domingo, septiembre 11, 2011

1 año


La memoria

Cuenta Operador

El 24 de Octubre de 1999 se celebraron elecciones presidenciales en nuestro país. Fernando de la Rúa, candidato de la coalición Alianza Trabajo, Justicia y Educación ( Alianza), fue quien logró la victoria y  resultó segundo el señor Eduardo Duhalde candidato por una impensable alianza de color liberal-conservador, la Alianza Concertación Justicialista por el Cambio (AlConcejust) - Unión Centro Democrático(UCeDe, el partido de Alsosgaray).
Ambos solo representaban diferentes matices de la continuidad del modelo neoliberal impuesto por las potencias hegemónicas.

Poco tiempo antes, ya en plena campaña electoral, cuatro de los probables ministros de economía se prestaron a una suerte de seminario-debate ante una audiencia constituída principalmente por importantes hombres de negocios invitados a asistir previo pago de suculenta suma. La propuesta era analizar el futuro rumbo que tomaría la economía nacional por esos tiempos anclada en la convertibilidad y que a esa altura mostraba muy serios problemas de sustentabilidad.
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El odio se posterga, un rato, por las elecciones.

Cuenta Mariano

Cordobesismo, vernismo y resultado electoral


La "intromisión" de la presidenta en el armado de las listas legislativas para las próximas elecciones fue muy cuestionada. por considerársela excesiva.
Se discutió, en la previa, largamente.

Cuando el resultado electoral era incierto, pudo haberse cuestionado la estrategia de la presidenta por considerársela más o menos eficaz. Pudo parecer mejor tomar alguna otra decisión. Pudo pensarse en resistir la estrategia presidencial, protegiendo los lugares de decisión propios. Algunos lo hicieron. Como Verna, o De La Sota.


Los resultados electorales, abultados, acomodaron un poco las cosas. Y los malestares fueron sepultados por votos y derivaron, en los casos más complicados, en resignación.
Después del 14 de agosto, si algo quedó claro, es que la presidenta tiene los votos, ganados por sí misma, y no necesita de nadie, más de lo que nadie necesita de ella.

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amores del grupo Aea

Cuenta Manuel

De parricida y estafador, a paladín de la justicia


Y bueh, hasta que se demuestre lo contrario, Sergio Schoklender es inocente, y como puede aportar datos jugosos luego de que Perfil comenzara la opereta con la exclusiva entrevista a Noticias, los diputados de la oposición -salvo los del Frente Progresista, hay que decirlo- se pusieron de acuerdo para citarlo este jueves a la mañana en el Congreso para que cuente la verdá completa (?). Así, La Nación nos informa que este buen muchacho será recibido por los no menos buenos muchachos Hipólito Faustinelli y Graciela Camaño, que presiden las sendas comisiones de vivienda y asuntos constitucionales, y por el resto de los fervientes republicanos, desde Gil Lavedra a Gustavo Ferrari.

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sábado, septiembre 10, 2011

Má, sí




En la Provincia de Chacarita, en una parrilla de choripanes, sobre la esquina, un hombre se me acerca, oliendo a vino. Me dice un montón de cosas sobre este blog. No quiero escucharlo, son cosas lindas, pero yo soy un marginal, un desagradecido. Amablemente, lo aparto. Me voy al baño. Ahí me espera un amigo. Trabajó 17 años como cadete de una farmacia. Cuando lo conocí tenía los hombros altivos, sonreía, tiraba, siempre, insoportablemente, chistes obvios, una batería de lugares comunes. Tan tierno y lleno de lo que en la tele llaman "buena onda". Ahora le veo el mechón de canas. El paso del tiempo, orgullo de los que sobrevivimos. Pero la boca agrietada, no digo las arrugas, esas mariconadas, digo noches de insomnio, un dolor callado, cierta amargura. Cosas de la ansiedad. De agachar la cabeza. De soportar. Cosas de la vida.
Ahora toma vino. De la casa. No una copa. Un vaso. De damajuana. Fuma cigarrillos negros. No hace más chistes. Los viejos recuerdos, ya no lo entusiasman. Se pone triste. Las cosas del barrio, las minas que nos quisieron, las oportunidades perdidas, los sueños locos. Una vez, planificamos, toda una noche, cómo asaltar un banco. Íbamos a repartir esa guita entre las villas. Íbamos a dar la vuelta al mundo. Íbamos a ser románticos, íbamos a ser delincuentes, íbamos a ser mejores. El amanecer nos encontró muchas veces soñando canciones para nuestra banda de rock, bromas pesadas en el hombro de los laburantes.
-Vos zafaste, Lucas. Y se te nota. Te sentás acá, tratás de parecer el de antes, de que no notemos la diferencia. Te agradezco, creo que todos te queremos, pero se te nota.

