La ultraderecha se siente inexpresada. En rigor, siente que su expresionismo -una especie de escuela artística- es ineficaz hasta el colmo. Es el lanatismo inilustrado. Son vanguardistas, violentos, desgradables socialmente, gente que no habla de plata en la mesa, digamos. POr que puede escuchar la mucama con cofia, paraguaya y negreada pero que ya es "como parte de la familia". Aún cuando esas familias hablen en voz baja de los parientes pobres.
Ése componente, minoritario dentro del amplio cacerolazo, que expresa a una derecha menos radicalizada, igual de impresentable por su falta de experiencia política, por la historia de este país donde la derecha conservadora siempre fue la iglesia, el campo y ejército, la santísima trinidad del gaucho, el milico y el cura; ese componente más radicalizado es el que se va a organizar políticamente. Nutriendo las filas de la derecha portuaria. Y en la Pampa Húmeda, más lejos del irrealismo mágico de una Patricia Bullrrich o Fernando Iglesias apostarán su Reutemán de oro a Scioli. No a Massa, que es un intendente, en última instancia, casi nada como para que un chacarero de Palermo con casa en Tigre lo tome en serio. Y a Macri lo ven muy pelotudo. Por eso su incapacidad de armar un partido que no sea vecinal, por la falta de resortes y clivajes de mayor comprensión del momento y la historia nacional.
Lo que el kirchnerismo puede neutralizar es el amplio centroderecha que acompaña o mira con simpatía las manifestaciones de impotencia política orgánica que expresa esta derecha en la calle.
El problema es el costo (fiscal y político) de eso.
En la cuenta, quizás al kirchnerismo no le convenga y la actual actitud, de mayor prudencia que en ocasiones anteriores, sea la más eficaz.
Eso en el plano del análisis.
Ahora, yendo al plano de lo práctico, si al gobierno lo acorralan por derecha, es un deber cerrar filas. En defensa de lo conquistado. Así que cuenten conmigo para lo que haga falta.
Estuve releyendo el libro de Beatriz Sarlo, La Audacia y el Cálculo. Su ya histórico desprecio por el estudio y la vocación de sarasear hacen que lo que diga sobre Twitter haya quedado, incluso para gente ignorante como ella en la temática, viejo a menos de dos años.
Sostiene, todo lineal como el camboyanismo de sendero luminoso donde aprendió a despreciar el estudio y el saber, que las cosas se miden por la cantidad de "seguidores". Y se pregunta, de manera inteligente, si esos seguidores no pueden estar "desactivados". Sí, obvio. Luego, con esa vocación de que mirarse su haraganería es contemplar el mundo, dice que "en realidad nadie puede saber cómo los blogs se leen" dado que las redes sociales que lo replican no pueden calcularse su alcance.
Aunque la respetable señora desconozca el asunto, no, no puede calcularse. Los contadores, contra la extendida creencia, no son nunca exactos. Y en las redes sociales, menos.
Hay una cuestión obvia, pongamos el caso de Twitter: sobre 30.000 compañeros seguidores, ¿cuántos están presentes ahora y siempre? No puede saberse. En mi caso, por ejemplo, me consta que hay dos que están fallecidos: Iván Heyn y Jazmín De Gracia. Aún me siguen. Vaya uno a saber cuándo y cómo se desactivarán, qué macabro suena siquiera pensarlo, esas cuentas. Ahora, a las 4:45, cuando me acabo de levantar, el contador dice 31.152. Pero, cuántos hay leyendo, no se puede saber. Tampoco se puede saber cuántos leen sin seguirte -se puede más o menos tomar consciencia, y en mi caso, se basa en el choreo que suelen ejercitar los nuevitos en el campo de la lucha ideológica del periodismo "militante" que se dedican a chorear ideas concurrridas (mentira, eso lo digo para joder. Bah, es verdad, es así, pero bue). y hay índices de influencia hecha por robots con cálculos algorítmicos fácilmente manipulables si se conocían previamente las coordenadas de los motores que calculan los algoritmos de google. El problema es que esos cálculos no cuentan la participación en "listas", donde uno no decide estar. Y hay otro aspecto estratégico, que son los favoritos y réplicas o RT, que cambian, para decirlo mal y pronto, de manera multitarjet. Por ejemplo, a las 4 y media de la madrugada, recién levantado y aburrido escribí "¿por ahora los beneficios de YPF serán sólo ideológicos?" que, de haber sido escrito en las horas pico de tráfico, que coinciden con la TV (pues operan contra la TV) inmediatamente tendría repercusión en el microclima opositor del Partido Clarín, que en 140 caracteres sí puede moverse con soltura, lanateando. Ya escribir algo más largo y más complejo, es difícil. Más si, recordando a Lanata, pobre, lo siguen atacando así desde google: antes se podía inventar y plagiar a la bartola, ahora, se te cagan de risa.
