Dice Nerina Sturgeon en Crítica de Jaime:
La redacción
que no tenga “en parrilla” un adelanto de la necrológica (así se llama)
de Sandro, que arroje la primera piedra. Si algún medio lo hace,
estamos ante otro problema: la falta de presupuesto para contratar más
periodistas que lo hagan.
Pero resulta que, enojada por las críticas de Gerardo y Catanpeist, Nerina, la pirómana intrascendente, se enojó y salió a demostrar que es cierto:
Dirá Nerina:
El diario Crítica de Jaime a favor de Antonio Matta murió. No es sólo que jamás vendimos más que 8 mil ejemplares, sino que la salida de Jaime de la secretaría de estado que regulaba el lobby de Antonio Matta, nos quitó razón de ser. Sabido es que intentábamos zafar con las payasadas de Jorge Lanata, que quiso armar un reality show de los pasantes que a dos mangos hacíamos laburar en este diario, pero como nadie veía las cámaras ocultas que controlaban a los pibitos, Jorge Lanata decidió seguir siendo rico y desentenderse del oscuro financiamiento de este diario. Así que boludeó un rato el en Teatro Maipo con putitas clase B, y mostrando una coherencia inigualable en el fracaso, cagó a todos los trabjadores y se fue con Pierri a hacer medio punto de rating en el Canal 26, con otra vez muy oscuro financiamiento. Por supuesto, es casi imaginable que ya mangueó al gobierno nacional para seguir zafando su incomprensible tren de vida. Nosotros, por nuestra parte,explotando a los trabajadores y viendo alejarse a los empresarios que pusieron plata por la inutilidad de nuestro lobby, quedamos en bolas y empezamos a chuparles las medias a otros empresarios para que nos ofrezcan laburo, sabiendo que esta porquería de diario se hundía de un día para el otro.
Los que no tuvimos la suerte de enganchar algo tuvimos la soberbia increíble de reclamar que se nos pague, lo cual terminó ahogando a esta empresa fantasma. Por supuesto, todo es culpa de Chávez y Cristina, el imperialismo palestino y la falta de ética de Graciela Alfano, más la invasión de marcianos y el cultivo de amapolas. Por eso, despedimos en esta necrológica este diario, y que en paz y olvido descanse.
La verdad que estar todo el tiempo
rebatiendo zonceras cansa un poco, pero no queda más remedio considerando la
velocidad con que se propagan, y con que aparece una nueva todos los días.
La que estamos
estrenando ahora es la “vetocracia”, expresión acuñada por algunos opositores
(y por los medios que les hacen coro, o les dan letra según los casos) para
referirse a la posibilidad de que, cuando cambie el 10 de diciembre la
composición de las Cámaras del Congreso, la oposición logre sancionar leyes que
sean sistemáticamente vetadas por la Presidenta; obligando así a los que las impulsen,
a conseguir los dos tercios de los votos de los miembros de cada Cámara para
insistir en la sanción.
Puestas así las
cosas, parece un disparate mayúsculo que se cuestione in tótum que el Poder
Ejecutivo utilice una facultad que la Constitución le reconoce, y que la crítica
provenga de quienes dicen defender las instituciones de la República.
Más ridículo aun es
plantear que el Ejecutivo (en un régimen presidencialista como el argentino)
abdique de antemano de su iniciativa política a manos del Congreso, y acepte
resignadamente toda ley que emane de éste, para más impulsada por una mayoría
opositora, que dicho sea de paso habrá que ver como se construye, y si lo hace.
El caso es que la
facultad de veto presidencial no es sino la consecuencia del régimen político
que la Constitución
establece para el Estado argentino, y de ahí que sea replicada en el derecho
público provincial.
Las 24
constituciones provinciales (incluyendo la de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires) le reconocen ese atributo al órgano Ejecutivo (sea Gobernador o
Jefe de Gobierno), y salvo la de Misiones que exige al Legislativo mayoría
absoluta (más de la mitad) del total de sus miembros para insistir en una ley
vetada, las 23 restantes establecen una mayoría de dos tercios de los miembros
presentes (en por lo menos 17 casos, como la Constitución
nacional) o del total de los miembros de cada Cámara (claramente en dos casos,
con dudas interpretativas en los restantes), para garantizar la preeminencia
del Ejecutivo.
Algunas
constituciones provinciales (sólo 7 sobre el total) establecen restricciones al
ejercicio de la facultad de veto por parte del Ejecutivo, a partir de las
cuales si el Poder Legislativo en uno o dos períodos legislativos subsiguientes
al veto (según los casos) vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada, el
gobernador de la provincia no puede volver a vetarla.
Si se combinan
ambos aspectos (mayoría exigida para vetar y posibilidad o no de volver a
hacerlo cuando se vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada), cabría pensar
que los sistemas más involucionados desde la perspectiva de la zoncera
“vetocracia”, serían aquellos en los que, producido el veto, se exige una
mayoría más agravada aun a la
Legislatura para insistir (por ejemplo los dos tercios del
total de los miembros, y no sólo de los presentes), mientras no se le ponen
límites al Ejecutivo para que vete una misma ley (o sobre el mismo tema)cuantas
veces se le ocurra, si el Legislativo insiste en sancionarla durante varios
períodos legislativos.