Me levanto y camino al baño. Pero freno al mozo y le pago la cuenta. Salgo por la otra puerta. Paro un taxi. A la República de Palermo. En mi casa hay silencio. Y está oscuro. No prendo las luces. Me saco la campera, el revólver, me tiro al sofá. Con suerte, me quedo dormido.
Siempre siento que le debo algo a alguien.
Como en el medio de dormirme, entre nubes trolas que se encadenan, está el pibe que metió un gol de cabeza la tarde que perdimos 6 a 1 contra la infancia, la nota que tengo que escribir para mañana, las chicas que se burlaron cuando me echaron de un cumpleaños de 15, el piso duro de una comisaría, la tristeza de los cumpleaños, la muerte de mi abuelo, el polvo de las calles, el gris de las paredes en la casa de mi vieja, la humedad, el frío, el asma, los libros, el sexo, las mujeres, las navidades, cuando no fueron tristes, las navidades cuando fueron tristes, los fracasos, la culpa, este orgullo puto, mi inmensa soberbia, los vicios, la rabia, el teclado, los poemas de la adolescencia que escribí pensando en chicas que ya no recuerdo, esas chicas, con mil hijos colgando, tomando mate en la puerta, sobre reposeras, gordas, acabadas, felices, matronas de una película triste, el sacerdote que jugaba, con nosotros, al voley, la casa que hicimos en el árbol, los amigos que estafé emocionalmente, las cosas que perdí, la suerte que tuve, los libros que escribí, las presentaciones, los días torpes, lo que falta, toda esta tristeza. Toda esta tristeza.
Me levanto del sofá. Abro la persiana. Una luz de luna boludamente cursi. Tengo un enfisema en el alma, nací distinto, y tuve suerte.
Ahora que las editoriales me llaman y no atiendo.
Ahora que dejo plantados a empresarios de los medios.
Ahora que me chupa un huevo lo que opinen de mí.
La puta madre de las madrugadas.
Aspirando el frío, filoso. Tan filoso.
A veces creo que en las horas difíciles yo seguí porque fui a los velorios de mis amigos.
Pero no es cierto.
Vi los velorios desde la esquina. No me animé a ir.
Vi las madres destruidas, mis amigos en el cajón, los vecinos, que con la mirada angustiada y cristiana preguntaban, esos ojos, esos ojos que esperaban que yo les revelara algún secreto, alguna clave de la vida que ellos no entendían, alguna coartada sobre la muerte que ellos no se animaban, y yo bajaba la cabeza. Vi las chicas, los pibes, crecer, los vi crecer tristes, marcados ,para siempre, por la culpa del suicidio. Vi envejecer las madres tristes. Vi el peso de la culpa golpear sobre las cervicales, agachar espaldas, hacer mierda almas nobles en cuestión de semanas, vi la indiferencia, vi que el mundo sigue, vi que las cosas salieron bien, vi que no hay a quien contarle, vi la impotencia, la falta de palabras, vi esta enormidad de la soledad y el miedo, vi eso que veo cuando me pongo así.
Yo ya vi la luna que aparece detrás de ese edificio.
Yo ya vi madrugadas así.
Ahora que me da verguenza que lo sepan. Ahora que disimulo esta naturaleza. Este temperamento. Yo seguí, no soy feliz, pero razonablemente aprendí a reírme, me río demasiado, de todos, hay una hondura, un vacío, una precariedad. Lo que te queda.
Los teclados pasan, los dedos y lo que escupo, con bronca, a veces llorando, mientras escribo, eso sigue. Y seguirá hasta que un día me toque a mí. No habrá madres con culpa, no habrá ningún secreto, nada del otro mundo. Me gustaría, por pretencioso y maximalista, dejar esa lección, la de la vida. La de los dolores. La de la risa. La risa enorme, cínica, ja, absurda si querés, la boca abierta, los dientes que faltan, los agujeros del alma, las derrotas, qué mierda, las cosas de la vida, pero qué risa, carajo.
Cerré la persiana.
Una vez llevé a todos mis compañeros de la escuela a un cementerio de las afueras de la ciudad, y vestí, entre los campos, a mi hermano, de monje. Se aparecía entre las sombras, la oscuridad, todos corrían, despavoridos. Siempre fui una broma pesada. Un imbécil, pero con densidad. Siempre encontré en los bordes razones para reírme. Para escribir algo. Para cruzar las piernas, mirar la madrugada, apagar el cigarrillo, sacarme los zapatos. Y acostarme a dormir.
Mañana será otro día.
Pero qué risa, carajo.