Como el microclima de militantes rentados del Partido Clarín cree que hacen falta "arrepentidos" que confiesen que era todo una mentira, les agarra un ataque de nervios ante esas cosas, que si uno alimenta con habilidad, por ejemplo, peleándose con los nuevos luchadores sociales por los derechos humanos -esos septuagenarios que pegaron un contrato y hoy, que hay más paz que en las montañas de Heidi, darían la vida por Cristina y toda esa mersada de los pibes para la liberación que van a esconderse abajo de la cama cuando hay medio problemita que no sea del campo semiótico- inmediatamente se arma revuelo entre no más de 20 personas, sí, señora, 20 personas, que en tres minutos parecen 20.000 y, si lo parecen, terminan siendo, efectivamente, en tres minutos, 20.000 y en 6 minutos puede llegar a agregarle ceros a la ecuación. Luego, eso baja. Pero nunca del todo, ni pasados varios meses. Por que hay quienes leen eso desde soportes que cuantifican y seleccionan las cosas de twitter con temporalidades distintas.
Si escribo alguna gilada medio puerca y sentimental que retuitee Conie Ansaldi, eso tiene igual o más repercusión, pero ninguna polémica. Si eso mismo es retuiteado por Jorge Rial, tiene igual o la misma repercusión pero se arma alguna polémica.
Sin embargo, no es, meramente, un asunto de cantidad de seguidores. Sino de fidelización de los lectores, de interacción, de influencia.
Los twits de la presidenta, como no interactúa con nadie y los usa para pegarle a los medios tradicionales, no causan, al interior de las redes sociales, ningún impacto. Con 1.600.000 seguidores, no logra instalar temas en las redes sociales, sí en las agendas de los medios tradicionales (que es lo que, en cualquier análisis de lo que escriba, se deduciría que busca: lo logra, con eficacia)
En el otro extremo, sacándole bocha de ceros, con 65.713 seguidores Hermes Binnerd (había puesto mal 16.000, un lector en un comentario me señaló el error. Gracias) sí logra impacto, negativo, más vale, se le cagan de risa porque dice "feliz navidad" un 15 de enero o porque sostiene que hay desabastecimiento porque no está el último modelo de Toyota o porque le contesta a un fake que con picaresca lo deja como un boludo.
Algo parecido a lo que obtiene Cristina con el Always o con Ricardo Darín. Pero que son líneas de escritura y sentido secundarias en relación a la búsqueda, eficaz, de impactar en las agendas clásicas.
Hay un call center -hay varios, el del punterito coimero Cristian Ritondo, es el más burdo de la historia planetaria: y lo desactivó por una nota periodística (jeje)- de defensa de Luis D´Elía, el Hezboludeo o Quinteto Miles, que te corre con La Matanza si te le cagás de risa del tercer atentado que hará Al Qaeda, el Mossad y la CIA asesinando a la presidenta, porque son gente de mundo, que no supera el microclima y eso es un gran error, porque de lo que se trata es de que tu microclima de enlace con otros microclimas. Y esas cosas nunca suceden por la positiva. O sea, armarte un call center para que te defiendan es la pelotudez más grande del planeta.
La clave reside en la participación, cosa que es involuntaria pero puede más o menos establecerse estratégicamente, en listas que abarquen distintos microclimas, siempre considerando que, como al principio de los blogs, el ámbito "minitas hablando de lo malos que son los chicos" es completamente mayoritario. Por una cuestión de edad. El promedio de uso de esas redes sociales no supera la adolescencia. Es como mirar Duro De Domar, pero sin esa gente vieja que opina luego de los informes, jeje. Y que le sigue luego, donde hay sí algo de polémica, pero no mucho, el fútbol, que es el opio de los pueblos, con toda su violencia y racismo y progresismo para todos.
En los ambientes de colonia Mujercitas (contra Hombrecitos) la idiotez enamoradiza que bordee el cinismo adolescente puede ser replicada hasta el infinito, y las redes y solidaridades que los entrelazan son autocentradas. No hay polémicas. Y por lo tanto, aún siendo mayoritarios, no trascienden. Son carne de cañón de los medios tradicionales con pocas ganas de invertir dinero en contenidos cosa que los hacen participativos y toda la sarasa: reemplazan el llamado telefónico a la radio por "escribime un tuit". Mueren ahí.
