Como contábamos días atrás, esta vieja obsesión, de qué pasa por debajo -o por encima, da lo mismo, se entiende- del barullo diario de las peleas políticas, el kirchnerismo fue marcando una línea tajante entre quienes se encuentran cerca de los distintos mundos de la palabra y la cultura.Así que preguntamos a varios referentes y personas que, por distintos motivos, admiramos (sin necesariamente coincidir políticamente) y mi amigo Martín Rodríguez, buen periodista, mejor analista y mejor poeta, recopiló las respuestas -faltan llegar otras, que después las ponemos en una página aparte y listo, corazón- las editó un poco para ordenarlas y acá van:
1) ¿Hay algo específico que en la cultura haya provocado el kirchnerismo?
2) ¿Qué cosas perdurarán -si hubiera algo- como marca de época en el plano de la cultura?
3) ¿Cuáles son las manifestaciones más novedosas en la cultura durante este proceso?
Respuesta de Horacio Fontova:
1) Creo que el kirchnerismo logró casi acabar con la insistente, invisible, hipnótica cultura oligárquica, la que hizo que se mantuviera en nuestra atmósfera durante tanto tiempo, y sin que nadie contara con ninguna ayuda para darse cuenta, el olor a los Mitres y a los Videlas. No-cultura, cultura del no-pensar, a la que estuvieron acostumbrados los numerosos adormecidos, los descreídos, los temerosos de la política. Los que afortunadamente ahora continúan despertando. Casi, despertar. Casi acabada la naftalínica cultura neoliberal. Casi, porque el trabajo no termina. Un trabajo que, de no ser por la causa Kirchner, ni siquiera hubiera dado comienzo. Y que ahora es imposible de parar. El trabajo por una nueva cultura, que de ninguna manera va a permitir que se la desprecie nuevamente.
2) Perdurarán el haber podido recobrar, juzgar y calificar todo lo pasado, recobrar la pública opinión política, haber podido sacar a la luz el papel de los medios de comunicación, disfrutar de un súbito e imprevisto desenfado general, de un súbito hacerse invisibles a los ojos del viejo Big Brother monopólico de mierda controlando todo, de unas ganas de expresar como se cante los huevos (lo que durante tanto tiempo hubiera sido considerado “inconveniente”). Pero, ¿inconveniente para quién? Resulta que ahora nos dimos cuenta de que era inconveniente, sí, pero sólo para algunos, que ya nos sacamos de encima. Porque se acabó la puta e invisible vigilancia. Bueno, un poco... quizás no se acabó del todo, pero ahora realmente nos está chupando un huevo.
3) Las manifestaciones más novedosas durante esta (“proceso” las pelotas!) transformación, son la reivindicación de los derechos humanos, haber legalizado el matrimonio igualitario, haber dado curso a la Ley de Medios, haber recuperado las manifestaciones populares, haber promovido la integración latinoamericana, haber instituido la Asignación Universal por Hijo, haber vuelto a darle voz a los científicos argentinos, haber acercado las nuevas formas de información y comunicación (léase computación, internet, etc.) a quienes sin el apoyo del Estado jamás podrían haber accedido, y haber podido, por fin, hacer posible eso que alguna vez se dijo en un viejo aviso publicitario (creo que de zapatillas): “Esto...en Europa no se consigue!”.
Respuesta de Gerardo Fernández:
1) Es muy vasto el tema de la cultura, creo que ha generado embriones, gestos, impulsos en muchas áreas, centralmente en la política. Lo que ha generado es un cambio de pose, ahora se desafía a lo que antes parecían invencibles. En mi generación hay cambios. Cuando muchos estábamos resignados a criar de la mejor manera posible a nuestro hijos, cuando veíamos que desde lo público no quedaba nada por hacer, cuando sentíamos que desde lo colectivo no había salida, un buen día empezamos a encontrarnos de nuevo en la calle y ¡vaya si eso no es un cambio en la cultura! El yerno que un buen día le discute al suegro en la mesa dominguera, familias que vuelven a tensarse por discusiones que habían desaparecido en 1955; en suma, el kirchnerismo ha generado un cambio en la cultura que, no obstante, por ahí no se refleja en algo concreto o palpable. Pero está.
2) Creo que este despertar va a perdurar básicamente porque los más jóvenes han venido criándose en este clima. Mi hija participó el año pasado de una toma en el colegio a la misma edad en que a mí me agarró la dictadura y despedazó mi ciudadanía. Eso es un cambio que perdurará, creo.
3) Lo que se me ocurre ya lo describí en líneas generales en la primera respuesta.
