Por Raúl Degrossi
1. La sanción de una ley de coparticipación federal que requiere ser aprobada en forma unánime por todas las legislaturas provinciales, algo absolutamente imposible de conseguir (aunque pensándolo bien, mejor así, porque si prosperaran las propuestas de "federalismo fiscal" de los alimentadores de chanchos chinos, 10 provincias por lo menos desaparecerían).
2. La prohibición de la delegación legislativa en el Ejecutivo, regulada de un modo tan espantoso que no sólo desconoció más de 100 años de funcionamiento práctico del aparato estatal (respondiendo a necesidades concretas), sino que pretende que, por ejemplo, las "materias determinadas de administración" como dice el artículo 76, no son propias del Presidente sino del Congreso, un oxímoron jurídico digamos.
3. La posibilidad del veto parcial de las leyes (un acierto), redactado de un modo tan confuso que da lugar a discusiones delirantes como la suscitada cuando Cristina vetó la reforma jurídica.
4. El modelo de control de la Auditoría General de la Nación, convalidatorio de la depredación menemista de organismos de control más eficaces como el Tribunal de Cuentas, y consagratorio del reparto de cargos entre los partidos para seguir manteniendo quioscos eternos en nichos recónditos del Estado.
5. El Jefe de Gabinete (todo bien con Aníbal que hace llegar a tiempo los cheques a los cumpas blogueros, pero no me jodan), en tanto se entienda que esa figura (como la pensaba Alfonsín) apunta a introducir de camulina el parlamentarismo como injerto en nuestro sistema presidencialista, o forzar una cohabitación política al estilo de Chirac y Miterrand en Francia, un absoluto y total disparate que sólo podía caber en la cabeza del papá de Ricardito.
martes, septiembre 14, 2010
La peluca
El periodismo de investigación está tremendo. Sagaces, intrépidos, bien documentados, con fuentes fiables, astutos, tenaces, los nabos de Perfil no reconocieron en la burda guardia a Diego Gvritz saliendo de PPT con una peluca. Con una peluca, dios mío, Darío Gallo se desconcertó. Pasa que en TEA no te enseñan esas cosas.
El pacto de olivos.
Nuestro sistema político es fruto del Pacto de Olivos. Un balance muestra que, el tercer senador, ha sido un fracaso. Diseñado para sostener el bipartidismo, cuando ése estalló por los aires, el senado quedó como una institución que más que representar a las provincias, representa a las corporaciones.
Los recurrentes problemas de gobernabilidad en la ciudad portuaria, muestras las limitaciones de la fantasiosa "autonomía".
Los desequilibrios estructurales del país no se resolvieron: más aún, se profundizó el nudo de pobreza en el conurbano y se consolidó en el núcleo de riqueza en la pampa húmeda. Mientras, las economías regionales se desmantelaron. La clave electoral es la provincia de Buenos Aires, desde la reforma del 94, y sin embargo.
Los partidos políticos quedaron reducidos a nada. El estado nacional, incluso en la etapa kirchnerista, perdió poder frente a las corporaciones de facto. La provincialización de los recursos naturales resultó un fiasco.
Luego de Menem, hasta el día de hoy, ningún presidente pudo ser reelecto. La creación del Consejo de la Magistratura volvió a los tribunales aún más corporativos, cerrados y berretas. La creación de la jefatura de gabinete no sirvió de fusible ni dio más poder al congreso.
La incorporación de derechos humanos, pactos internacionales y ambientales, derivó en nada por fuera de la materia prima de la política; que ciertamente, no es el voluntarismo legislativo. Un balance bastante desalentador. Y sin embargo, el Pacto de Olivos no es parte de la agenda de discusión pública.
El delirio de crear una policía porteña que sea financiada por el resto del país (en vez de usar la policía que ya se usaba, sin pagar, a diferencia de, por ejemplo, los formoseños, los correspondientes impuestos para tener una policía) derivó en un escándalo institucional cuya raíz es el Pacto de Olivos: ningún fueguino o correntino va a votar en el congreso por financiarle la policía al distrito más rico del país.
