No entiendo la marcha del orgullo gay. No entiendo muy bien muchas cosas, entre otras, esa cosa toda producida -como para ir a cenar a Puerto Madero- y los disfraces, las provocaciones algo..., no sé. Queda mal hablar contra las caricaturas de lo que debe ser un orgullo gay, ya sé. Porque puede tener un auditorio- el que se opuso al matrimonio igualitario- hablar contra la homosexualidad; o contra (mas auditorio aún) la sexualidad salida de la norma. Ponele, hablás desde un conservadurismo asustado y reprimido y, qué se yo, mi abuela te aplaude. Ahora, sino hablás desde ese lugar, si hablás en cambio desde una misma posición ideológica en torno a los derechos de tercera generación, pero te sentís confundido ante la marcha del orgullo gay, entonces uno camina en la cornisa. De los comisarios políticos, de la avanzada y la modernidad, en boca de chetitos superados.
Pero yo, sigo sin entender.
Ojo, entiendo que los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos del otro. Por ejemplo, los derechos míos terminan donde empiezan los de Ernestina Herrera de Noble, y los de Ernestina terminan donde empiezan los de mi amigo Jorge, empleado bancario, que a su vez, finaliza sus derechos cuando empiezan los de Paolo Rocca, y creo que los del de Techint terminan -pero no estoy seguro- donde empiezan los de
Mario Paulela. Y así. Muy lindo todo.
Las manifestaciones de elegantísimos tacos. De disfraces procaces. De una provocación que puede asustar a mi abuelita -jojo, qué loco todo, eh- pero nada más.
Las marchas del orgullo gay, importadas sin beneficio de inventario de las más gélidas tierras reaccionarias, no han logrado muuucho más que el pintoresquismo hasta hace poco. Audiencia televisiva para esta neo excursión a los indios ranqueles.
La militancia tozuda, de colectivos organizados, sí, han logrado impresionantes avances si se compara a nuestro país con la región. Aún si con el mundo.
Ciertamente, es un error conceptual, seguramente, separar la militancia organizada de los vestidos de diseño exclusivo -y presunta y presumidamente despolitizados- que luego hacen de Marí Marí para las cámaras de TV. Ese desfile de rebeldiítas de pretendida insolencia que también sirve de pasarela y glamour. Una Susana Giménez bizarra, vendida como modelo de "lo gay". Orgullosamente. Para consumo de usted, señor, que no quiere quedar fuera del mundo -en plasma- que se viene. En comodísimas cuotas.
Todo bien, pero.
La afirmación de la diferencia tiene un estadio estratégico que es la asimilación natural -por la otredad- de esa diferencia, sin por eso anularla. Lo diferente no es antagónico a lo igualitario.
La despolitización del pretendido glamour, traviesamente sonriendo a las cámaras, se renueva como carnaval -en su aspecto (que los tiene) más conservador y elitista- año tras año diluyendo, muchas veces, los reclamos. Ojo, la sola visibilización de ese show implica la naturalización de lo diferente, pero quitándole densidad programática esa naturalización tiende, más bien, a ser conservadora. Queda viejo aplicar la dialéctica marxista, pero viene (como mecanismo de razonamiento de un proceso) al pelo. Pues no es la modalidad sexual la que se naturaliza sino la singularidad y la extravagancia. Muchas Florencia de la Vega, devenida en solamente V, muchas Moria Casán con pija, digamos. Pero la posibilidad -graficando- de explicarle al nene de jardín que es un travesti.
Tucumanas que hasta los 30 años gastan fortunas para pasear de putonas en los bosques de Palermo y luego, por supuesto, ya arruinadas, se dedicarán, en el mejor de los casos, a reclutar otras tucumanas más jovencitas, meterlas en una pensión y reproducirles el encanto de ser una barby. Todo muy naif. Me parece, con respeto. Quizás tendría más onda reclamar cupos de trabajo, se me ocurre.
La concentración frente al congreso -una de las tantas, a la que fui- para pedir por el matrimonio igualitario, tenía otros componentes. Me parece. Más políticos, si se quiere. Más, también, heterogéneos.
Pero ojo, quizás (seguramente) me equivoque y esté errando en el análisis. Explicame,
Alex, vos que sos un cuadro en estos temas. Que me metí en un berenjenal.
Y en última instancia, si ni siquiera yo me entendí qué quería decir.