Respuesta de Pablo Sirven:
1) Lo principal es poner en debate el papel de los medios y los periodistas, algo desde ya saludable, pero opacado por las distorsiones y las exageraciones impuestas por la guerra contra Clarín. Otro contraste: la alegría de los festivales y concentraciones K por un lado y las asperezas e intolerancias mutuas que se dan entre los simpatizantes de los oficialistas y los que no lo son.
2) Es difícil saberlo porque esta época política coincide y empatiza con la horizontalización de las comunicaciones que proponen las redes sociales, que alienta a derribar formalidades y a expresarse con más libertad y hasta desparpajo. Atribuir esto solamente al kirchnerismo -o sólo al cambio de paradigma comunicacional que empujan los nuevos dispositivos virtuales- sería igualmente injusto.
3) Lo principal es la intensa circulación de ideas y opiniones en un arco ideológico más amplio que en otras épocas, pero en un clima de cierta hostilidad verbal o escrita para aquellos que se ubican en las antípodas del oficialismo. La otra cuestión es el mayor protagonismo del Gobierno en materia de comunicación (ley de medios, fútbol para todos, producción de nuevas señales).
Respuesta de Abelardo Vitale (Mendieta):
1) Certeza sobre esto no tengo ninguna, sólo algunas sospechas. Entre otras cosas porque soy de los que piensan que los cambios culturales se pueden apreciar cuando ya sedimentaron, cuando no queda otra posibilidad que hacer sobre ellos una disección, un estudio, un paper del Gino Germani. Mientras esos cambios suceden son difíciles de apreciar, al menos para mí. Ya sea porque te envuelven como cotidianeidad, ya sea porque uno está envuelto en su realización. Es decir, ahora está el polvo volando y, quizá esa sea la primer sospecha, es que el kirchnerismo sopló –¿inconcientemente?- también sobre el campo cultural. La marca de época, a mi modo de ver, es que pasan cosas en el campo de la cultura. Cosas que van más allá de un esquema de resignación o, en el mejor de los casos, de una lógica de resistencia, tal como sucedía en los años 90. Y no estoy queriendo aquí hacer un recorte de la cultura al reducido campo de “lo social”, pero tampoco me voy a quedar pancho asumiendo que cultura es el Fondo Nacional de las Artes y los canapés de salmón.
2) Tampoco sé, aunque sí tengo claro que me gustaría que quede: el creer en algo para cambiar alguito. Cierta impronta de alegría en las manifestaciones populares. Vamos: yo soy un melancólico que se pone contento cuando los demás están felices o más o menos felices. El desafío es ver si logramos que este sentimiento subterráneo de optimismo y confianza en el cambio podamos sostenerlo cuando la “macro” no acompañe tanto como ahora. Es decir: culturalmente, ¿sedimentará como marca de época que la política, y la alegría para hacerla, sean el modo de transformación social que permitan disputar el poder?
3)
a) Cuando se canta la intro del Himno con ohhhooo, ohhh,oohhhh. Me parece una manifestación fuerte de la cultura popular que expresa un orgullo por pertenecer a algo que no nos enorgullecía. Nos enorgullecemos de nosotros, no es moco de pavo con la historia tenebrosa que arrastramos.
b) La desfachatez de la horizontalidad a la hora de opinar sobre lo público. Un novedoso criterio de igualdad en los debates, las creaciones y las manifestaciones. Creo que eso deriva de dos cosas: ciertas herramientas que lo permiten y una simplificación en la accesibilidad a ellas (blogs, redes sociales, amplísima libertad de expresión, política de no represión social del gobierno nacional, etc.) y, luego de un sinuoso y largo recorrido, de la impronta que Néstor Kirchner le puso a su rol presidencial. O sea: si este tipo que es presidente se parece bastante a mí en que es alguien “normal”, jodón, desalineado, poco afecto al protocolo, caramba, yo puedo opinar también. Y me gustaría que este plano de democratización de la palabra se extendiera más fuertemente a otros campos de la cultura: las artes, por ejemplo. Donde veo que siguen prisioneras de ciertos circuitos elitistas y amargados.
Respuesta de Raúl Degrossi:
1) 1) El efecto "Bombita Rodríguez": un intento de rescate de la tradición nacional y popular y la épica de los 70', pero en un registro menos contracturado y caracúlico, y reivindicando el espíritu festivo; se extendió a todo lo que se entiende por cultura en un sentido amplio, incluyendo las expresiones populares en el espacio público (el símbolo máximo: los festejos del Bicentenario). Y en ese plano, la búsqueda de una síntesis superadora de las fracturas históricas y los quiebres de lo nac & pop (un poco el guión de los festejos del Bicentenario, o los discursos de Cristina donde caben desde la Vuelta de Obligado hasta Carpani, pasando por Scalabrini Ortiz, Jauretche y el Eternauta).
