Néstor Kirchner estaba almorzando (se despierta al mediodía) unos chicos crudos de Recoleta con salsa hecha a base de grasas y un toque de orégano cuando leyó esta nota en el diario La Nación. Con el anticipo de Luis Majul del libro El Dueño, sobre Néstor Kirchner.
Fue ahí, mientras pateaba el perro y gritaba furioso contra las chicas de la UES que lo acompañaban, que decidió escribir su propio libro, sobre Luis Majul. Titulado, El Pelotudo. Y redactar un anticipo que en explusiva presentamos:
Demasiadas cosas para ocultar
El Pelotudo se empezó a convertir en una obsesión hace más de tres años, cuando el entonces pelotudo de Majul me negó, no de buena manera, una entrevista para su programa.
Todas las personas, incluidos los pelotudos, tienen derecho a decir que no ante el pedido de un reportaje. Pero en aquella oportunidad, las malas maneras de Majul habían llegado demasiado lejos. El sabía que habíamos viajado especialmente hasta Buenos Aires, donde se celebraba el programa en cuestión en el Canal de Francisco de Narvaez, Vila y Manzano, con la intención de que me entrevisten. Antes del viaje, él me había transmitido a través del hombre de su mayor confianza que era muy probable que el diálogo se concretara. Es decir: había jugado con el tiempo, las expectativas y el trabajo de un equipo de producción que había recorrido miles de kilómetros, ilusionado con la promesa del encuentro.
Majul sabía, desde el principio, que no iba a recibirnos. De Narvaez, Vila y Manzano se lo impedirían. Sin embargo, no sólo eligió no conceder la entrevista. Se dio el lujo, a través de otro hombre de su confianza que ahora ocupa el mismo cargo en el canal de De Narvaez, de hacerme saber lo que opina sobre los políticos no alineados en general y algunos peronistas en particular. Fue una extraña madrugada de mayo de 2006 en la cafetería del hotel de Vila donde se alojaba la comitiva de América. Los hombres cercanos al Pelotudo hablaban como si fueran semidioses; es decir, como si fueran a extorsionar por toda la eternidad.
Allí comprendí, de manera cabal, que Majul desprecia a los peronistas que no lo adulan; que no tiene el más mínimo respeto por la información ni por el trabajo de los profesionales de prensa; que trata a la mayoría de los peronistas y militantes como si fueran intendentes del conurbano, necesitados de fondos frescos, y que jamás obtendría ni de él ni de la mayoría de los hombres de su canal datos objetivos e información confiable, por una razón muy sencilla: tenían demasiadas cosas que ocultar. También entendí el mensaje implícito: a los peronistas que no merecen la confianza de Manzano, Vila y De Narvaez y preguntan lo que no deben no sólo les negamos entrevistas, sino que también tratamos de humillarlos.
Tomé el avión de regreso al Calafate el 13 de mayo de 2006, preocupado y decidido. Preocupado por la inusual conducta del conductor del programa, y convencido de que debía trabajar, con mucho tiempo y sumo cuidado, en una investigación documentada y precisa sobre el hombre que estaba dispuesto a llevarse todo por delante. Pensé, al igual que cuando empecé a trabajar en mi candidatura presidencial: si ponen tanta energía en evitar que se informe sobre ellos, es porque tienen algo muy serio que esconder. También comprendí que el proyecto fracasaría si no lo mantenía en secreto hasta poco antes de la salida de la Ley de Medios. De Narvaez, por mucho menos, ya había pedido a los dueños de los medios la cabeza de algunos de sus periodistas. Y no iba a ser extraño que lo intentara si llegaba a enterarse de mis intenciones. Es más: en el transcurso de la investigación, pude confirmar que solicitó mi salida de la pantalla, junto a la de otros peronistas, cuando le empezó a disgustar el programa de gobierno que todavía conduzco. Pero ¿cómo lograría ocultar que estaba trabajando en un libro sobre el hombre y la mujer, Ernestina, más poderosos del país? Ya por entonces Toma y el Fino Palacios monitoreaban para Macri a empresarios, políticos y sindicalistas que hablaban mal de él, aunque fuera en secreto.