La clave es operar sobre lo que es genuino de la red social. Un Mascarini (un chico con problemas de desarrollo que mecha unos poemas malísimos y cursis con informaciones sobre los trenes del conurbano) o un Fernando Iglesias, un Quintín, o los principales fakes, bah, los que concentran un público sofisticado y culto, como el Coronel Gonorrea o la Doctora Pignata o Lubertino, que es real pero tan mamarracho que no lo parece. Es decir, lo que no tiene exterioridad (así como el Pibe Trosko no existe fuera de Twitter, Lubertino o Fernando Iglesias tampoco: tienen carreras políticas, pero gozan de una desprestigia -funcional en twitter- irrelevancia). Lo que tiene exterioridad es para cuentas muertas y gente que no escriba mucho, si escribe, si se pone en el terreno de lo real, ahí, necesariamente, surfea en aguas peligrosas. Un Fort, por decir alguien que es pura exterioridad, si escribiese más seguido perdería seguidores. Porque no tiene nada para decir. Bueno, nadie tiene nada para decir, pero el asunto es que no se note.
Andy Kusnetzoff por ejemplo, puede crear su círculo propio, inmenso, cruzando diversos mundos. O Tognetti puede instalar una nota en el mundo donde circula (que es el mismo que yo, pero el suyo más grande) con eficacia, porque le da un sentido específico a la red social y porque linkea, que es para eso, un ámbito donde sólo caben 140 caracteres, para hacer circular links de cosas más extensas, donde cada formato pierde su áurea y jerarquía de exterioridad previa.
El mismo resultado que puede conseguir Florencia Etchevez al responder, sin discernir demasiado si quien habla es alguien con 30 seguidores o con 2.000 y mezclándose en diversos microclimas.
Casi todo lo demás, es una pizarra donde Sultano le contesta a Fulano y Mengano, que la mira desde afuera, opina. Y luego sale "publicado" en tal lugar y muere sin provocar ni revocar sentido pero, quien tiene una pizarra mágica, sólo buscaba eso. Y hay un montón de gente que gusta vouyerear el porno amateur.
Me vuelvo a dormir, chau.
Eduardo Antín, alias Quintín, es un bloguero marginal ubicado en una derecha furiosa y fanática. Que, como los kirchneristas que se hicieron funcionarios, abandonó su blog, porque hoy escribe en Perfil. Acá su blog. Es una especie de hermano menor de Fernando Iglesias pero con un lenguaje más básico pero con infinita mayor cultura que el casique de la Coalición Cívica (casique diputado, casique escritor, casique periodista).
Quintín es un crítico de cine destacado al interior de ese ámbito y fue una referencia en ese sector.
Pero fue gracias al kirchnerismo que logró un poco de relevancia, merecida, porque tiene cierto estilo para transmitir un evenenado resentimiento que surgió cuando, siendo director de la prestigiosa revista de cine El Amante y entusiasta kirchnerista junto con Gustavo Noriega, recordado por su paso en Duro de Domar (como a mí, je). El problema es que Quintín, que había apoyado -de eso vivía- todos los gobiernos desde el final del menemismo fue echado de su cargo de funcionario porque robaba. Junto con su esposa, encima. Entonces abrió su blog, junto con otros intelectuales, luego se peleó con todos por ese asunto que relato, de ahí a Perfil y la constante calumnia militante en los comentarios de los blogs más leídos: ya lo verán por acá. Personalidad oscura y amargada, vive del resentimiento militante, como Fernando Iglesias pero con talento y formación cultural. No así formación política y eso se nota un poco. Ya no escribe de cine hace rato y esta ya larga introducción es para destacar su columna de hoy en el sitio que lo merece: el blog de Fontevecchia. Como todos sabemos, Fontevecchia es rico y por lo tanto a su blog lo hacen empleados, a veces sale en papel y aunque está conectado a todos los echados de esa cueva de delincuentes que es la SIDE y vende carne podrida que si no está acordada con Daniel Hadad o Héctor Magnetto, nadie se entera; y Fontevecchia, un agudo analista, desperdicia con caprichos de niño rico que heredó dinero -más el aporte de la Embajada de los Estados Unidos- o sea, citando con liviandad intelectuales que desconoce y dirigiendo la sección "Hablando bien de mí", que es, paradójicamente, la mejor por lejos. Fontevecchia se llena de elogios éticos y se autonombra periodista y todo el resto de las secciones son chimentos de baja estofa.
Vamos a la columna de Quintín, quien viró de un duhaldismo kirchnerista a una especie de izquierda a lo Fernando Iglesias, una izquierda que encuentra en Carrió su principal referente, con el agravante de que ni Carrió los puede ni ver. Lo que van a leer es un enfermizo viaje al desvarío, pero de colección, una postal de lo idiotamente fascista que te vuelve el odio ciego:
SIN LOS K
La izquierda futura
Por Quintín
02/02/13 - 12:38
Nadie tiene la bola de cristal y menos con el kirchnerismo, pero da la impresión de que el fracaso económico y social del Modelo unido a la prepotencia, la alcahuetería, la mentira, la corrupción y la ineficacia son demasiado notorias como para que el sistema vertical de Cristina Kirchner se perpetúe: hay un aroma cada vez más penetrante a final de régimen, a dictadura que se queda a mitad de camino.