Bueno, esa
combinación se da en solo dos jurisdicciones argentinas: Jujuy y la modernísima
y republicana Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que sería entonces no solo la Reina del Plata, sino la Capital Nacional
de la Vetocracia;
por suerte para Macri que se va a encontrar a partir de diciembre con mayoría
opositora en la
Legislatura.
Pero como los
límites que la oposición critica surgen de la Constitución Nacional,
y como además todo el tiempo nos están aconsejando que imitemos a otros países
que son más serios que nosotros, podríamos ponernos a buscar ejemplos del
derecho comparado, para imitar.
El tema es que ahí
la cosa se complica porque por ejemplo en los Estados Unidos, vetada por el
Presidente una ley, el Congreso necesita conseguir los dos tercios de los
votos, pero del total de los miembros y no de los presentes, para rechazar el
veto (menos mal que el montonero Alberdi no copió esa parte de la Constitución de
Filadelfia de 1787).
Para superar
entonces la vetocracia estaría bueno entonces que reformáramos la Constitución, de modo
que por ejemplo frente a un veto el Congreso pudiese insistir en la ley
sancionada con mayoría absoluta y no con dos tercios, o que existiesen leyes
referidas a ciertos temas (no surgidas de la consulta popular como acá, sino
sancionadas con el trámite ordinario) que el Ejecutivo tuviere prohibido vetar.
“Buenísimo”
pensaría algún legislador del PRO, la
UCR o la
Coalición Cívica, “eso es lo que tenemos que adoptar acá”.
El tema es que para
lograr lo primero, tendríamos que copiar la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, y para conseguir lo segundo nos tendríamos que remitir a la de
Honduras, que como sabemos viene siendo un edén de respeto de las instituciones
de la República;
aunque si lo hiciéramos, al menos un párrafo de la carta de Lilita Carrió a las
embajadas, sería realidad.
“Dejémonos de
imitar países bananeros, hagamos como Brasil, Uruguay o Chile”, no dudaría en
repetir el coro de repetidores de zonceras, desde Grondona a De Narváez.
Pasa que en lo dos
casos se exige que el Poder Legislativo para rechazar un veto del presidente se
reúna en sesión conjunta de ambas Cámaras (Brasil) o en Asamblea Legislativa
(Uruguay), y discuta el tema en sesión secreta (Brasil) o sea sin las cámaras
de la tele, o consiga las 3/5 partes de los miembros presentes (Uruguay), o sea
un puñadito menos de votos que los que hacen falta acá para rechazar el veto de
“la yegua esa” (o sea la
Presidenta).
Pero, “siempre
tendremos a Chile”, podría decir Joaquín Morales Solá.
El montonero
Alberdi (factótum ideológico de nuestra Constitución) dice en sus “Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina
bajo los principios del socialismo nacional”, concretamente en el Capítulo XXV
(cuya lectura íntegra se recomienda a los republicanos amantes de lo que no
conocen, como la
Constitución) que “...En cuanto a su energía y vigor, el
poder ejecutivo debe tener todas las facultades que hacen necesarios los
antecedentes y las condiciones del país y la grandeza del fin para que es
instituido. De otro modo, habrá gobierno en el nombre, pero no en la realidad;
y no existiendo gobierno, no podrá existir la constitución, es decir, no podrá
haber ni orden, ni libertad, ni Confederación Argentina.”.
Es interesante ver
como este ideólogo de la subversión apátrida internacional y precursor de
nuestra chavización, comete la herejía de llamar “gobierno” sólo al Poder
Ejecutivo, y es de éste del único de los Poderes de la Constitución, del
cual se ocupa en detalle en sus “Bases...”.
¿Y de dónde habrá
sacado este proto-kirchnerista crispado tan alocadas ideas?
El mismo lo dice en
el mismo capítulo del libro: “El tiempo ha demostrado que la solución de
Chile es la única racional en repúblicas que poco antes fueron monarquías.
Chile ha hecho ver que entre la falta absoluta de gobierno y el gobierno
dictatorial hay un gobierno regular posible; y es el de un presidente
constitucional que pueda asumir las facultades de un rey en el instante que la
anarquía le desobedece como presidente republicano.”.
¡Dios mío, ahora
caigo en la cuenta, la oposición tiene razón!
¡El problema no es
la vetocracia, ése es solo el comienzo, los disparates de Alberdi nos colocan a
las puertas de la monarquía, la dinastía Louis Vuitton piensa eternizarse en el
poder!
Menos mal que para
impedirlo trabajan los herederos de la Revolución Francesa,
con la Mesa de
Enlace y la
Asociación Empresaria Argentina a la cabeza, y que el 10 de
diciembre será nuestra toma de la
Bastilla.
Señores y señores, hay que ser justos: las denuncias contra la Barrick Gold que como pionero lanzara el abuelito indignado Pino Solanas para indignación de la ciudad más contaminante del país, la ciudad de Buenos Aires, sigue sumando apoyos, ahora, en San Juan. El ex intendente de la capital sanjuanina, elDr. Alfredo Avelín Nollens, también vicepresidente del Partido Cruzada Renovadora, ex senador nacional y etc.
Interesante la entrevista, muy divertida, además.