Lo difícil que es caer bien



Después de buscar la llave de la puerta por toda mi casa, se me ocurrió que podía probar bajar por el balcón, es un solo piso. Tenía que salir urgente. No era mala idea. Saltando, incluso, si caía bien, no me pasaba nada. Ponele que me duela un poco la planta de los pies, nada más. Pero hay el marco de un garaje, de abajo, que si piso ahí, bajo casi un metro, agarrándome de la baranda del balcón. Y un ornamento, debajo del balcón, donde puedo agarrarme, es fulero, pero si me agarro de ahí y alcanzo a pisar la reja de la ventana de la planta baja, me quedan dos metros, capaz que menos, para saltar. Un chiche. Hago eso. Mañana llamo a un cerrajero, le pido 4 copias de las llaves, se las doy a algunos amigos, listo. Punto.
Me puse la camisa, la única que me queda limpia (y me olvidé de ir a la lavandería, oh, hasta el lunes, qué vida)  las medias y cambié de plan. Sino tengo ropa limpia, por lo menos, me baño. Y me duché. Se me había acabado el jabón y enfrente está ya cerrada la despensa -igual, tampoco iba a saltar por el balcón para ir a la despensa y después cómo volver: no, corazón, el plan es que me quedo a dormir en tu casa. Sino me echás, como la última vez, porque jugaba Vélez. Te fuiste a la cancha. Yo quedé como un boludo mirando la ventanilla del tren. Me lavé con champú. Todo el cuerpo. En honor a vos, corazón.
Me puse la camisa, mi sombrero de detective- el que te decía que, para mí, usaba ese detective sin nombre de los libros de este italiano que nunca me acuerdo del nombre (no sé si era italiano, porque todo transcurría en EEUU, pero el apellido, estoy casi seguro, era de origen itálico)- las medias y los pantalones. Justo cuando me llamaste. Los pantalones, a medio poner, poco más que le tobillo. El gato escuchó los maullidos que salían del celular.Tus gritos son divinos. Llegar tarde, ya sé, es un atributo femenino, pasa que. Escuchame. Noooooo, ¿con quién voy a estar? Si querés, vení, fijate. Bah, no, mejor no vengas. ¿Cómo que, no, no es así, que no quiero que vengas? Sí, quiero. Pero hoy, no. Es que. No es lo que vos pensás, escuchame. No grites. Que el gato se asusta. Salí de la cama, Myrna! Queeeeee, pero si Myrna se llama mi gata! Sí, es gato, ya te expliqué, pero yo no sabía cuando me lo regalaron y necesitaba una novia Reilly...no vamos a discutir eso ahora.
Y se me cayó el celular, se le salió la batería, me tropecé con las mangas del pantalón a medio vestir. Myrna me estaba lamiendo las sábanas, traté de echarla tirándole un zapato. Ni se mosqueó. Gateé, con el pantalón en las rodillas, tratando de armar de nuevo el teléfono. Y me tropecé. Pero lo armé, claro que no prendía más. Este celular es de la época del zapatómetro del Agente 007. Y estaba muerto. No el agente, bah, el agente también, pero el teléfono: le puse la batería y nada. No prendía. Lo tiré, con bronca, contra la pared. Dio en el espejo. Se quebró. Me quise parar de golpe, al pedo, ya estaba roto el espejo, pero bue, reacciones instintivas, y me tropecé con el jeans en las rodillas. Y me caí, me lastimé una rodilla, dí una patada a la nada, pero el dedo más chiquito de la pierna donde me operaron un quiste sinovial en el tobillo, se golpeó contra la puerta de la cama. Y entonces, mientras gritaba contra Perón, Teresa de Calcuta y mi vieja, del pantalón, del bolsillo, se cayó, al parqué, las llaves. Las llaves de mi casa.
Me tiré de espaldas, sobre el piso, y me acordé de vos. Qué linda que sos. 