Mientras seguimos pensando si el vaticinio se cumplirá, es natural preguntarse por lo que viene después. Tal vez la única coincidencia entre quienes aborrecen a este gobierno sea que el futuro sin los K no será maravilloso. Pero a partir de allí, los temores se dividen radicalmente.
Los antiperonistas clásicos –que cuando Duhalde asumió la presidencia pensaron en el fin del mundo– y los progresistas –que cuando Macri asumió la jefatura de gobierno hicieron otro tanto– creen que la llegada al gobierno de un peronismo más tradicional o de un partido de derecha será más un retroceso que una solución. Mientras que otros estamos convencidos que la disyuntiva que el kirchnerismo instaló en el futuro de la Argentina es entre una democracia republicana y una dictadura populista. Así, advertimos que el kirchnerismo no es el único en admirar a Chávez y a los hermanos Castro, en impulsar una geopolítica de corte soviético y un sistema político sin respeto por la libertad.
No existe entre nosotros una izquierda democrática sólida, y la que hay sigue coqueteando con el nuevo totalitarismo latinoamericano, desde la ambigüedad de Sarlo o del FAP a las certezas de Laclau y de La Cámpora. Para poner un ejemplo, acabo de enterarme de la existencia de un grupo llamado Marea Popular, que controla los centros de estudiantes de cuatro facultades de la UBA. Chavistas locales, no se diferencian en nada de los kirchneristas más acérrimos salvo que (por ahora) no pertenecen a sus estructuras leninistas aceitadas con el dinero público. Pero el país que quieren no se parece a Suecia sino al de los sueños huecos y violentos de los setenta.
La excesiva carga de entusiasmo en ocasionales, nada más que ocasionales, fotos de la reunión de un dirigente opositor con otro; la excesiva carga de entusiasmo por parte de quienes escriben la narrativa algo desvencijada de la oposición muestra, más que la imposibilidad de una fusión opositora en una gran
Una cautelar no mide relaciones de fuerza. Una ley, en algunas ocasiones, sí. El kirchnerismo impulsa la ley de medios en las condiciones de mayor debilidad de su existencia como fuerza política. Para las grandes mayorías aparece la novedad invisibilizada: la soledad de Magnetto, el odio que concitaba en los diversos ámbitos democráticos.
Fui a un "debate" -esos griteríos televisivos donde los que representan ideas marginales o castigadas electoralmente, son Gardel- y Fernando Iglesias, le pedía a la moderadora, que no lo presentara como parte de la Coalición Cínica. Una verdadera basura. Naturalmente, al comenzar el debate yo lo trataba como de la Coalición Cínica.
Una persona de mierda, Fernando Iglesias. Mal tipo. Y un sorete. Pero después de apretar a Carrió con irse de su empresa si no lo ponían en las listas, finalmente lo pusieron debajo de otra basura mundial como patricia Bullrrich, que fue reelegida diputada en la lista sábana, por la empresa de Carrió. Ahora, la saltimbanqui, que festeja en su cumpleaños el Día de la Deslealtad, está en el partido de Macri. E Iglesias está en el Partido Clarín, esperando, en alquiler, que le ofrezcan una candidatura. Por que fue castigado electoralmente. Se lo conocía demasiado. Como a Silvana Giúdice. Eduardo Amadeo. No muchos más.
Pero días atrás estaba tomando un café en Palermo. Pasó Estenssoro, la senadora que fue escondida en la lista sábana con el otro, no me acuerdo el nombre, que se alquiló al kirchnerismo ahora. Un tipo, no me sale el nombre, con un pasado nefasto en la Facultad de Filosofía y Letras. Una joyita, de esas que compra el gobierno y los blanquea éticamente. Ja. Bueno, Estenssoro, se pasó al rejunte freaks de Binner, después de las elecciones. Una basura de persona. Iba con Norma Morandini, senadora nacional de Clarín, que fue candidata a vicepresidente de Binner. Es, en general, gente sin ética, que ni siquiera creen que deben explicar la violación de los contratos electorales, por favor. Qué chantas. Y cuando se alquilan a otro partido por el que no fueron votados, se van solos. Con sus contratados. No tienen militantes ni lealtades ni compromisos, la juegan de librepensadores pero son un asco antirepublicano, una máquina compulsiva de violar los contratos electorales y usar las instituciones para beneficio familiar.
