El reciente anuncio de Cristina (
acá el detalle de las medidas) da, digamos, para ponerse algo pomposo. Y decir cosas cómo que todo cambió, que se abre un nuevo escenario político y demás.
Las deudas de las provincias -que, en algunos casos como en el litoral y la pampa húmeda, no les cobran o les cobran muy pocos impuestos a los ricos, y en otros casos, también extremos pero en sentido inverso como en el norte, son hijas de un resultado histórico de un proyecto de país portuario, oligárquico y, en fin, de mierda- venían siendo el talón de aquiles de la crisis internacional.
El pensamiento de derecha, y de derecha progresista, tiene últimamente el latiguillo simplista de considerar "rehenes" a los nenes de pecho que gobiernan las provincias. Una reedición de la categoría de "conservadores lúcidos" ahora con sesgo positivo. Esas son boludeces en las que apenas si vale la pena detenerse a cuestionar.
La densidad de la relación nación-provincias tiene que ser enmarcada en los aumentos impositivos sobre los sectores más ricos -las retenciones al cobre y el oro, el petróleo y la soja, etc- por parte del estado nacional, del 2003 a esta parte, y la recuperación de capacidades estatales a través de la estatización de empresas privatizadas y de las AFJP. Así como la universalización de las jubilaciones y las asignaciones familiares, el crecimiento de la inversión social en infraestructura y el desendeudamiento en relación al PBI nacional.
Los recientes anuncios -
si, algo toscos en materia comunicacional- de Cristina meten la cuchara en un asunto estructural para un mejor diseño económico y político. Y político.
Veamos: ¿puede destrabar el empate defensivo en el Senado este anuncio? Ni idea, pero sí sienta las bases para un diálogo más sensato,
aislando a la derecha más reaccionaria que encarnan los panelistas de TN Elisa Carrió, Pino Solanas y Mauricio Macri. Es decir, todos los que suplen la carencia de construcción política -bastante visible esa invisibilidad en el Senado, por cierto- con gritos histéricos despolitizadores.
Sienta las bases para conversar con representantes serios de la oposición real, como los oportunistas Colombi y Brizuela del Moral, los supuestamente progresistas achicadores del estado Binner y Ríos en Santa Fe y Tierra del Fuego, así como dialogar con quienes no se sienten hoy -que las encuestas de imagen bajaron- cercanos al kirchnerismo como Schiaretti, Urtubey, Das Neves.
Pero, esencialmente, estas medidas anunciadas por al presidenta destraban la fortaleza conceptual y su capacidad para generar mística en el núcleo conceptual del discurso del llamado "peronismo disidente", es decir, los que apuestan desde el peronismo a captar el electorado de derecha.
Conducido por el menemismo residual, el "peronismo federal" es un club de caciques sin indios, donde cada jefe territorial no tiene nada en la provincia de al lado.
De este modo, los supuestos precandidatos presidenciales Felipe Solá, Marios Das Neves, Eduardo Duhalde, Carlos Reuteman, se destiñen conceptualmente y pierden potencia discursiva: la capacidad de convocar al interior del peronismo estaba dada por el clivaje (mentiroso, cínico e hipécrita si se habla con rigurosidad histórica) de un federalismo portuario, un federalismo que unifique a Martín Guemes con Monsanto, síntesis que derivaría en un ser humano algo ridículo, así como Alfredo De Angelli, digamos.
Pero ese discurso prendía en cierta parte del peronismo, esencialmente por dos motivos:
1) La densidad histórica del legado del último Perón, leído en clave derechosa (lo explicitó claramente De Narvaez, que es bruto en historia, pero no boludo).
2) La estrategia comunicacional del gobierno nacional de no mostrarse "cerca" de la militancia peronista (la ya fenecida transversalidad, los atrilazos, la ausencia de trato cordial, ciertas maneras obsesivas de hablar académicamente, etc).
La crisis financiera internacional que aparece después del alzamiento de los socios de las multinacionales sojeras, impactó en las finanzas provinciales, siempre renuentes a cobrarles alguito a los que más tienen. Tipos, digamos, como Alfredo De Angelli.
Y creció, paralelamente, el peronismo de derecha, el que les gusta a los disidentes.
Esta medida de colaborar en el endeudamiento provincial revierte este retroceso político e impacta, quizás, en el universo de sentido del peronismo federal. Incidiendo, objetivamente, en la interna de los nostalgiosos del menemismo. La cosa es bastante simple: la ciudad de Buenos Aires no necesita del gobierno nacional (no por mérito, precisamente, del artificioso municipio con "Jefe") tanto como la provincia de Salta, y los votantes de Macri no cazan una sobre federalismo, a diferencia de los votantes de Urtubey.
Ergo, Macri debería estar festejando, sobretodo ahora, que aún no está preso.
Del mismo modo, a la vez que esta medida entrampa a los gobernadores opositores, disminuye políticamente a los opositores televisivos: siempre que se trate de una agenda seria, tipos como De Narvaez, Carrió o Solanas, sin ninguna responsabilidad que trascienda lo verbal, tienen que ir a llorar y gritar y patalear esperando que pase este telón de aburrido debate serio y sofisticado. Resulta más fácil no tomar la pastillita verde y gritarle al "doctor Grondona" que Argentina no va a ganar el mundial porque son todos chorros, sinverguenzas, atorrantes, descarados, hijos de remil puta, saqueadores monumentales y, pausa para tomar aire, un corte y enseguida seguimos insultando. Qué payasos, por dios.