60.825 minutos


La crisis radical

El partido más viejo de la argentina sigue siendo la única alternativa con capacidad de gobernar por fuera del Frente para la Victoria, variante del peronismo.

Tiene dirigentes experimentados, pasado, implantación territorial, contactos internacionales, relaciones con corporaciones y actores económicos y una mochila, reciente, del fracaso del menemismo blanco que intentó Alfonsín a través de la unión de Chacho Álvarez y Fernando De La Rúa y terminó el propio Alfonsín, a través de una nueva alianza con Chacho Álvarez y Eduardo Duhalde, esta vez para voltear a De La Rúa.

La continuidad del menemismo quitándole el componente bárbaro, salvaje, grasa; esto es, el poco y hueco componente peronista del menemismo, fue un proyecto que terminó con los asesinatos progresistas del 20 de diciembre de 2001 y la huida de De La Rúa y los alfonsinistas residuales de la Casa Rosada. De La Rúa quedó en la marginalidad histórica, y los alfonsinistas volvieron, por la puerta de atrás, a la Casa Rosada con el gobierno de Duhalde.

Claro que la tesis nueva de Alfonsín (dejar de lado el menemismo blanco para convertirse en duhaldistas disidentes) servía para salvar la ropa del partido, aún cuando esa ropa sólo sirva para mostrar que viste a un fantasma. El duhaldismo disidente –sea en cabeza de Lavagna, de González Fraga, de De Narváez o la variante que encuentren de acá en más- parece, hoy, una estrategia agotada. Fundamentalmente porque las condiciones políticas que posibilitaron la alianza entre Alfonsín y Duhalde – a pedido de sus propios dueños: la UIA, AEA y lo que hoy es la Mesa de Enlace- variaron en la provincia de Buenos Aires. El radicalismo ya no es clave en la legislatura bonaerense y esa ausencia de poder político deschava la precariedad de cualquier estrategia nacional.

¿Obarrio, cuál es la pregunta? "Si no tiene miedo, Presidenta, de tener siempre miedo"


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se está notando mucho la impunidad con la que actúan jueces y fiscales, Lorenzetti tendría que salir urgente a pedir que limpien el riachuelo



Ya las notas vienen sin firma.  Las hasta ayer indiscutiblemente concluyentes pruebas, hoy son puro humo. El juez de garantías, el fiscal, detienen a cualquiera y difunden sus nombres y direcciones bajo condición de que sean pobres y estigmatizables. Las pruebas concluyentes derivan en un testigo de identidad tan reservada que escribe las columnas de todos los diarios y una concluyente prueba de ADN express -con la dueña de Clarín no se consigue- que en menos de 24 hs te canta la posta. Pero el ADN estaba en un arroz con pollo.
Muy mala la película.


el opinador