miércoles, noviembre 03, 2010

Nuestra solidaridad con Macalusse



 Es tremendo lo que está pasando. Todos -bue, tooodos tipo que no- conocemos la trayectoria de Eduardo Macalusse en pos de construir lo nuevo contra lo viejo, desde hace unos 20 años renovando la política, hoy junto a jóvenes como Pino Solanas y Alcira Argumedo, ya en etapa superior de renovar la mismísima renovación, renovada.
Diputado por la Alianza, tras votar las leyes de flexibilización laboral y, en fin, las más asquerosas leyes que en ese momento el progresismo necesitaba, la debacle de De La Rúa en términos de imagen -con la consecuente pérdida de la banca legislativa- lo hizo notar, con agudeza, que De La Rua era de derecha. Dado que De la Rúa, como todos sabemos, tras su paso por el ERP,el exilio en Cuba, la fundación del MTP y la intendencia roja en Buenos Aires, traicionó sus propios ideales. Agudo, Macalusse. Para renovar, la banca y la vida, con Carrió. Para luego notar -tras volver a renovar, junto a Raimundi, su banca- con otra notable muestra de agudeza política, que Carrió era, también, de derecha.Y refugiarse en los efluvios, eventualmente renovadores (de su banca, paso imprescindible para renovar la política toda) del centro de estudiantes que reúne Pino Solanas. Una trayectoria coincidente con la de Claudio Lozano, que tras chuparles las medias a Chacho Alvarez, De La Rúa, Aníbal Ibarra y otros dirigentes revolucionarios, notaron que Kirchner era un traidor a la patria, uno que impedía el avance revolucionario-es decir, renovar la banca- de las masas oprimidas de Caballito, más la novedosa incorporación como sujeto social de las ballenas del sur y las focas y los osos pandas (nueva vanguardia proletaria que, de paso, no compite por las escasas bancas: nuestra constitución no permite que un oso panda sea diputado, en todo caso, que Solanas represente a los osos pandas).
Es evidente, compañeros y compañeras, que Proyecto Surf es ya, al igual que los osos pandas en Santiago del Estero, una especie en paulatina pero inexorable extinción.
Me parece, compañeros, que todo bien con que vuelvan los del peronismo federico, pero acá también hay que contemplar estos casos de progresismo monotributario. Hay que fomentar las pymes. Así que, atención, compañeros, que el movimiento es amplio, ya lo decía el General, andá hablá con Bossio, a ver si te puede tirar algo.
Que Ricardito, agrandado, el Hijo De alfonsín, no quiere repartir nada, Stolbizer está amarreta, Carrió en un spá republicano, no hay dónde huir, dónde correr, dónde renovar -la banca- y la política, contra el bipartidismo, por las focas, la distribución del ingreso moral, el parto de una nueva banca, en fin, por la revolución.

Regresar al útero




En el Peronismo Federal rechazarán el diálogo



Como reacción estratégica inmediata ante la muerte de Néstor Kirchner, el Peronismo Federal acordó anoche que no modificará sus planes electorales para 2011 más allá de algunos retoques inevitables en el discurso y en la necesidad de apuntalar el voto de los jóvenes.




Cuando un grupo político tiene como objetivo principal su propia reproducción, cualquier discusión interna será hegemonizada por los más sectarios. De manual.
El agrupamiento conservador, nucleado por ex kirchneristas alquilados a las corporaciones, ha decidido, con solemnidad, pasar del pucherito porque la presidenta no me deja figurar en un sepelio, a rechazar un diálogo que nadie propuso, y rechazar ese diálogo que nadie propuso bajo el fundamento que nadie propuso un diálogo. Medio ridículo, Geraldinho, no?.
Das Neves, Solá, Busti, Reutemann, saben que la palabra histeria proviene (del francés hystérie, y éste del griego ὑστέρα, «útero») lo que podría explicar esa tensión edípíca de los hijos adolescentes que buscan y no pueden "matar" al padre. Porque en el fondo, lo admiran, demasiado. Quisieran superarlo sólo para ser aceptados por éste.
En fin, como diría Lacan "la ausencia potencia la carencia que deviene en deseo neurótico por recuperar la imaginaria existencia perdida" o algo así, no sé, pero hablaba, anticipatorio, Lacan, de la exitosa estrategia electoral de Mario Das Neves para conquistar el voto de la clase media formoseña.
Mientras se comprueba que el sujeto está dividido: ahora sabemos que Kirchner no era kirchnerista, o más bien, era kirchnerista moderado -la semana pasada era, más bien, todo lo contrario: el poder absoluto y el más peleador de todos- o kirchnerista crítico, o kirchnerista disidente, en fin, el sujeto divido. Nomás, eso.


