jueves, agosto 28, 2014

Enamorarse es la última posibilidad de visitar la infancia

(Publicado en el 2007, en el blog cerrado, gracias nuevamente a Carolina)






Estaba mirando, de afuera, la casa en la que pasé la primera infancia. Yo la imaginaba más grande. A la casa, a esa infancia, más pequeña. Hace mucho que no miro este lugar, supongo que lo esquivo adrede, quién sabe. Tengo recuerdos felices de esa casa, de los pasillos largos, los techos altos, los vidrios inmensos, los libros tan negros y callados que leía mi padre, los balcones al abismo, las marchas al Monumento a la Bandera pidiendo el fin de la dictadura. Esa abuela que siempre fue vieja. Los parques, el río Paraná, las plazas, todo el verde, la fuente donde robábamos monedas. Los amigos del barrio, el fútbol. Canal 5 y el Ratoncito, de 12 a 14, el país del litoral. Ya no está más la farmacia enfrente, el bar de al lado, el de la esquina, el de mi papá. Todo eso ya no existe. Hay más edificios, Rioja y 1 de Mayo, de cualquier modo, sigue bastante igual que hace más o menos un cuarto de siglo, cuando pasaban las marchas y yo les tenía miedo: estaba cayendo la dictadura, ni enterado estaba. La vida de esos días tenía un jardín de infantes, una amiga india, una plastilina escondida en el delantal, la pelota de fútbol y la inmensidad de los balcones. Es alto, siguen siendo altos los balcones aunque la casa se esté cayendo a pedazos.
Siempre estamos volviendo a los lugares de los que creíamos habernos ido. Ese proceso, melancólico, es el que rige nuestra vida: parece que las condiciones en que maduramos perduran toda la vida, se quedan como marcas. Algo de esto tendrá que ver. Igual. Otra vez a lidiar con el olvido, con el duelo. Ya no tengo ganas. He tenido que olvidar a tantas mujeres, que últimamente prefiero despedirlas antes de conocerlas. Las imagino cómo serán en el proceso del olvido, cuáles cosas me dolerán particularmente, qué escenarios, la vinculación de qué palabras, qué lugares, qué personas tendré que dejar de frecuentar durante un tiempo. Esas cosas uno ya las va imaginando. Incluso, en los últimos olvidos voy mezclando imágenes de cómo será la próxima que llegue. Es un hecho: hay que dar por muerta la institución del amor eterno, del amor romántico. Muchas cosas, tristes y frustrantes, se sostienen desde ahí. Esto está mutando. Estos dolores no serán tan aguerridos para las generaciones que vengan. Ya no se sentirán un poco aparte los chicos con padres separados en la escuela. Se inventarán formas, se equilibrarán las relaciones entre el hombre y la mujer, mutarán los modos de conformación familiar, más diseminado y disperso. Tengo fe en que eso va a ser lo que suceda a grandes trazos. Menos nervios, menos dolores de éstos. Habrá otros, por supuesto.
No habría que descartar que los avances tecnológicos reduzcan drásticamente el peso desigual de una mujer en la crianza de los niños, sobretodo, ponele, al parto y la leche de teta. Eso algún día va a desaparecer, hay mucho miedo y muchos mitos alrededor (no tengo ni idea de lo que estoy diciendo, son nada más que intuiciones y hay que confiar en mi intuición femenina), pero en lo cotidiano, es probable que tenga validez un nuevo sexo y sea común cambiar de sexo. En algunas generaciones más, pocas, seguramente. Algo de esto se puede ver, en los derechos tipificados como de tercera generación, que se debaten en lo que llamamos primer mundo, mientras en otros lugares del planeta (como producto, cree este cronista un poco ambicioso, de las invasiones y actitudes imperialistas) avanzan los movimientos más retrógrados al interior de todas las religiones. Se puede ver en los judíos, con el estado filo totalitario de Israel, en los musulmanes, con el estado filo totalitario de Irán, en los católicos, con el estado filo totalitario del vaticano. Las alas más retrógadas se afianzan. Acaso como reacción al avance del relativismo el lugar posible a ocupar para estas religiones sea un postulado moral más duro que profundice el absoluto, la obstinación ciega por lo absoluto y la trascendencia porque de abrirse estos cultos perderían su razón de ser y quedarían librados a la trama cultural emergente. Pero no pueden salirse, tampoco, de esa trama. Así que ahí van, como una tribu más que convive entre las tribus, con la singularidad de no aceptar singularidades. Esto es peligroso. Pero son momentos de transición, espero. No puedo imaginarme que estos movimientos reaccionarios ganen más poder y retrocedamos en la calesita de la historia, no hay que descartarlo, pero hay razones para el optimismo. ¿Hay razones? Bueno, no estoy tan seguro tampoco, justo hoy, de nada. Pero sino hay razones como siempre habrá que inventarlas. Y recordar a los que lucharon por estas cosas. Recordar y olvidar. Qué proceso selectivo, si pudiéramos manejarlo a control remoto, todo sería más fácil. Nada de pelotas de fútbol y bares. Sería más fácil. Posiblemente, también, más aburrido y estúpido, sin la posibilidad de ser felices. Ahora no podemos ser felices, pero tenemos la posibilidad, esa es la curva absurda que se abre cuando uno intenta controlar lo que olvida, lo que recuerda, lo que vive, y empieza a entender que el tiempo se consume y eso, en el fondo, ¿ontológicamente?, es lo único inexorable. Puede ser ésta la explicación de las religiones, de su fanatismo, pero también del amor eterno y del amor a secas, y de la familia y la organización de las personas en el ámbito que sea: todos sabemos, más o menos concientemente de acuerdo a cada uno y cada día, que nos vamos a morir. Por eso, también, volvemos a la casa de la infancia: ya no hay nada que hacerle, así fueron las cosas. Hay algo bueno que quedó en esas profundidades del tiempo, en la infancia, y no es posible volver. No se puede negar eso: no se puede no estar en ningún lado, ni en ningún momento, sólo estando muerto. No hay droga que logre eso: no estar, en ningún momento, aunque es probable que la estemos buscando desesperadamente. Tengo fe en que no se le encuentre remedio, en que nos muramos y listo. Seguramente subirán los promedios de vida, se curarán enfermedades hoy incurables, habrá otras, destruiremos el planeta, o no, sabremos si hay vida o no en otros lados. Todo eso va a pasar, puede pasar. Pero seguiremos muriendo. Así que no puedo seguir perdiendo el tiempo en recordarte, disculpame. Me agarró una fe en el futuro que ni te cuento, los positivistas son un poroto al lado mío. Y yo como un boludo mirando en la ventana del colectivo cada mancha de vapor que se parece a tu cara que se parece a todas las caras y todos los dolores, que se parecen a todas las soledades que habitamos. Ya fue.
Ya pasó. Te amo un montón. Me hacés llorar. En serio. Pero se me va a pasar, a vos también.
Ojalá se te pase primero.
Ojalá no sufras.
Vos no lo merecés. Tu corazón es una muñeca atrás de una vidriera..
Yo sé manejarlo. Soy más hijo de puta. Mi corazón es esa casa vieja que se caía a pedazos antes que yo nazca.
Perdoname por todo.

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