De la democracia de la derrota a la democracia de la disputa

Ay, del Partido Clarín y su lento ocaso.
Bárbaros, las ideas no se defienden con una cautelar.
Los negocios, sí.



Busquemos un ejemplo.
El diputado mutante Enrique Thomas, de cercanía a los entonces tres mosqueteros Vila, Manzano y De Narváez, presentó en Mendoza el pedido de una medida cautelar tras la votación por la ley de medios, por considerar que hubo irregularidades en la ley más discutida democrática y transparentemente en la oprobiosa historia del poder legislativo. Hoy ese mamarracho de Thomas quedó en el olvido. Fáctico. En la memoria popular es otro cantar.

Revela, bien mirado ese ejemplo, un salto de calidad. El Poder Tribunal tuvo el decoro de quitarse de encima ese mamarracho, aunque prosiguió en los mismos fines con la cautelar de un juez corrupto que jamás pisó una cárcel y bien merecido lo tiene, luego se jubiló. Hoy debe estar en Miami. Todo lo berreta está en Miami. Pero, en todo caso, se desangeló en el olvido. Debe estar gastándose la coima del Grupo Clarín.
El Poder Tribunal cuando se trata de defender el principio que lo instituye -la desigualdad ante la ley, es decir, el trato aristocrático a sus miembros- actúa como una corporación. No se entiende por qué el cortezángano de Lorenzetti pide que no se mencione a los jueces corruptos, lo cual derivaría en la exacta lógica, que él mismo pretende ocultar, de que lo que es esencialmente corrupto es el Poder Tribunal.

Como está ausente de los ciclos democráticos y de la legalidad institucional -por ejemplo, el Poder Tribunal, que no paga impuestos y hace todo lo posible, especialmente la corte suprema, para que los grandes grupos económicos no paguen impuestos; no obstante se regulan los sueldos y la mayoría de los conflictos con los poderes democráticos o sus intermedios, como el Consejo de la Magistratura, son por los salarios y privilegios de la aristocracia tribunal- el Poder Tribunal aún no ha procesado el salto de la democracia de la derrota, que los tuvo como abanderados, a la democracia de la disputa, donde los ricos guardan en ellos sus últimas cartas. Total, que la mayoría de la población los considerar corruptos, chantas y haraganes, no les importa mucho. Son cargos vitalicios. Y ya están, además en sus largas y costosas vacaciones. Le llaman "feria judicial".

El punto de quiebre de la democracia de la derrota hay que situarlo en el punto de arranque: son las leyes de punto final y obediencia debida, sancionadas como inicio de un proceso donde radicales y peronistas se repartían el botín sobrante de lo único posible: esquilmar la población en beneficio de los intereses corporativos y concentrados.
La ilusión liberal se transformaba en cinismo liberal, bajo el prefijo de neo. Es decir, la ilusión de que se puede ser igual ante la ley pero desigual en lo económico, dejaba paso a otra fase del capitalismo y la democracia, la democracia de la derrota, bajo el cinismo de que la desigualdad económica tenía, además un resguardo jurídico muy solvente, cuyas consecuencias, con la desaparición de Julio López entre otros testigos y el embargo de la fragata Libertad (producto de lo pactos menemistas que daban capacidad jurídica a los EEUU para actuar sobre la deuda externa soberana de nuestro país), aún soportamos.
La democracia de la derrota tuvo su fin con la restitución, simbólica principalmente, es decir, excediendo los 200 represores presos, de la pena en relación a los delitos. Con la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final. Un ladrón de carteras seguirá yendo preso, pero ahora, también quien viole prisioneros, niegue su paradero, los torture, les robe sus bienes y hasta hijos y luego los arroje al mar, bajo la completa cobertura de la iglesia católica, la gran prensa y el poder tribunal, muchos de cuyos integrantes aún están ahí, ahora también irá en cana.

La anulación de las leyes de impunidad abrió la caja de pandora de la democracia de la disputa, cuyo cierre se pretende ahora con las complicidades que unen al Partido Clarín con el Poder Tribunal. Y también, con las limitadísimas estrategias kirchneristas para hacerles frente: recusar en una causa a los integrantes de la Cámara Clarín y Comercial es negar la sustancia del asunto (actualización: acaban de iniciar los trámites para enjuiciar a esa cámara de desfachatados). No se trata de Clarín, sino del poder económico. Esos jueces no deberían estar ahí, sencillamente, por delincuentes.
No deberían poder fallar sobre asuntos sensibles a la democracia como la distribución del ingreso. Miles, millones de ciudadanos se ven perjudicados por sus fallos y por las estrategias corporativas del Poder Tribunal, más acá y más allá de la causa del Partido Clarín, hoy en bancarrota moral y pronta disolución política.


Pero también se puede tener el razonable entusiasmo del aprendizaje político del campo nacional y popular sobre la naturaleza del poder y sus cambiantes estrategias.

Por voluntad del Poder Ejecutivo democrático, éste, el kirchnerista, el Poder Legislativo democrático anuló las leyes de punto final y obediencia debida, que la corte suprema de injusticia se ocupó, con sus silencios corporativos, de frenar. El Poder Tribunal defendía, en nombre de la independencia de las clases altas que en el latín del corán republicano, debidamente interpretado por los ayatolás de ricos y famosos, se transforma en "independencia judicial", a los represores, hoy por suerte condenados. Cuando el chanta de Bisordi, denunciado por Néstor Kirchner, se rajó con jubilación privilegiada y sin ninguna causa penal a defender represores. La corte suprema de injusticia hizo pucheritos por la "intromisión" democrática en tan sacrosantos asuntos feudales, como la negación de justicia para las manos armadas del poder económico.
El cinismo de la corte suprema de injusticia lleva a que hoy se ufanen, justamente ellos, de los juicios a los represores. Es la manera, en el marco de la democracia de la disputa, en que tratan de ocultar la sistemática suspensión del estado de derecho para los ricos. La ley penal rige los pobres, la ley civil, para que los ricos solucionen amistosamente, y a cargo de los pobres, sus diferendos.

El Partido Clarín nace cuando la derrota ante la democracia, cuando la ley de medios. Sólo les quedaba tirar por la ventana al kirchnerismo. No lo han logrado. Más aún, caída la cautelar trucha que le sostiene los negocios ilegales, cosa que sucederá tarde o temprano, se disolverá, perderá su razón de ser como partido y será una empresa de comunicación, probablemente, sin caretas: situada a la derecha del espectro político y como agenda vital y persistente sus propios negocios.  Nada, por cierto, raro. Ni nuevo. Ni único. Basta mirar el panorama de empresas de medios. Y eso que la ley de medios es algo que pasa, casi únicamente por ahora, en las mejores familias.

Los organismos de derechos humanos, con su rol clave en el paso de la democracia de la derrota a la democracia de la disputa, saben mejor que nadie que la única manera de equilibrar la balanza, en los fallos del Poder Tribunal, entre los ricos y privilegiados y la gente de a pie, es a través de la movilización de estos últimos.
Hasta las groserías de un sofisticado delincuente como Héctor Magnetto, se incorporaba, al acerbo cultural, la movilización destacada en los medios de comunicación. Hoy, ese paradigma, está en sensata revisión. Por que la caída de los monopolios -que pueden estar sustentados jurídicamente, colgando del cable cautelar, pero la gente ya no los toma en serio como antes- implica, también, una distancia objetiva con todos los medios de comunicación, incorporándolos como actores políticos extrademocráticos, cosa que siempre fueron.

Ahí, en ese peregrinar, se encuentran las claves de comprensión en torno a qué hacer de ahora en más.