión. Como si no muriéramos, en cada velorio, cada uno de nosotros un poco.


Estaban los que se las sabían todas.
Los que estaban asustados.
Fueron los que ya estaban de vuelta.
Y los que, entusiasmados de acné, recién empezaban.
En promedio, gente de bien. Que paga sus impuestos. Que conoce el mundo. O piensa, no sólo, ojo, como estatus social, en conocerlo. Antes, incluso, de conocerse a sí mismos. Gente que tiene miedo de estar en un lugar donde no sea posible, no haya tiempo, para dudar. Para desesperar. Para perder la cabeza. Había mundos terribles afuera del lugar ése. Pero nadie se daba cuenta. Me despertaba afiebrado, estúpido, gritando BASTA como un tarado contra extraterrestres que nunca me hicieron nada. Dejé de dormirme. De aburrirme. Dejé de burlarme, incluso, con la justicia poética de ganas de estar harto, predominantemente harto, de este mundo.


Bebo demasiado mientras otros se lustran las uñas en mostradores de la fama. Me ha ido para el carajo con las patronales. Abusé de la confianza de mis amigos funcionarios antes de burlarme de su graciosa estupidez. Me ganaron de mano hasta los que estaban inhibidos fiscal y vergonzosamente al truco. Y a la estafa. Me planteé, delincuente, robarme hasta los pezones del cura de la iglesia. Me quisieron atrapar en las categorías donde podían, con calidez maternal, quererme. Me chuparon en fila los duendes la pija. Y los analistas políticos, y el militante del mes, y el periodista dependiente y el independiente, el escritor consagrado y el que repitió de grado, los viejos profesores y los nuevos educadores, los policías y los ministros, me escapé, como pude, de todas las prisiones interpretativas. De los gurúes de internet y los viejos chotos de las editoriales. Pero no pude hacer mierda el mundo. Pero me quedé solo, marginalmente héroe para entendidos, ante el mundo rabioso que me había olvidado a los cinco minutos de idolatrarme.
Yo fui solo a todas las fiestas donde estuve invitado.
Y dejé de ir, por una especie de soberbia malentendida, a las fiestas donde no estaba invitado.
Solamente el mundo mío.
Donde no fui más libre jamás que ahora, aunque no me alcance.

En la rectitud finita de mis pulmones que silban hastiados, ja, qué versos capitán de enormidades infantiles; prosigamos, minitas de desfiles, granaderos de la edición, cagadores de contrato, conchitas en alquiler por dos años (aumenta 25% pasado el año) yo venía y sigo hastiado, hasta las pelotas, de la abrumada reverencia a cuanta gila de vueltas putitas alrededor de la jaula de mi monólogo interior, colita parada qué primor, encantandor y vendedor también de serpientes.

Yo la veía venir, a la muerte.
De un saque. Profundo. Hasta las tripas de la burla. Al son de la culpa. En la enemistad enamorada con lo sensible. En las plantas regadas, peligrosamente, en el balcón. En las miserias laborables, en las enamorables. Yo fui testigo del odio a mí mismo. De la diatriba. Del desengaño. Yo opté por las ganas irracionales y misteriosas de vivir. De hacerme desde el fondo. Desde el patio. Desde la parra. Desde las deudas generacionales como una manera solemne de disputarle de igual a igual tiempo.

Y se fue un amigo.
Uno más.
Quedan tantos hijos de puta.

Estiro, con fuerza vital, hacia el costado, el cuello. Mirando la lluvia. Suena un croar de ranas dentro de cada músculo del cuello. Y los hombros. Las, cómo eran que se llamaban, las vértebras. Como dedos, quebrados. Un sonido seco. Quiero aliviar el dolor de espalda. Acaso sea mi manera, cobardísima, de analizar el suicidio de un amigo. Soy un hombre tan oscuro. Soy, creo, a veces, un intento, como un homenaje fallido, al género, a los hombres.