Entonces, diagramé un plan de acción. Durante el primer año, revisé toda la información que se había publicado sobre Ernestina, su mneteórico ascenso, los empresarios amigos y las denuncias y causas contra ella y sus hombres. Analicé cada uno de los proyectos de ley y los pedidos de informes que pudieran esconder cualquier manejo discrecional o sospechas de corrupción.
Durante el segundo año, hablé con más de cincuenta personas que lo conocieron muy bien a Majul durante las distintas etapas de su vida. A todos les pedí que mantuvieran en reserva el motivo de nuestros encuentros, y la mayoría cumplió. Yo quería saber si en privado era igual de Pelotudo que en la tele. En 2007, los dos periodistas que colaboraron en la investigación viajaron tres veces a Mendoza, dos a San Luis y otras dos a Santa Fe para confirmar cada uno de los relatos y las denuncias que fuentes muy valiosas nos venían haciendo desde hacía tiempo. Ese mismo año, visité Santa Fe para analizar la alianza de Vila con Magnetto, y Mendoza para entender la relación de Manzano con Cobos.
Fue muy aleccionador.
Pero fue durante 2008, y en medio del conflicto con el campo, cuando las fuentes más importantes se empezaron a abrir más y comenzaron a contar cosas que jamás había leído o escuchado. En ese contexto, insistí para lograr las entrevistas exclusivas con los hombres de negocios considerados cercanos a los oligopolios de prensa que no hablan con la prensa. Los reportajes con Héctor Magneto, Julio Bárbaro, Alberto Fernández, Julio Cobos, Gerardo Morales y Silvana Giúdici, el cuñado parapsicólogo de Macri, el Fino Palacios, y también con las hijas de Julio Cobos y de Ernestina, el enigmático y poderoso empresario que paga el alquiler del hotel frente al congreso donde se juntaban los lobbistas contra la ley de medios, no sólo servirán para saber más sobre ellos. También serán muy útiles para conocer los verdaderos secretos de cómo se vincula el empresariado mediático con el dinero y con el poder permanente.Revisé varias privatizaciones de Romero en Salta, de Saá en San Luis, de Schiaretti y Reutemaaan en Santa Fe y Córdoba, de Cobos en Mendoza, de Macri en la ciudad de Buenos Aires. De Videla y Menem, ya que estaba.
Confieso que, antes y después de esas circunstancias, tuve dudas sobre si seguir o no hasta el final. Las preguntas siempre eran las mismas. ¿Por qué casi ninguno de los colegas de nuestra generación, los mismos que invertimos años de energía en investigar los errores y la corrupción de los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde no podíamos hacer lo mismo con las apretadas de Clarín y el Grupo América?
El autoritarismo, el abuso de poder y la corrupción no son progresistas. Al contrario: son comportamientos típicos de la derecha y generan más injusticia y más pobreza.
El Pelotudo es un intento personal por mantener en alto los principios, las convicciones y la voluntad con los que soñamos muchos cuando nos hicimos peronistas. Puede leerse como una biografía no autorizada, una investigación sobre la corrupción en la era De Narvaez, Manzano, Vila o un intento de ensayo político para comprender qué le pasó a la Argentina en los últimos treinta años para que el Grupo Clarín apretara y extorsionaria a todos los gobiernos, y lo que le podría pasar si Kirchner y la Presidenta no cambian a tiempo.
¿Deberían estar preocupados por la salida de este libro, como sugirió el funcionario del Grupo Clarín que me pidió, con amabilidad, que lo informara en detalle sobre su contenido? Es una pregunta que no puedo contestar.
Yo sé que se autovictimizarán y luego dirán que Kirchner y quienes lo rodean son demasiado inteligentes como para tomar represalias. De cualquier manera, aconsejado por gente prudente, hice lo indispensable para evitar consecuencias indeseables.Aunque de todos modos, me están matando.
Por ahora, sólo pienso en la posibilidad de encarar una segunda parte. Para 2011 faltan sólo dos años, pero podrían llegar a ser los más intensos de la época.
Sería ideal, aunque poco probable, que para entonces Kirchner y la Presidenta también respondieran un gran reportaje, sin condicionamientos de ningún tipo.
Una fuente oficial, muy fidedigna, sostiene que Cristina está pensando seriamente en mejorar su relación con los periodistas y los medios.
Ojalá ese pensamiento se transforme en realidad. Significaría un cambio para bien en todos los sentidos.