Bueno, el asunto es que Norma Morandini y Estenssoro salían...de la casa de Elisa Carrió.
Mamita, qué mersa más rara.
Cabanchik, me acordé.
Bueno, ese ahora es nuestro. Hasta que se le venza el contrato.
No tiene el kirchnerismo, de su lado, el (quizás, además, abusivo tácticamente) recurso del "factor sorpresa" para el #7D.
El microclima vive, vivimos, de ésto: por primera vez, en democracia, algo tan normal y liberal en el capitalismo central y tan poco frecuente en las economías dependientes como el desmembramiento, a través de instituciones republicanas, de un monopolio, está, señora, a punto de suceder.
La estratégica derrota moral de la derecha argentina, que con la precariedad intelectual de Lanata se dejó conducir al desastre venezolano, opaca el recrudecido aislamiento político del Pistoletazo (epílogo de un desgaste innecesario de la variable de insubordinar a las fuerzas armadas. Probablemente, sino hubieran ido tan lejos, partidos de historia cuartelera como el socialismo y el radicalismo, o sus hijos dilectos, el PRO, no se hubieran desmarcado tan rápida y contundentemente, contribuyendo, así, al aislamiento del golpismo) e indaga sobre la crecida soledad del Partido Clarín. Dónde cuenta con la bandera de rendición de cualquier causa, no importa si se dan cuenta: si tu causa la defiende Patricia Bullrich o Eduardo Amadeo, ambos con destino de verguenza electoral como Silvana Giúdice y Fernando Iglesias; es que en realidad, estás presentando bandera de rendición. De rendición incondicional. De prepotencia guaranga antes de estrellarte contra la pared.
De todos modos -bah, nunca es posible pensar después de todos los modos posibles, pero, digamos, después de acontecidas las variables más previsibles- la batalla legal no haría más que encorsetar, dicotómicamente, el ring de la disputa política que derivará, siempre y cuando la derecha salvaje respete, como hasta ahora, las rutinas institucionales, en el condensamiento que definirá la continuidad del kirchnerismo en la modalidad de Cristina como presidenta, del 2015 en más.
Las elecciones de 2013 serán un plesbicito en torno a CFK.
Todas las fuerzas sociales y económicas coinciden en este punto.
Pero, además, serán también un test que abrirá las compuertas para pensar qué quedará cuando finalice la presidencia de CFK o la conducción de la fuerza política mayoritaria: cuánto podrá, el eventual corrimiento a derecha (sea en 2015 o sea en 2019) mojar, la derecha salvaje.
Para decirlo en criollo: si se repitiera el cuadro de distribución de responsabilidades de 2011 con un kirchnerismo abrumadoramente mayoritario, secundado por un progresismo conservador y oligárquico como el de Binner y luego por las esquirlas del narcoradicalismo y el narcoperonismo, entonces, señores, el monopolio Clarín será, sencillamente, historia.
Y el Partido Clarín se irá diluyendo en su rencor.
Con el agregado, algo cruel, de que la memoria popular, tiene, siendo amables, plazos medianos para el olvido. O más bien, plazos largos. Tanta agresión no es gratuita.
Son el Parido de Clarín, su debilidad política. Reemplazantes de los vergonzosos Silvana Giúdici y Fernando Iglesias, los responsables, además, de dejarse en la marginalidad política a El Hijo De alfonsín (cuánto hace, tiempo indicativo, que no escribía El Hijo De alfonsín, ja, nadie lo juna ya: y le echan al culpa a su narcoalianza, pero, el radicalismo, cuando puso a alguien serio, Barletta lo es, es decir, a su costado PRO, ni ahí se cree que su problema es la narcoalianza, sino el giudismo, boludismo conceptual que remite a hacerle se señorita, apelando al lenguaje carcelario, a Clarín) y de dejarse, respectivamente, en la marginalidad política a Carrió.
Caídos en la desgracia de vivir, para marcarle, como logran por que el gobierno no encuentra otro acierto estratégico que a la vez engarce con la reelección, asunto que remite a ese Plan B ya políticamente debilitado que es el Cachafaz Errante, el vicepresidente que voté, para marcarle, decíamos, la cancha al gobierno el Parido de Clarín, ya nomás el Partido de Clarín, recurren a la atención por sus propios dueños. Pero para que tenga alguna legitimidad en esa otredad que es lo institucional, están los cuatro quesos. Milman, Bullrrich, desgraciadamente Pinedo, que puede ser reemplazada por Michetti o el propio Macri, es decir, los que están con muuuuucho tiempo libre en el PRO, y un radical a elección de su tradicional, familiar y propietario bloque de diputados nacionales del radicalismo, los que pueden divertirse con la catilinga de la ideología republicana, mientras tratan de ganarle una interna a los senadores de su provincia.