En los planes del radicalismo, la ausencia de trabajadores industriales (el voto peronista de años atrás) en la ciudad de Buenos Aires, consolidaba el coto radical porteño, con un progresismo de derecha que expresaron bien De La Rúa y Olivera y Telerman e Ibarra. Pero, no previeron que el radicalismo saltaría por el aire tras el gobierno más reaccionario de la historia democrática, que encabezó, precisamente, De La Rúa.
Sin embargo, de regalo, el alfonsinismo nos dejó, junto al menemismo, el lagado de hierro del Pacto de Olivos, que algunos juristas llaman, con voluntarismo, constitución nacional. Con voluntarismo y mayúsculas.
Las cláusulas democráticas de nuestra constitución siguen sin aplicarse, como por caso los juicios por jurados y el artículo 14 bis, y los charlatanes que se autodenominan "constitucionalistas", vendedores de gualichos técnicos, no andan muy sonrojados que digamos. Ahora, el tercer senador, el delirio de la "autonomía" , los débiles estados provinciales negociando con multinacionales por regalías, eso, sí, se aplica. Puntillosamente. Eso es el pacto de olivos. El progresismo declamativo de Alfonsín con la empomada bien real y reaccionaria de Menem. Y le dicen, también, constitución nacional.
Los recurrentes problemas de gobernabilidad en la ciudad portuaria, muestras las limitaciones de la fantasiosa "autonomía".
Los desequilibrios estructurales del país no se resolvieron: más aún, se profundizó el nudo de pobreza en el conurbano y se consolidó en el núcleo de riqueza en la pampa húmeda. Mientras, las economías regionales se desmantelaron. La clave electoral es la provincia de Buenos Aires, desde la reforma del 94, y sin embargo.
Los partidos políticos quedaron reducidos a nada. El estado nacional, incluso en la etapa kirchnerista, perdió poder frente a las corporaciones de facto. La provincialización de los recursos naturales resultó un fiasco.
Luego de Menem, hasta el día de hoy, ningún presidente pudo ser reelecto. La creación del Consejo de la Magistratura volvió a los tribunales aún más corporativos, cerrados y berretas. La creación de la jefatura de gabinete no sirvió de fusible ni dio más poder al congreso.
La incorporación de derechos humanos, pactos internacionales y ambientales, derivó en nada por fuera de la materia prima de la política; que ciertamente, no es el voluntarismo legislativo. Un balance bastante desalentador. Y sin embargo, el Pacto de Olivos no es parte de la agenda de discusión pública.
El delirio de crear una policía porteña que sea financiada por el resto del país (en vez de usar la policía que ya se usaba, sin pagar, a diferencia de, por ejemplo, los formoseños, los correspondientes impuestos para tener una policía) derivó en un escándalo institucional cuya raíz es el Pacto de Olivos: ningún fueguino o correntino va a votar en el congreso por financiarle la policía al distrito más rico del país.
En los planes del radicalismo, la ausencia de trabajadores industriales (el voto peronista de años atrás) en la ciudad de Buenos Aires, consolidaba el coto radical porteño, con un progresismo de derecha que expresaron bien De La Rúa y Olivera y Telerman e Ibarra. Pero, no previeron que el radicalismo saltaría por el aire tras el gobierno más reaccionario de la historia democrática, que encabezó, precisamente, De La Rúa.
Sin embargo, de regalo, el alfonsinismo nos dejó, junto al menemismo, el lagado de hierro del Pacto de Olivos, que algunos juristas llaman, con voluntarismo, constitución nacional. Con voluntarismo y mayúsculas.
