Durante una reunión con sociólogos, hace varios años (antes de que exista el kirchnerismo) escuché el consabido "las elecciones legislativas son, para el votante promedio, la oportunidad de expresarse más en sintonía con sus valores, a diferencia de las elecciones ejecutivas". Interrumpí para disentir, cosa que con el tiempo, he ido moderando (una verdad sin fundamento, pero repetida muchas veces, termina siendo una verdad. Ayer, en un corte de 678, Orlando Barone me pidió que explique "el voto de Córdoba, el voto rural, de la soja". Casi es imposible salirse de eso; yo contesté que tal voto no exista, bah, que existe, y es el voto de la zona norte porteña a Macri). ¿Cómo se explica que "el votante promedio" no crea en el Congreso -parlamento, le dicen ahora, los alienados chics- y sin embargo se exprese "más ideológicamente"? Se puede explicar, con algún vericueto, claro. Para mí, es sencillo: la ideología, como tal, está cargada también de valores negativos, de juicios negativos. Así, en las elecciones legislativas, hay un pequeño desplazamiento del voto hacia la derecha, hacia la antipolítica, que bien puede expresar en un voto testimonial a "luchadores obreros". Da lo mismo. El caso es que ese desplazamiento, menor y discontinuo, se da en las elecciones legislativas porque a esos votantes, les chupa un huevo el Congreso.
A los únicos que linealmente les importa que un "luchador obrero" ingrese al ámbito burgués por excelencia, institución liberal si las hay y, en la teoría revolucionaria (que no es la que usan nuestros revolucionarios profesionales) principal enemigo de la lucha social, es a los candidatos, y un puñado de abnegados militantes. Que rotan de acuerdo a la inexorabilidad de la biología.
Del mismo modo, las lecturas forzadas sobre si un cordobés elige a un gobernador pensando si está a favor o en contra de Cristina, chocan contra la complejidad del proceso electoral y de nuestro país.
Lo complejo, tiene una gran virtud: es difícil de entender, pero es más difícil aún de explicar. La virtud radica en que, lo complejo, crea una industria cultural explicativa, maná de amores para quienes vivimos de ese chamuyo.
1) La Nación aún es un camino a recorrer. Y dónde queda ese camino está en disputa.
2) Las ciudades más ricas -las portuarias- necesitan menos del estado, por que ya se hicieron un estado a medida. Pagado por los más pobres. El estado que hoy necesitan es, prioritariamente, un estado vigilante de los otros,
un muro, una reja. Una provincia, del norte, de la Pampa Húmeda, de Puerto Madero, del frío y desarraigado sur, es una unidad política que incluye a su interior estas complejidades, a la par que como unidad política intenta asimilarse y disputar dentro de complejidades mayores; que remiten en primer lugar a la construcción de una Nación. Aunque, no solamente. También, digamos, "al mundo". (Otra cosita: le contaba, el sábado, a una amiga: cuanto más lejos se esté de los países limítrofes, más se los exalta o rechaza en nuestro país. Las boludeces sobre Uruguay, Brasil y Chile, yo las escucho en la República de Palermo, en la ciudad de Rosario, incluso, en la costa del paraná entrerriana. Es difícil que te la cuente un argentino que vive al lado de esas fronteras: básicamente, porque el flujo de migración es hacia acá, no hacia allá. Genera problemas en argentina porque la nafta es más barata, la educación, la salud, públicas y de mayor calidad, la jubilación y asignación familiar son universales, y así; pero encima, la relación periferia puerto es más desigual en esos países y menos dramatizada políticamente).
3) De La Sota, como Kirchner, se alinea consigo mismo. Las sutilezas son mayores que la vulgata predominante. Que da por sentado una mentira: Kirchner fue menemista. De ahí a que De La Sota es antikirchnerista, Isfrán es ultra K, Urribarri es progresista, Peralta un delegado, etc. Boludeces a conveniencia de las anteojeras.
Los factores condicionantes existen y cualquier gobernador es un producto sobrado, con mayor o menor talento político, de eso.
Hay casos paradigmáticos: Sapag, recientemente fallecido, en Neuquén, los Saá en San Luis, los Kirchner en Santa Cruz, Binner en Santa Fe, Isfrán en Formosa. Una mirada atenta va a encontrar más similitudes que diferencias. Básicamente, porqu todos los gobernadores dependen de una puja nacional distributiva.
¿Que los indicadores sociales de Santa Cruz son mucho mejores que los de Formosa, que Neuquén es mejor la distribución del ingreso que en Santa Fe? Sí, obvio.
Pero la pregunta es: ¿Si Kirchner hubiera gobernado Formosa, Isfrán Santa Cruz, Binner Neuquén, Sapag Santa Fe, sería este país radicalmente distinto? Pregunta contrafáctica, al efecto explicativo: no, claro que no. Los condicionamientos estructurales son duros y concretos en el noble oficio de ejercer el gobierno.
4) Existía, antes, una categoría portuaria -que me parece aún válida-para explicar esto: el conservadurismo popular. El origen y desarrollo de la categoría remite al puerto, a una izquierda liberal, en épocas en que se creyó revolucionaria. Y se acercó al peronismo, para dotarlo de una vitalidad que no tenía. Perón se encargó de hacer mierda todo eso.
Con esa categoría se blandieron las espadas contra la ortodoxia peronista.
El problema es la represión durísima y criminal que existió contra esta izquierda, predominantemente joven en los años setenta. Que impidió, a mi humildísimo juicio (sic: ¿quién mierda puede considerar que ni más ni menos que un juicio puede ser un proceso cargado de humildad?) el desenvolvimiento teórico a la par de la experiencia política.
5) Pero. El retorno de la democracia, y particularmente el ciclo kirchnerista, permite valorar mejor estas cosas. Dicho filosamente: la izquierda peronista llegó al gobierno de varias provincias en los años 70, Perón los hizo mierda o libró las condiciones para que los hagan mierda. ¿Cuáles experiencias de gestión y qué legado dejaron?
Esa pregunta, sí que hiriente, es poco visitada detrás de narrativas predominantemente "nacionales", por alguna razón. Que mejor no mentar.
6) Estas preguntas y dilemas y exabruptos son, a mi juicio, el candelabro que se desplegará tras la reelección, si se da, de Cristina.
7)
Mónica López no dice la verdad. No fue la inseguridad, no pegó un ojo porque la hija salió conmigo.