2) La visibilización del rol político de los medios, y la decisión de discutir el problema y encararlo, y el protagonismo político activo de mucha gente de la cultura, en sus expresiones más tradicionales o aceptadas como tales, si querés; algo que no se veía desde el primer peronismo, y que se dio más generalizadamente aún que en los 70' y -ni que hablar- en la primavera alfonsinista. El enorme desarrollo del cine nacional (en temáticas, autores, lenguajes y producciones) y la jerarquización de la televisión pública.
3) La absoluta reapropiación social del espacio público, a partir de la decisión de no criminalizar la protesta social, y los medios de comunicación horizontal alternativas, sobresaliendo los blogs políticos por densidad, aunque Facebook y Twitter sean más masivos. Concedo que se trata también en estos casos de “fenónemos de época” coincidentes con el ciclo kirchnerista, no necesariamente generados por él. Y también la redefinición de lo que se considera “arte comprometido políticamente”, o “trasgresión” en sentido cultural, en tanto se redefinió el contexto político en términos culturales y simbólicos. Capusotto y sus programas son un ejemplo, y tiene que ver con lo dicho en 1), pero el “desangelamiento” de casos como Fernando Peña (usando el exactísimo término de Luisito D'Elía) es otro ejemplo bien gráfico.
2) La visibilización del rol político de los medios, y la decisión de discutir el problema y encararlo, y el protagonismo político activo de mucha gente de la cultura, en sus expresiones más tradicionales o aceptadas como tales, si querés; algo que no se veía desde el primer peronismo, y que se dio más generalizadamente aún que en los 70' y -ni que hablar- en la primavera alfonsinista. El enorme desarrollo del cine nacional (en temáticas, autores, lenguajes y producciones) y la jerarquización de la televisión pública.
3) La absoluta reapropiación social del espacio público, a partir de la decisión de no criminalizar la protesta social, y los medios de comunicación horizontal alternativas, sobresaliendo los blogs políticos por densidad, aunque Facebook y Twitter sean más masivos. Concedo que se trata también en estos casos de “fenónemos de época” coincidentes con el ciclo kirchnerista, no necesariamente generados por él. Y también la redefinición de lo que se considera “arte comprometido políticamente”, o “trasgresión” en sentido cultural, en tanto se redefinió el contexto político en términos culturales y simbólicos. Capusotto y sus programas son un ejemplo, y tiene que ver con lo dicho en 1), pero el “desangelamiento” de casos como Fernando Peña (usando el exactísimo término de Luisito D'Elía) es otro ejemplo bien gráfico.
Respuesta de Hank Soriano:
1) Creo que lo más claro es la revalidación de los íconos culturales clásicos y viejos argentinos como nuestros. De un tiempo a esta parte se convirtieron muchos de ellos (Jauretche, Oesterheld, Scalabrini) en un rasgo marcadamente identitario que nos permite ser argentinos más allá del mundial de fútbol. Del mismo modo y en línea con este pensamiento seguramente erróneo, creo que el kirchnerismo, amén de habernos devuelto la política, y amén de esa frase gastada hasta el hartazgo, nos devolvió cierta intelectualidad llana y comprensible, y eso, mezclado con las emociones y las desgracias, generan una explosión que sólo puede ser vista como un hecho artístico, inmediatamente, ligado a la cultura.
2) La participación de todo el mundo y la integración 2.0. Este hecho fortuito hijo de los tiempos que corren, hizo, además de invitarnos a jugar, que muchos podamos escribir, hacer muestras, leer, cantar y bailar en escenarios que antes ni eran esquivos, sino que eran lisa y llanamente inexistentes. Entonces, creo, que una mezcla de tecnología con una invitación a abrir el juego, sumado al fuego de políticas ciertas, hicieron que muchos podamos ser vistos. Perdurará entonces lo que estamos haciendo muchos de nosotros. Y no perdurará, en cambio, un recital en Plaza de Mayo.
3) Desconozco, pero sugeriría sin pensar mucho que como “novedoso” podríamos encontrar a la concreción de la mezcla de cultura y política, en la que diferentes señores y señoras que otrora nos parecían rancios y grises, hoy son íconos de remeras, tatuajes, banderas y graffitis en las paredes. La novedad entonces, creo, es el posicionamiento de lo que nos era esquivo como propio, como Uno De Nosotros y como cuestión estética agradable que llevamos con orgullo.