Lejos, en el tiempo, Cicerón hizo cuatro famosos discursos. Agrupados en Las Catilinarias.
Lejos, en el tiempo, el radicalismo tuvo un pasado preperonista, que, no, tampoco, pre Uriburu con cuatro catilinarias republicanas. Como la propia formación de la Unión Cívica de la Juventud, que tras las purgas derivó en la revolución del Parque, en la abstención y la asunción de Yrigoyen.
Hoy, queda, como consuelo, la catilinga. Una derivación tilinga de esas catilinarias. Ya se sabe hasta en la iglesia católica que sólo se tiene nostalgia del pasado mítico fundacional cuando se está por morir una institución.
Los radicales, incluso, ni siquiera concurren a los comités del Parido de Clarín, entre otras cosas, por que perdieron la interna con el PRO, el Parido de Clarín, cuando los radicales habían sido ni más ni menos que el Partido de Clarín.
En los laboratorios radicales (no así en los laboratorios de De Narváez) y, más importante aún, en las cocinas de sus internas (no así en las eh....especulaciones de De Narváez) se sabe que terminan en el PRO: aunque, hay un sector que dice lo contrario. O sea, el PRO termina en el radicalismo. Mientras, la catilinga republicana, que ya nadie se cree. Después de De La Rúa. Y De Narváez. Y De Macri.
Patricia Bullrrich, eterna diputada de nadie, fue electa por Carrió. Al igual que un tal Gerardo Milman, que después se mudó al FAP¨, el Frente Antiperonista de Binner. Gerardo Milman goza de un prestigioso desconocimiento. En medio de esta guerra comercial en el periodismo, ser desconocido es un activo de sobrevivencia. Según me dijo el Ministro de Turismo de la Nación, Enrique Meyer. Es decir, no le dan bola en ningún lado trincherota de la ética y la libertad de expresión y todo eso. Antes, cuando existía la política se le llamaba en su cínico lenguaje "reporta a..." En fin, el 10% de su sueldo se lo da a Margarita Stólbizer, y lo ha acompañado en cada mudanza partidaria, cada dos años, cuando se vecen los contratos de alquiler. Porque no son como Patricia Bullrrich, que no respeta los contratos de alquiler.
El dato político es que son de cuarta. De cuarta categoría del monotributismo político. Nadie toma "como si" fueran Macri y Binner los que hablaran. Hablan ellos. Se despegan. Creyendo, como en buena parte del gobierno, que el 7 de diciembre, cuando la corte suprema puso una postita para que tal vez quién sabe capaz veremos Clarín cumple con la ley. Cosa poco probable. Dado que a ningún actor importante del mapa decisorio le sirve en este momento. Aunque todos hacen como que sí.
Cumplir las leyes es para la gilada. La gente importante no necesita cumplir la ley.
La corte suprema especula hasta las elecciones legislativas donde se plesbicitará la reelección de Cristina (asunto que saben todos los actores decisorios, aunque hagan como que no) para ver si le ponen el vicepresidente a Magnetto o a Cristina. No van a poner ni un concejal en Calamuchita, pero andá a explicarles eso a esos egos.
Magnetto, el Grupo Clarín, están los más pancho en esta ilegalidad. Por razones obvias.
El gobierno, incluido el lumpenburguesariado del relato, triunfó, arrasó electoralmente sin que un solo nuevo medio de comunicación posibilitado por la ley de medios. Todo lo nuevo, como un escenario sin monopolios, genera, al principio, miedo. Y además, problemas. Por ejemplo, actualmente existe la profesión de "Especialista en títulos de Clarín". Si el Grupo Clarín dejara de ser un monopolio, el diario, que seguiría existiendo pero de manera más violenta, dejará de ser, como hoy, un órgano corporativo. Que le habla a sus empleados. Como los diarios que sólo compran en las oficinas estatales. Para que, en los escritorios donde engordan mis amigos del Ministerio de Producción, ¿es Débora Giorgi la Ministra?, ni idea, para que ellos lean, al otro día, la respuesta a Clarín. Indignados. Excepto cuando Clarín habla con la verdad -las declaraciones juradas de los gorditos a los que no les va tan mal- el resto, es sólo contestar lo verosímil. Por ejemplo, lo de las cárceles. Asunto en el que yo, como se sabe en el campo de lo verosímil, tallo mucho. Desde mi lugar de...bueno, eso que hago, de andar piropeando chicas. El Extranjero, sublime novela de Albert Camus, su primera novela. Conecta (espacio de publicidad) con El Extranjero cantado por Pagliaro, en este caso, conecta.
