La posibilidad de un folletín, para muchos compatriotas, estuvo en el género raro que practicó Leo Mattioli. Que acaba de morir joven. Como James Dean. Como Gilda, en un accidente automovilístico. James grabó un spot alertando de las tragedias automovilísticas. Gilda cambió, antes de morir en un accidente en la ruta 12, "No es mi despedida".
Como Rodrigo. Rodrigo Bueno. Su apellido, Bueno, bueno. Que murió tras participar de La Biblia y el Calefón. También en un accidente automovilístico. La construcción del héroe requiere la muerte joven. Y, contradiciendo ciertos lugares comunes, los héroes mueren en las vísperas.
Cuando murió Rodrigo la televisión no estaba en guerra contra el gobierno. Cuando murió Gilda no le dieron bola. Hoy, Gilda, decora el pastiche cultural del posmodernismo reaccionario: los triunfos de Macri.
Rodrigo, como el Che Guevara con Fidel, necesitaba que la Mona Giménez viva mucho.
Como Rodrigo. Rodrigo Bueno. Su apellido, Bueno, bueno. Que murió tras participar de La Biblia y el Calefón. También en un accidente automovilístico. La construcción del héroe requiere la muerte joven. Y, contradiciendo ciertos lugares comunes, los héroes mueren en las vísperas.
Cuando murió Rodrigo la televisión no estaba en guerra contra el gobierno. Cuando murió Gilda no le dieron bola. Hoy, Gilda, decora el pastiche cultural del posmodernismo reaccionario: los triunfos de Macri.
Rodrigo, como el Che Guevara con Fidel, necesitaba que la Mona Giménez viva mucho.
En mis rutinas infames, guardo anécdotas, pequeñas, casi insignificantes. Conocí a Gilda, fugazmente. También a Rodrigo. Y a Leo Mattioli. Pensé que la muerte de Mattioli iba a generar mayor furia, mayor impacto. Medido con la unidad de medida de los tiempos que nos corren. A las patadas.
Sé que su muerte es llorada.
Fundó un género, que estaba fundado, con Amar Azul. Que mezclaba algo santafesino, tipo Los Palmeras, con border de la cumbia villera. Y la cosa melosa y sosa del pastiche folletinezco bisnieto natural de los boleros. Hoy género rescatado de su insoportable grasitud, gracias a la sofisticada estupidez cultural de la República de Palermo.
Mattioli tenía algo de llanero solitario. De Antonio Ríos.
Pero un poquito más arriesgado. Sin la torpeza marginal y publicitaria de Comanche, de la cumbia "villera", de esos cabezas huecas que tienen más parecido a la bobalería del punk de los años 80 que a la televisación del lumpenaje propio de los 90. Aunque se lo asoció con ésto último.
Como un Daniel Agostini, soltero, menos tonto, sin Rá-Fa-Ga o elgrupo Sombras.
"Tuve aventuras a montones, con señoras y menores". Reminiscencias, originales, a Cacho castaña. "Mucho sexo pero nunca como vos", ese respeto, de barrio, de adulto. Y luego el giro, imperdonable, que es en la cumbia como ponerse un traje (chocantemente brillante) y una corbata, en venganza, a los que no nos dejaron entrar con zapatillas al boliche: "nunca como VOS, nadie como TU". Del vos, al tu. Necesidades discográficas, además. Contigo me gusta. Contigo yo quiero. Contigo EN LA CAMA, es como HACERLO en el CIELO. Inigualablemente cursi, pero no, como un Alejandro Sanz, o Bon Jovi, pedantemente cursi. De coger, ni hablar.
La mayoría de las canciones son cursis. No se puede vivir del amor, pero se ha hecho una industria a los cantos al amor. Una industria musical. Antes era, solamente, una industria literaria.
Claro que esta música, menos la cumbia romántica, no tiene, aún, condiciones para ser invitada a la solemnidad académica: no es sobre marginales vendibles, ni menos tiene potencial revolucionario. Es tan cursi como un tango cantado por Gardel, pero sin la voz de Gardel ni, fundamental, el paso del tiempo.
Ni la complejidad de su construcción, claro. Sí, pero a los efectos de los efectos que han tenido y tienen....
Habrá mucha gente llorando la partida de Leo Mattioli. Yo conozco a varias.
Y además, también, cuando leí en el diario, me dio pena.
Por esa pendeja que tenía 15 años y bailaba con el chico de 17 que alguna vez fui, en un patio de una casa, bajo una parra. Al costado de la parrilla. Entre sillas de plástico, sillones de mimbre y empanadas.
Tenía nombre esa chica pero ya me lo olvidé.
Uno tiende a negar las heridas al corazón. Las heridas insoportablemente cursis.
Las que más duelen.