domingo, noviembre 16, 2014

Ay, ay, ay, qué risa me da

El medio es el mensaje

Carrasco, el traidor serial de la Web


En sus buenas épocas de bloguero estrella del ultrakirchnerismo, Lucas Carrasco gozaba del pluriempleo bien remunerado: escribía en el periódico dominical Miradas al Sur y en Crónica, aparecía en Duro de Domar y en 6,7,8; su voz de rallador estridente asomaba por Radio Nacional Rock y el diario gratuito El Argentino publicaba sus columnas irreverentes. Como Valeria Mazza, Carrasco, que no es modelo de nada, nació en Rosario, pero vivió muchos años en Paraná, aunque está afincado en Buenos Aires desde 2010.
Hubo una época en que desde las filas oficiales celebraban su prosa afilada y demoledora, delirante e insaciable, que a toda hora sacudía a díscolos y contreras, con su "metralleta" cargada de chistecitos lapidarios.
Carrasco resultó el más aventajado de los blogueros sueltos que de a poco se fueron relacionando por afinidades hacia el final del gobierno de Néstor Kirchner. Cuando, en 2008, estalló el conflicto con el campo fundaron la iglesia de los cruzados virtuales y fanatizados de Cristina Kirchner.
Pero comparado con el impacto de los medios masivos, la influencia de las redes sociales es más bien acotada, aunque alcanza para agitar fervores juveniles y fastidiar al periodismo tradicional.
El Gobierno vio en ellos un filón y los incentivó. Carrasco era, sin duda, el abanderado por su impronta desfachatada y su tendencia natural a la teatralidad performática sobrecargada de humor cáustico y locura.
Sin embargo, un día, el bloguero que se ufanaba de tener línea directa con Máximo Kirchner, se asqueó de tantos ostensibles casos de corrupción en la cúpula del poder y se dio vuelta sin aviso. Toda su prosa revulsiva en 140 electrizantes caracteres empezó a dispararse con el mismo afán destructivo, pero hacia la Casa Rosada.
El inesperado volantazo no le salió gratis. De aquel conglomerado de sueldos mencionado hoy sólo le queda el de El Argentino, pero sus escritos no son subidos a la Web para limar su repercusión. También sigue contratado en Tiempo Argentino, aunque nunca le piden notas. O sea que es un "ñoqui" o, dicho de manera más piadosa, goza de una "licencia ideológica".
¿Por qué tanta paciencia hacia quien ha cometido el peor de los pecados para un kirchnerista de pura cepa, que es cruzar de vereda, en vez de ser arrojado sin contemplaciones a los fuegos de los traidores?
Porque en el kirchnerismo saben que abandonar a Carrasco a su suerte equivale a dejarlo envuelto en papel de regalo y con moño a las puertas de "la Corpo" (como le gusta llamar 6,7,8 a los medios de comunicación predilectos del público).
El chico no tan chico (ya tiene 36 años) cuenta con una pluma atractiva, vehemente y veleidosa que a cualquiera podría venirle bien, aunque con el riesgo previsible de que en algún momento se le venga en contra.
Pero los K nunca pierden las esperanzas y se ilusionan con que, como el hijo pródigo, algún día vuelva a revistar en las filas nac&pop. Es que en comparación con la ruidosa jauría de cuzquitos virtuales del oficialismo que mordisquean los tobillos de aquellos que se atrevan a criticar al Gobierno en las redes sociales, Carrasco sabía brillar por encima de todos sin esfuerzo, gracias a sus agrestes y variados talentos.
Con tantos robots de lata y de carne replicando consignas bobas con cero argumentación y exceso de insultos, su batería de mensajes ácidos eran como oro en polvo en medio de la arena del desierto K.
Pero más que oficialista antes y opositor ahora, Carrasco siempre ha sido y es un desaforado anarquista de la palabra que se divierte y se infatúa con sus incorrecciones lúdicas y contrafácticas. Un producto típico del cambio de paradigma en la comunicación. Un analista cínico que no conoce de lealtades y que le encanta transfigurarse en un fabulador que combina realidades y ficciones con desprolija plasticidad y sin hacerse nunca cargo de nada.
Sus ex compañeros de militancia virtual fluctúan entre la ira, el temor y la compasión. Atribuyen su transformación a que es un "adicto que no sabe lo que hace" o a puro despecho porque en Radio Nacional no duró nada.
En www.pajarorojo.com.ar, Juan Salinas afirma muy campante que la mente de Carrasco "fue abducida por la receta lanatesca" y le cuestiona que ventile "los trapos sucios afuera". En los comentarios de los usuarios de ese sitio se lo retrata como un "divo maleducado y misógino" que busca lucirse para "levantarse minitas". "Un Pity Álvarez del periodismo bloguero", resume otro.
El grafitero virtual que se atrevió a llamar "payaso liberal" a Amado Boudou cuando nadie todavía hablaba mal de él, nada menos que en la tribuna hiperoficialista de Duro de domar, cierto que entonado con unas copitas de más, ha puesto en estado de deliberación a sus ex amigos de la Red. En esta etapa de desencanto y fatiga, ellos saben que han perdido potencia y mística. Ahora esperan que otra epopeya, como la del conflicto con el campo, les dé nuevo sentido a sus batallitas virales de bytes.
Carrasco, el Luzbelito caído en desgracia, no se lo toma tan a la tremenda y ya trama nuevas maldades.

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