Con Rafaelle Zappamiglio, cantante italiano, desconocido en estas pampas lejanas. La reciente muerte de Gian Franco Pagliaro todavía, cada vez que escucho, cada vez más espaciado, como un susurro cínico de la finitud, todavía me molesta. No encuentro una explicación racional a que me moleste de esa manera. Probablemente, no la hay.
Gruyere, Parmesano, Fontina y Mozzarella (término que proviene del italiano antiguo y deriva de que sea un queso fácil para cortar) se funden, con manteca y crema de leche en una sartén. El método italiano de la fondue suiza, de Los Alpes, la zona cercana a la frontera con Francia. Que llegó, claro, a Italia. Aunque acá empieza la pelea sobre quién la tiene más larga. Afortunadamente, con los generales distraídos en otras partes del mundo, saciando su sed de masacrar -en este siglo toca Medio Oriente y problablemente de nuevo Asia- de manera que las disputas son culturales. Esto es, de patentamientos. Son en la Organización Mundial del Neoliberalismo (OMC, por sus siglas en inglés).
Los cuatro quesos del Parido de Clarín son, como estos quesos, de mucho pasado. Que prefieren olvidar. Por la necesidad, tan neoliberal, de la revolución permanente. Acelerada. Del revolucionario producto que presenta Mario Barakus: un pelapapas. Que a través de los avances científicos -el plano se funde con un boludo con delantal- ha revolucionado la técnica de pelar papas. Y así.
Los cuatro quesos del Parido de Clarín muestran, más que sus propias debilidades, su techo. Así como La Cámpora es el techo maldito del país burgués, no por que no exista nada a su izquierda, sino por que la sociedad no pueda tolerar nada más a su izquierda, el techo de Clarín es su parido. Las cartas están echadas.
¿Porqué, doctor Carrasco, si acaba de decir que el 7 de diciembre probablemente no pase nada dramático?
Por que con Los Cuatro Quesos Clarín no puede ir a elecciones. El Parido de Clarín es piantavotos. Peor, mis amores, en la argentina del 2012 los planteos políticos, económicos y culturales de Clarín, seprinizado bajo emoción violenta, son piantavotos.
Cristina puede ganar o perder el plesbicito legislativo del 2013 (donde, consecuentemente, como es su pellejo lo que está en juego, querrá poner sus propios candidatos, y habrá, tal vez, reacciones del verdadero senado nacional, que sólo se junta, como en las democracias parlamentarias, para una moción de censura al presidente: el verdadero senado son los gobernadores) pero, en estas condiciones, Clarín sólo puede perder.
Buenas noches.
Los quiero a todos.
Desde hace años, el arco de la derecha argentina viene repiqueteando el relato del relato: según ellos, el kirchnerismo consiste apenas en un relato engañoso, que finge una apariencia progresista pero es profundamente reaccionario. Para los escribas de la derecha que vienen rezando el relato del relato, el discurso progresista K encubre, básicamente, a un grupo reducido de codiciosos que usa el poder para enriquecerse mientras engaña a la gran mayoría con espejitos de colores.
Curiosamente, estos voceros del establishment (Pino Solanas, Tomás Abraham, Martín Caparrós, Jorge Lanata, Jorge Fernández Díaz, Fernando Iglesias, Roberto Gargarella, Alfredo Leuco, entre varios otros que se desempeñan con capacidades discursivas diversas, pero siempre en el mismo sentido) adjudican al kirchnerismo una obsesión por el relato, pero son ellos lo que le atribuyen a las palabras un poder casi absoluto. Le confieren una eficacia política que, no obstante, son incapaces de neutralizar con un "contra-relato". Si el relato kirchnerista fuera tan burdo, tan fácil de desmontar, y si estuviera tan peleado con los datos de la realidad, ¿cómo es posible que el contra-relato antikirchnerista no conquiste la adhesión popular? Los voceros derechistas explican que el relato kirchnerista se impone por repetición, amplificado por un sistema de propaganda oficial, que, inverosímilmente, estaría integrado por 678, Tiempo Argentino, Página 12 y otros medios de alcance limitado. ¿Puede ser que un conjunto de falacias fácilmente desmontables pueda triunfar en la persuación popular desde plataformas tan débiles, mientras desde los medios más poderosos del país un contra-relato repetido con pocas variantes no logra conquistar adhesiones masivas? ¿No será el relato antikirchnerista del relato kirchnerista un engaño autocomplaciente de la derecha que no acierta a explicar las causas de su reiterado fracaso comunicacional, a pesar de que vienen empleando todo su poder de fuego?
Hoy el diario La Nación trae una columna de opinión firmada por Alejandro Katz que reitera la enésima variación del contra-relato:
"Hace ya más de ocho años que el gobierno de los asuntos públicos ha recaído en un grupo que, tímidamente al principio, y más estruendosamente a medida que percibía los réditos de la estrategia, ha venido reclamando para sí la titularidad del ideario progresista. (...)