Las cláusulas democráticas de nuestra constitución siguen sin aplicarse, como por caso los juicios por jurados y el artículo 14 bis, y los charlatanes que se autodenominan "constitucionalistas", vendedores de gualichos técnicos, no andan muy sonrojados que digamos. Ahora, el tercer senador, el delirio de la "autonomía" , los débiles estados provinciales negociando con multinacionales por regalías, eso, sí, se aplica. Puntillosamente. Eso es el pacto de olivos. El progresismo declamativo de Alfonsín con la empomada bien real y reaccionaria de Menem. Y le dicen, también, constitución nacional.
Ajá
–Entonces en la Ciudad de Buenos Aires aún está vigente el acuerdo con el Encuentro Popular para la Victoria, a la espera de una definición...
–Seguro, con la aspiración expresada a uno y otro espacio político de que nuestro objetivo, nuestro trabajo, está orientado a que se pueda confluir en una alternativa común para enfrentar al macrismo en el 2011. Es el distrito en el que encontramos mayor complejidad en esta política de alianzas, porque tenemos nuestra preexistente participación en el Encuentro Popular para la Victoria y lo que se está trabajando con Sabbatella es un objetivo mucho más amplio porque implica un acuerdo nacional. Pero claro que finalmente se tiene que resolver, porque no se puede tener una fuerza política que funcione en todo el país menos en la Ciudad de Buenos Aires.
Mmm, Heller, dejá de vender humo.
lunes, septiembre 13, 2010
que se vayan todos a la mierda
ja, a cuenta del futuro. Cuando venga míster destino, que es, lo sabemos, yanqui, me va a cobrar los días de joda, los viajes, las noches, las tristezas (ahí voy a protestar: no me mates, míster destino, por las tristezas, matame, porque la muerte es injusta, por las sonrisas de las chicas en las que no les acabé en la cara, esto es injusto, dios, no seas sorete, matame con glamour, que vaya la cámpora a la puerta, matarme con onda, un ataque al corazón, ni me lo cuentes, matame con cariño, pegame y llamame marta, o llamame majul, pero con onda, quiero irme, dentro de setenta años, contando desde ahora, 32 más setenta, cantando un vals o mejor una cumbia, una cosa así con mística, con brillo, este enfermito, me gusta, morirme, debe ser genial, y original, morirse debe ser re copado: las giladas que escribiste pasan a ser grosas por 48 horas, va a ser un momento delicioso, vengativo, quiero que los pibes canten en mi funeral, que se rían, una gran carcajada, sueño con una gran risa, en mi velorio, me he muerto, mierda, qué acontecimiento, jajaja, pero ojo, pa mi vieja, acontecimiento re groso, dame dos horas antes de morirme así firmo un montón de cheques, un chuanguí, mi ventajita, quiero morirme y cagar a varios, me voy a morir diciendo que no me arrepiento de nada, y que pueden, de paso, irse a la puta madre que los parió, cortita, a todos los que me mataron y no pudieron, acá estoy, haciéndome el vivo y peor aún, vivo. Vivo de verdad. Hasta pago el alquiler. El gas. La luz. Me hago viejo así. Todavía. Así.Y bue.
Queda feo. Y vanidoso. Pero cuánta algría me da. Me recontra cago de risa., tonto con sombrero, a mí me pagan, fijate, para escribir estas cosas.
En el fondo me pagan, y no lo saben, para levantarme minas. Y cómo garpa ser un fracasado. Cómo garpa. Je. Yo que vos averiguaría bien donde estuvo tu mujer esta noche. Sos demasiado bueno en lo que hacés, y triunfador, como para que tu mina no tenga una aventura con un tipo como yo.
Masivo acto en el Luna Park
En contra del nabo que hace informes en la pantalla gigante en el programa de Leuco. Iba a ir Néstor, pero bueno, va Cristina que es mejor.
sábado, septiembre 11, 2010
No sabés lo que me pasó...
