Lo bueno es que vamos a parar de verimágenes de Japon y del inminente -si es que aún no ocurrió- fin del mundo y de la especie humana tal y como la conocimos, gracias Moyano. Tampoco, los previsibles bombardeos por parte de Obama, premio Nobel de la Paz, a los libios en busca del petróleo. EL TEMA es el paro al que convocó el gremio de Moyano como demostración de fuerzas hacia varias puntas. Ajá. ¿Y? ¿Se acaba, ya no en Japón, sino acá, el mundo, la especie humana, el kirchnerismo tal y como lo conocimos hasta antes de ayer?
Los sindicatos tienen derecho constitucional -no así las patronales- a convocar a un paro. No todas las razones esgrimidas son válidas. Pero, primero: si el socio de Yabrán, Alfredo De Angelli, que hizo una denuncita torpe e infundada sobre que "me ofrecieron guita" para frenar la ilegalidad de la salvaje medida de fuerza patronal, en defensa, precisamente, de muchísima guita -suya y de su clase social- escalaba y prendía en la cadena de medios de comunicación privada, un "paro" de la Federación Agraria no hubiera sido mal visto. Digamos, si esta escena sucedía un par de años atrás.
En casi todos los países, el capital concentrado y los sectores del medio para arriba tienen una mala imagen de los sindicatos y los sindicalistas. Esto sucede también en países donde prima el estado de bienestar. Por caso, la socialdemocracia sueca, el laborismo inglés o los demócratas yanquis, prácticamente no incorporan dirigentes gremiales en sus listas legislativas, ni que hablar ejecutivas.
El peronismo, que a pesar de Altamira insiste en ser la representación política mayoritaria de los trabajadores, tampoco ya es lo que era, pero los sindicatos no tienen otro partido o movimiento político que los cobije ala par que nutrirlos. O sea, además de las convicciones, tradicionales históricas, pertenencias doctrinarias, hay una racionalidad instrumental pura y dura.
El paro de Moyano o del sindicato de camioneros
es una jugada a varias puntas, pero lo definitorio es que se basa en una lógica distinta a la lógica de comprender la política de la mayoría de los analistas. Se basa en la representación efectiva, instrumental, demostrable y racional de esa representatividad. No en lo que opine la nebulosa opinión pública.
Son dos lógicas que se tensan y conviven. Sobretodo, al interior del kirchnerismo, por la tradicional vocación de mayorías del peronismo y por la tradicional defensa de los intereses gremiales de los gremios.
No se trata sólo de que cancillería -esto es, el costado no peronista del kirchnerismo- haya dado lugar al exorto bizarro del gobierno suizo, sino también de otras cosas que suceden de costado. Por caso, la interna por la sucesión en el justicialismo de la provincia de Bs As, la integración gremial de las listas legislativas, y la interna porteña, donde el apoyo de la CGT conducida por Moyano expresa el desagrado hacia Tomada, ex abogado de los Gordos. Que, hoy, enfrentan una elección crucial: la de Cavallieri, con padrones aprobados por el Ministerio de Trabajo, al frente del gremio de empleados de comercio. El padrón, ese padrón, es la clave de la permanencia de Cavallieri, un burócrata sindical con todas las reglas. Nuestro Momo Venegas, digamos.
Yo no tengo problema que los dirigentes sindicales tengan reelección indefinida, al contrario, la rotación cosntante y la alternancia, debilitan las instituciones sindicales, lejos de fortalecerlas. Pero eso no implica per se representación: si no tuvieran un guiño del Ministerio de Trabajo -del quizás mejor ministro de trabajo desde el regreso de la democracia- burócratas como Cavallieri, Zanola, Venegas, no estarían al frente de sus gremios ni manejarían los millonarios subsidios para las obras sociales. Que, para decirlo simple, benefician a las grandes multinacionales de la salud. ¿O es que la mafia de los medicamentos no le vende a los grandes laboratorios? Epa! Hay un problema epistemológico, una ingenuidad conceptual, un boludismo muy grande al presuponer que los laboratorios-esos auspiciantes de programas políticos del cable que no mira nadie, pero hechos por periodistas que trabajan a bajo sueldo en más prestigiosos medios, generalmente gráficos- son ajenos a la mafia de los medicamentos.Son la mafia de los medicamentos. Son la punta de la aceitada maquinaria de la mafia de la salud.
Y Moyano no tiene nada qe ver con esa mafia, pero por obra y gracia de operaciones de prens, ya prácticamente es el creador del cáncer.
El núcleo duro del kirchnerismo estáen la CGT, que discute la participación en las ganancias de las grandes empresas. Es, junto con algunos organismos de derechos humanos, de las pocas entidades -la CGT que conduce Moyano- que tienen una agenda propia y progresiva al interior del dispositivo kirchnerista. Hacia afuera, la derecha, matizada, claro está, entre Pino Solanas que se vuelve loquita si le sacan Fibertel y el racismo semianalfabeto de Macri.
Moyano hace una demstración de fuerza, en defensa de sí mismo. Claramente. Y lo peor, es que todos presuponen (yo también) que la fuerza que demuestra, bajo la lógica de la representación de los trabajadores, es real, tangible, y potente. No es el caso de Venegas, de Pedraza, de Zanola, de Cavallieri.
Ciertamente, Moyano se atribuye una representación que sí tiene. La lógica cultural predominante -claramente reaccionaria- considera que 100 días de decomisamiento de camiones para desabastecer la población y que lleven upa al socio de Yabrán, Alfredo De Angelli, merece cacerolazos y loas al nuevo mártir de la dictadura K; pero un bizarro pedido del gobierno suizo sobre la cabeza -no judicial, sino mediática- del líder de la CGT, debería responderse con una guillotina pública en plaza de mayo a Hugo Moyano.
El kirchnerismo, al carecer de adversarios políticos -hasta sus voceros formales califican al Grupo Ahhh de dilatados estúpidos- y enfrentarse de verdad a corporaciones poderosas, esas que dejan sin internet al pobre Solanas y encim le bajan el valor de sus campos de soja, tiene que convivir con estas tensiones que trastocan, principalmente, imaginarios constituídos, pre existentes, e intereses tangibles en el plano político de la representación.
Hay paro, hay disputa, hay pelea, hay choque de intereses, hay operaciones, y hay demostraciones de fuerza.
Si yo fuera camionero y me enterara que en manos de Oyarbide, ese impresentable oportunista,
cae un escrito del gobierno suizo sin sustento jurídico, en plena disputa por el reparto del dinero de las obras sociales, una avanzada contra el núcelo duro del dispositivo kirchnerista, y una estocada cultural y mediática a quien me consigue aumentos y beneficios que más de un trabajador de cualquier otro rubro quisiera,entonces pararía y marcharía el lúnes.
Pura racionalidad instrumental.