Encefalograma

Cuando hay mayor intensidad en los problemas reales, se debilita la agenda de la derecha histérica: que el agua vale más que el oro, que ninguna mujer nace puta, que hay que cuidar los osos pandas, que la propiedad privada y estatal están por encima de la vida, que hay que encarcelar a los que pagan más impuestos y condenamos a la pobreza, y así. 

Los gobiernos, en Argentina, tienen principalmente el impulso de permanecer. Casi nadie lo ha logrado. Transcurrimos el primer momento de nuestra breve historia -dentro de poco, lo que llamamos Argentina, cumplirá 200 años, más allá de que los festejos ya se realizaron- donde una misma corriente política gana por tercera vez consecutiva las elecciones presidenciales. No es una democracia estable. Solamente una vez en toooooda nuestra historia un presidente de un partido entregó el gobierno a otro de otro partido. Fue Alfonsín, en 1989, a Menem. Pero renunció antes. No, fue Menem, a De La Rúa -que renunció 2 años después, a diferencia del vicepresidente, que renunció un año después-. Nunca, en toda nuestra historia, un presidente de un partido termina el mandato presidencial en tiempo y forma y entrega la banda y el bastón de mando a otro de otro partido que termine en tiempo y forma. Jamás sucedió. 

Hoy asume el terrorista Obama su segundo sangriento mandato. Los yanquis, despolitizados como si fueran peronistas, repiten de memoria datos boludos sobre sus presidentes. Como si estuvieran, con el mismo desinterés, contando cadáveres de la gente que esos presidentes asesinan. Nosotros, no podemos hacerlo. No podemos matar así por un mandato ético, pero tampoco mencionar presidentes constitucionales porque hubo muy pocos y no son correlativos. 

Muy lindo todo.