2) Respuesta de Dante Palma:
1) Yo no sé si hablaría de especificidad pero sin duda hay una identidad que el kirchnerismo empieza a profundizar especialmente después del conflicto con las patronales del campo. En ese sentido hay un rescate del pensamiento nacional y popular y una reivindicación del revisionismo histórico. Esto resultó interesante porque barre con aquellos prejuicios que disocian al peronismo de la cultura y que suponen que el peronismo estaba demasiado preocupado por las alpargatas. Asimismo este nacionalismo popular se funde con una fuerte mitología latinoamericanista que ensancha la concepción de nación a todo el sur del continente. En este sentido, hay una clara reivindicación de todas las manifestaciones culturales latinoamericanas.
2) Para responder a esto habría que ensanchar la noción de cultura e ir un poco más allá de lo que estrictamente consideramos “ámbito cultural”, pues la marca que va a dejar el kirchnerismo, me parece que tiene que ver con una “cultura política”, una forma de pensar el Estado (frente al liberalismo económico) y una forma de pensar la política (frente al republicanismo vacuo del mero consenso). Asimismo, y quizás aquí se pueda conjugar la noción más restringida de cultura con la más amplia, hay un importante énfasis en el ejercicio de la soberanía nacional, una suerte de reivindicación de lo autóctono y del valor que supone ser argentinos. Esto se ve en hechos paradigmáticos como la quita de la deuda y en casos más triviales como el episodio del avión norteamericano que intentaba pasar armas no declaradas. A su vez, se observa en el modo en que UNASUR está planteando seriamente la posibilidad de avanzar en un ejército regional capaz de hacer frente a las hipótesis de conflicto del futuro cercano, especialmente, aquellas que tienen que ver con los recursos naturales.
3) Tomando una vez más, una noción más abarcativa de “cultura” podría decirse que la novedad puede estar en las consecuencias que implica ese retorno de lo político como espacio donde poder avanzar en soluciones profundas para los problemas de los ciudadanos. Esto hizo que mucha gente joven dejara de ver a la política como un espacio reñido con la ética y a derribar de la atalaya al periodismo que se había erigido como nuevo representante de la sociedad civil. Por último, y en términos quizás demasiado generales, podría decirse que el kirchnerismo deja una sensación de que todo es sanamente discutible y que los espacios de poder pueden ser redefinidos y repensados. No hay nada que no pueda ser puesto en tela de juicio. Esto no significa que se trate de un gobierno trotskista ni mucho menos, pero sí parece ser un gobierno que instaló la idea de que aún aquellos espacios aparentemente legitimados y naturalizados no eran más que la consecuencia de la forma en que se encarnaban los discursos del entramado del poder.
Respuesta de Mauricio Kurcbard:
1) Una tensión inusitada en todo el campo de las creencias y concepciones que había sobre diversas cuestiones importantes, específicamente el rol del Estado, es la gran discusión que dio el kirchnerismo. Y la ganó lejos. En alguna medida todas las discusiones terminan en si el Estado debe intervenir y regular más o no.
2) Diría que es una época de una gran caída de caretas, pero francamente no lo sé, por momentos creo que la figura del Pingüino quedará como marca de estos años, como la del Che en los 60s, más que como la de Perón. En el futuro se hablará de él como de alguien que peleó y dio su vida, más allá de lo acertado de esta creencia. Espero que en el futuro las concepciones culturales sean menos de izquierda, y más nacional, popular y continental.
3) Me da la impresión de que se escribió mucho de política en esta época - no solo en nuestra burbuja bloguera- con más interés y más pasión. Y el nivel analítico es muy alto, excepto las salvedades de siempre. Se habla y se discute en distintas superficies, mas arriba o más profundo, y en todas se extraen conclusiones interesantísimas, no hay puntos de vista que puedan ser descartados, todos traen algo útil al fogón. Te cuento que en lo que se refiere a mi gremio, el teatrero, donde todos tienen la conciencia de que pueden generar un proyecto a largo plazo -un galpón teatral, una obra y su gira nacional, ensayos- sin contratiempos, así que noto una explosión de propuestas y de trabajo que imagino que se debe proyectar de igual manera en todos los ámbitos a escala nacional. Se labura en todo el país y todo el mundo anda en algo, eso es raro, nunca se vio. De ahí tiene que salir algo trascendental y poderoso cultural y artísticamente.