Ya no es así.
Escucho en muchos lados.
Los lados donde me muevo escucho eso. Cansador. Sepia. La reputa madre.

Leei en alguna parte que los vómitos, del alcohol, o los fluidos de ciertas drogas, te hacern pelota los dientes. Y te patean el estómago. Se me ocurre que voy a morirme por una patada, en plena burla de ustedes, a un riñón. Una piña bien pegada. En un ring. Y después un amigo que por defenderme le pegan en los tobillos y cae de cabeza, con la fuerza de un torpedo, un cabezaso, al riñón, que explotaría, de sangre, de asco, de acumulación, de pecados y errores, si quieren, que me importa, contra todos, contra las cuerdas, cuando estás así, los inteligentes, o sea los egoístas, te agradecen los cuatro minutos olvidables que disfrutaron al leerete y los cínicos hijos de puta, los más bajos en la escala de la miserabilidad humana te preguntan si estás bien. Se ofrecen, digamos, a ayudarse. Pequeños hijos de puta. Que antes de tripular el avión ya te descargaban la artillería. Para probarla.

Morirse, cayendo, los huesos romperse, escucharlos, sangre. El pensamiento último, quizás arrepentido, ya tardío, la plena conciencia, ahora veraz, de la tardanza. Morir así. En la vereda. Toda la inmensa tristeza de los que te quisimos, queda para después. Del olor a podrido. A ambulancias. Policías. El putrefacto olor de los jueces, sus secretarias forras, la imbecilidad de los analistas. El juego tonto de la vida que ya te precede.

Se ha tirado un ser humano del balcón.
Ha arruinado a sus hipotecarios.

Un carpintero encola una mesa ratona que ya no le importa.
Una pareja se va a vivir en un departamento alquilado.
Una pendeja pone me gusta en lo del exnovio virtual.
Llueven dramas televisados. En una redacción de Singapur un periodista divorciado se emborracha. Y vuelan mensajes de texto por el universo. Y se clona una vaca en algún lugar. Y los semáforos ponen el amarillo antes de cambiar. Y pasa el colectivo. Y hace su parte el obrero industrial que lee en contraturnos mi blog. Y se muere un gatito arriba de un árbol. Y se hace de día en Liberia. Y se apagan las luces en el departamento de enfrente. Y llega un taxi adonde no debía. Y explota una bomba en Irak. Y se queman las papas en alguna casa donde un concurso de TV hizo olvidar el horno. Y se muere de celos una maestra formal por que el preceptor, etcétera. Y sigue el mundo. Y olvidamos. Y recordamos. Y etcetereamos.  Y me voy a dormir. Y me voy a mentir. Y no voy a releer. Y me voy a quedar mirando el balcón hasta que amanezca mientras llueve y mientras otros se ríen de mí y dejan de reírse de mi amigo, que ya no está. Ni estará, jamás nunca.









26 comentarios:

  1. Mi Go
    El Hace 2 horas cerca de Montevideo
    Sabía que estaba despierto. ¿Estaré despierto? -me pregunté-. Me quedé muy quieto, escuchando unos ruidos que nada de doméstico tenían. Una lluvia espesa y amarilla entraba lentamente por la ventana abierta, y yo sin querer moverme. Sentí el miedo, solo por primera vez en un apartamento en lo profundo de la ciudad vieja. Sabía que de volver a la escena de la que me había despertado sin agitación, con el pecho bañado en sudor, vendría la pesadilla. Pero los ruidos, esa lluvia, un resplandor en el cielo. Es el infierno, me dije. Inmediatamente, un demonio minúsculo, con apariencia de sorpresa, tomó forma en mi mente. Sostenía un puñado de polvo blanco, parecido al detergente, en la mano derecha, y con dos dedos pulgares por siniestra se llevaba pequeños pellizcos a la nariz. Se llevaba a mi amigo Javier, en ese mismo movimiento. Casi sentí lástima por el negro, pero entonces recordé. El infierno viene también por mí.