Sí, ya sé, te dije que iba, quería ir, de verdad, te lo juro, pasa que. Bueno. Ultimamente. No sé. No llego adonde iba a ir, tampoco, o sea, no sé. Es gracioso. Estoy hecho un boludo. Grandote. Tengo en el placard, pará, un segundo, que contesto este mensaje, vos, decime, todo bien?, ja!, forrroooo, ya empezó la cumbia o todavía boludean con la electrónica????, un abrazo, voy para allá!!!!! ah,en qué estaba?, sí, que tengo un traje. Con corbata. En el placard. Quedo elegante. Aunque, verás, esta panza. Choripanes y vino. Berreta. De caja. Con mis amigos. Los barrabravas. Mi vieja los banca, eh. Vamos al frente. Me gusta eso. Me gusta la gente que le da el asiento a las señoras. Esos que te ven y te abrazan y te miran con chispas en los ojos. Que te quieren. Los que te quieren como sos. Me gusta Hank y los Negros de Mierda, queridos, yo, de una, al frente, respiro -con esta naríz que tiene calle, eh- el mismo aire que trae las fragancias poéticas de los geranios de las calles y el mundo que no vivimos y las azaleas que vendía casa por casa cuando tenía diez años, señora, quiere comprar tierra turbia para las plantas, gracias, mire el helecho que traemos, una maravilla, sí, riégelo una vez por semana, muy amable, taluego.
Los que se sacan la remera, que cantan canciones, que se acuestan después que yo. Esos que te pagan el bondi cuando andás sin guita, que te defienden cuando un novio celoso se pone en poronga. Los adoquines, la birra de litro, los mates al mediodía, las pensiones, jajaja, mi amor, compremos asado y llamemos a los pibes, los quiero, sí, y los extraño. Esta vida loca de aguinaldo. Que me la fumen todos los que me ningunean. Decilo, carrasco, te gustan los militantes, la vida de barrio, la melancolía de las minas, los laburos hasta las siete de la tarde y cae el sol y vas con un amargo obrero mezclado con soda, sos un pajero, te cagás de risa; te gusta, decilo, porque ahí sos capo, sos el que salió del guetto y trae a morfar tallarines con la vieja a la mina, la rubia, la de piné, la grossa, de, capaz, de TEA, y re mujer, a comer tallarines, te divertís, sos un sacado. Querés tirate por la ventana y volar por encima de los barcos, las carreteras, la soja, las tristezas, abriendo los sobacos para volar y volar, ir por ahí en una alfombra mágica y pedirle a dios, después de sentarte a tomar caña con él, decirle, dios, cuidame a la vieja, la prótesis, al Canoso que está embargado con el Hipotecario, al Loco Martínez que necesita una mina, nada del otro mundo, mirá, la hija del gasista, posta, un camión, sale con el jardinero ése que le marca las tetas, y qué tetas, a tomar el cuatro en la esquina, para el Loco, la rubia del jardinero. Con tuco, los tallarines, de mi vieja. Los domingos. Vamos las palmas. Me gusta el rock, los recitales. Reencontrarme con el Cabezón, nos unen, los suicidios de los pibes, cuando fuimos adolescentes. Se hubieran quedado. Esto, Nahuel, revienta. A ver. No salió tan mal. Y estás muerto. Tan olvidadamente muerto. Y yo acá con el Cabezón, preparando citas. No de Virgilio, sino de johanas. Decilo, Carrasco, sos un ególatra. Y te estás quedando pelado. No te entran los pantalones. Amanecés en el banco de una plaza. Sos impresentable. Y te gusta. Te divertís. Le tomás el pelo a la gente. Te cagás en todo. Y todos. Y sentís culpa. Te entristecés cuando va anocheciendo, en una piecita, mirás la caída, del sol y de las esperanzas, todo se hace de un amarillo tan de nostalgia. Bien pajero, sos. Venís, hoy, escribiendo un montón de nada para (no) decir una sola cosa: a la Colo, y a Franco, contales que estás llorando, que te duele lo que hiciste. Que querías, sí, pedirles disculpas. Pero querías que te crean y te entiendan. Deciles la verdad.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)










