Por debajo del cinismo de Perfil y Clarín -hay una puerilidad tan drástica en andar fabricando carroña- hay una operación de sentido muy compleja; que les sale, casi sin querer, como reflejo de la podredumbre intelectual en la que caen empleados que, en última instancia, defienden nada más que los negocios turbios de dos familias. Dos. Emparentadas. La Nación, con elegancia, quizás por menos pruritos ideológicos, cae menos en esta vulgaridad. Aunque sabe que este circo le conviene, aún a pesar de la verguenza ajena. Dos familias, emparentadas.
La foto de uno de los presuntos asesinos de
Mariano Ferreyra con funcionarios del gobierno nacional desató el previsible regocijo de sectores a los que ya no les importa nada. Por dos familias. Emparentadas.
Pero es curioso que entre esas fotos se incluya una que tiene menos sustento todavía, la de Sandra Russo.
No sé, pero estoy casi seguro, que a ella la paran en todas las esquinas para pedirle sacarse una foto. Un funcionario público, en cierto modo, se acostumbra: después de todo, necesita de ese acompañamiento, de esos votos. Que se cuentan de a uno. Un periodista, no tiene porqué. Aunque, en general, accede.
Igual, no es el punto.
Ayer Clarín hace una entrevista exclusiva con el presunto homicida, en el despacho del abogado. Antes de que llegue la policía a detenderlo. La filman. Sacan fotos.
Porqué el periodista de Clarín, al tener una foto con el presunto asesino, no queda implicado? Por qué?
Quiero decir, porqué un periodista si trabaja para De Narvaez o las dos familias, emparentadas, si resulta más o menos apreciable para el cholulaje -pongamos un Luis Majul, un Leuco- y un día alguien lo para para sacarse una foto, no queda pegado al fotografiado? Es solamente porque nadie, hasta ahora, había llegado tan bajo, a tanta miserabilidad, a esta escatología? En parte, sí. En parte, no.
Es también porque en la mentalidad retorcida de tipos como Darío Gallo, Sandra Russo no es una periodista, una colega de él, sino un dirigente político. El caso de Gallo es el más interesante: el chico twitter -maneja un vocabulario de 140 palabras, 80 de las cuales son insultos- tiene un blog que se llama "el periodista". Ni ahí del nivel intelectual y cultural de Sandra Russo, cero sofisticación, jamás una idea compleja, ni por asomo algo que pueda servir como material de estudio. Sandra Russo, sí. Pero, de pronto, hay un gobierno que lleva adelante una agenda por la que Russo -desde, que yo sepa, los 90 (antes no la leía, tengo 32 años)- peleaba.
Sólo la lógica binaria permite este disparate. Pensar esto en los 90, por ejemplo, hubiera sido imposible.
Empleados de empresas con fuertes intereses políticos de pronto se piensan como EL periodismo, independiente, y el resto son actores políticos. No militantes, porque ahora, por suerte, la palabra militante reemprendió un camino de belleza, sino operadores políticos, algo así.
El razonamiento es simplote y binario, crispado e hipócrita, imposible casi debatirlo, porque cierra el camino a la legitimidad del decir del Otro. No hay Otro. Somos El periodismo, el resto operadores políticos. Por eso una foto te incrimina. No hay con quien discutir: si quien habla no puede hablar porque es un operador político, y si habla está atacando la libertad de expresión, entonces, no hay con quien debatir. Poco importa la chatura con que la Cadena Nacional de Gente Linda repite como loro, una mismidad afixiante. No, poco importa. Es EL periodismo. Sus fotos con De Narváez no los vinculan a los traficantes de efedrina, sus fotos con Kirhcner no los vinculan a El Dueño, sus fotos con Magnetto no los alejan de todos los organismos de DDHH: pasa que están, los organismos, cooptados. Oh, lo puro, lo independiente, si hasta trabajan por el puro placer de narrar, críticamente, la realidad. O bien, sí, es cierto que Sirven cobra por escribir, pero eso no importa porque es La Nación -los socios efectivos y reales del estado- si escribiera, Sirven en La Nación, es porque te pagan para escribir. Dado que uno es periodista, el otro operador político: desde el momento en que se deja de pensar como dos familias, emparentadas, se sale de la condición de periodista.
Es muy loco.
Y absurdo.
Los Noble y los Mitre, festejan.
Y Fontevechia, tras fracasar con el fondo de los lectores que dirigía Nelson Castro, dejó de tener problemas de papel.
Cositas que tiene el periodismo. Independiente.