    ResponderBorrar
  2. Nacional y Popular!

    http://www.perfil.com/contenidos/2012/10/29/noticia_0027.html

    ResponderBorrar
  3. sos una mujer golpeada, Lucas, si te pega no te quiere

    ResponderBorrar
  4. ¿y cómo sería "un hermano menor mujer"?

    ResponderBorrar
  5. La desequilibrada va a decir que tiene cáncer para subir la imagen???

    ResponderBorrar
  6. Último acto de un gran montaje

    El aparatoso plantón de los legisladores nacionales a Bonfatti dejó en evidencia al kirchnerismo santafesino. La operación Tognoli y la débil respuesta del gobierno provincial, que abusa de la ingenuidad. Una secuencia que merece ser recordada pieza por pieza, para comprenderla.

    http://www.notife.com/noticia/articulo/1068449/Ultimo_acto_de_un_gran_montaje_.html#.UJABvWf282e

    ResponderBorrar
  7. Un abrazo, Lucas.

    Con cada uno de sus posts robotizados los trolls rinden homenaje a tu amigo (y a todos nosotros), sin quererlo...son asi de nabos.

    SH

    ResponderBorrar
  8. Me haces acordar al tipo ese de panico ,locura y muerte en la vegas o algo asi. No te pongo que lo siento porque me importa un carajo aunque conmueve leer a un tipo que perdió un amigo, y como se revuelven los recuerdos, me veo haciendo y pensando cosas parecidas. En este exacto momento debe haber unas 7000 millones de persona vivas, todas y cada una se van a morir, es una manía de las personas eso de morirse, casi una moda. Mi cuñada se suicido también, hace algunos años, cuando fuimos a visitar con mi novia (no nos habían contando) la tumba no tenia ni flor ni nombre,a los amigos y familiares ni les importó, ella todavía tiene hotmail.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. me acordé (google es memoria) Hunter S. Thompson, era miedo y asco en la vegas me confundi con la pelicula. Este tipo contaba años movidos de eeuu, pero comparados con los 70 de aca eran nenes de pecho.

      Borrar
  9. Hola Luquitas: Neuronas queridas y admiradas por mí. El otro día te ví frente a la Rural, en Palermo doblabas la esquina pero como te miro como al gatito en el árbol no me animé a hablarte.

    No había percibido tu costado poético y me redirige a decirte una vez más que no desgastes tus tantas virtudes que valen tanto como lo especial que sos.

    ResponderBorrar
  10. Loco, en serio ven 678 ?, una cosa es odiar a lanata , de acuerdo, pero de ahi a creerse 678 !!!!

    ResponderBorrar
  11. Lucas, te hacés el Sexo, drogas y Rockn roll y sos Paja, Ibuprofeno y Arjona!

    ResponderBorrar
  12. Carrasco te aprecio algo para dejarte mariconear con ciertas cosas vieja. la historia no esta para sentir pena por uno.

    ResponderBorrar
  13. Envaselinense el ojete que los buitres nos van a coger al trote....el viejo Griesa tambien, si se le para !!!

    ResponderBorrar
  14. Como sabes que un k es tiene leve desarrollo mental?
    Porque le subtitulan todo y le marcan en amarillo lo que tienen que repetir.

    ResponderBorrar
  15. Ahhhh a estos modelos los banca el narcotráfico!!

    Por eso se escapan a Venezuela y Argentina.

    ResponderBorrar
  16. Ustedes son gente fea. Por eso les va mal y viven inmersos en odio, envidia y resentimiento. Son gente fea y mal intencionada.

    ResponderBorrar
  17. sabiendo que de la muerte no escapamos...solo espero que los momentos tristes pasen pronto, sino es asi los desprecio¡

    ResponderBorrar
  18. La Editorial de El Cronista (inperdible)1 de noviembre de 2012, 10:02 a.m.

    http://www.cronista.com/economiapolitica/Sin-libertad-de-expresion-no-pasara-nada-de-nada-20121031-0135.html

    ResponderBorrar