"Con escasa sofisticación intelectual, pero con alta eficacia política, el discurso oficial organizó dos campos simbólicos: el de los buenos y lo bueno, ocupado por el pueblo y sus abnegados gobernantes, acompañados por una creciente nomenklatura y secundados por grupos de académicos e intelectuales que ocupan los medios escritos, personajes famosos de una cultura glamorosa que se expanden por la radio y la televisión y un lumpemproletariado útil para disputar la calle, y el de quienes encarnan el mal: los medios "monopólicos", los empresarios ambiciosos, los nostálgicos del neoliberalismo, los lacayos del pensamiento hegemónico, los imprecisos imperios siempre amenazantes. (...)
"Fundado sobre una serie de falacias, abonado por abundantes dosis de hipocresía y cinismo, enunciado por funcionarios que carecen de cualquier antecedente que haga verosímil la adopción tardía de un sistema de ideas y valores ajeno a sus tradiciones políticas y a sus prácticas corrientes, el "discurso progresista" del Gobierno ha resultado eficaz no sólo para integrar en sus filas a importantes sectores de opinión -que no distinguen, o simplemente disimulan, la distancia entre los valores declarados y los intereses defendidos-, sino también para silenciar a una oposición que, ingenua o cómplice, fue dejada sin habla, subyugada muchas veces por gestos engañosos a los que acompañó como si fueran verdaderos. Un discurso sesgado a la izquierda que, combinado con prácticas profundamente reaccionarias, satisfizo durante muchos años a un porcentaje muy amplio de la población. (...)" (Leer completo acá)
El relato del relato, así enunciado, contiene la posibilidad de su propia refutación: ¿cómo es posible que un discurso urdido con "escasa sofisticación" tenga "alta eficacia política"; que una división maniqueísta entre "abnegados gobernantes" y "lacayos del pensamiento hegemónico" fundado sobre una "serie de falacias" y enunciado por un pequeño grupo de "hipócritas y cínicos" satisfaga "durante muchos años a un porcentaje muy amplio de la población"?. Uno podría aceptar por un momento la hipótesis de una presidenta afectada por anomalías psíquicas que la llevan a creerse un discurso fantasioso que halagan su narcisismo morboso. Pero esa es una explicación que funcionaría apenas en el terreno de la psicología personal de Cristina, sin explicar la satisfacción que esa fantasía logra "durante muchos años" en "un porcentaje muy amplio de la población".
Si yo fuera un opositor acérrimo del kirchnerismo revisaría mis hipótesis políticas, porque algo no funciona bien en ellas: la política no puede desdeñar la satisfacción de porcentajes muy altos de la población sin condenarse a ser mera comentarista de la iniciativa de otros. Y eso es lo único que los escribas de la derecha han logrado a lo largo de estos años: ser comentaristas de la "perversidad" de un presunto grupo de "impostores" poco sofisticados. La función de un auténtico contra-poder no puede ser diagnosticar el extravío psíquico subjetivo de una líder, sino superar la eficacia objetiva de esa líder a la hora de satisfacer a una mayoría persistente (¡a lo largo ya de 9 años!).
La derecha le otorga al relato K una eficacia absoluta. Y proyecta su propio fetichismo por el relato sobre el kirchnerismo. Se conforma con el relato como única explicación del éxito kirchnerista. Y acusa al kirchnerismo de estar obsesionado por el relato. Pero el relato del relato de los voceros de la derecha, a diferencia del poder engañoso que ellos le atribuyen al kirchnerismo, es ineficaz. Tanto relato del relato no logra traducirse en masa crítica para vencer al kirchnerismo en las urnas.
Ante esta encerrona autocomplaciente, la única esperanza de la derecha es que sobrevenga una catástrofe económica que saque al kirchnerismo de la cancha. Esta debacle, anunciada por años, no depende de ningún mérito de la derecha, sino del fracaso del kirchnerismo. Ninguna política duradera podrá sostenerse sobre una apuesta al fracaso ajeno.
Ya un clásico de clásicos en Miradas al Sur, los premios Ricardo Fort/Ster se reeditan por tercera vez y se consolidan como una referencia obligada para el inevitable balance de fin de año. Un país en serio afianza sus instituciones y se procura seguridad jurídica y previsibilidad: aquí abajo las encontrarán. Las encuestas están abiertas hasta el 26 de diciembre.
Pasen y voten. Los resultados serán publicados en un número especial el sábado 31 de diciembre. Lo mejor y lo peor del año según los lectores de Ni a Palos, en los Premios Ricardo Fortster Edición 2011. No te olvides de votar en todas las categorías.