La ola ola está de fiesta




 Supongamos que el sábado por la noche lo paran, a ud, y le preguntan:

-Qué imagen tiene de su esposa?

-Muy buena.
-Buena.
-Regular.
-Mala.
-Muy mala.
-Ns/Nc

Probablemente responda -por imposición social, más que nada- que Muy buena. Quizás, hasta tenga una imagen Muy buena de su esposa. Ahora bien,  difícilmente, día tras días, todos los días, tenga la misma Muy buena imagen. Es, humanamente, imposible. Incluso, supongamos que sí. Tiene usted todos los días, a todas horas, bajo cualquier circunstancia, una Muy buena imagen de su esposa. Ponele. Ahora bien, si ud tuviera que contestar, por ejemplo, a su hijo qué le atrajo de su esposa, difícilmente conteste "su Muy buena imagen". Contestará otra cosa, seguramente, impregnada de los valores que quiere transmitirle a su hijo. En cambio, su respuesta -probablemente, eh- a la misma pregunta, hecha por un amigo en un asado con cuatro vinos encima, sea muy otra. No necesariamente mala ni buena, ni regular, quizás hasta Muy buena, pero cargada, la respuesta, de distintos valores.
Ante interlocutores distintos, reaccionamos de distinto modo.
Ante circunstancias distintas reaccionamos de distinto modo.
No sólo por nuestra propia complejidad psicológica, no sólo por los condicionamientos sociales, económicos, simbólicos, etc, sino también porque tendemos a decir lo apropiado, lo que consideramos es lo correcto culturalmente.
Si en vez de la pregunta sobre qué le atrajo de su esposa, fuera qué lo siguió atrayendo luego de 7 años, la respuesta no puede ser "su Muy buena imagen" no sólo porque como respuesta es bastante, convengamos, pelotuda, sino porque un mínimo ejercicio de sinceridad implica reconocer que el amor continúa, pero trastoca sus motivos. O los motivos que creemos que tenemos.
Si esta hipotética encuesta se hiciera, y luego saliera publicada en alguna de las revistas bizarras de Fontevecchia (de nada por la idea) podría arrojar los siguientes resultados:

Un 43,2% de los maridos tienen una Muy buena imagen de su esposa.
Un 43,2% de los maridos tienen una Buena imagen de su esposa.
El resto Ns/Nc.

Pero, ciertamente, las cosas son siempre más complejas. No porque una encuesta no pueda poner el foco sobre una realidad acortada, sino porque solamente como elemento de análisis -sin considerar factores más complejos y fluidos- es una foto sin para texto, un poema en arameo, un cálculo matemático. Las matemáticas, sabemos, no reflejan la realidad, sino que eventualmente miden representaciones de lo que suponemos la realidad; las ordenan a esas representaciones. Por eso, las matemáticas pueden ser ciencias perfectas. Se verifican en sí mismas.
Los análisis políticos tienen más probabilidades hoy, que antes de que existan las encuestas, la matemática y el matrimonio civil, de interpretar de modo correcto los instrumentos para un determinado fin, pero jamás de los jamases pueden agotar un análisis. Jamás.
Artemio ha insistido en esto bastante (con otros matices epistemológicos) y quizás convenga, ahora que la ola sube entre tanta paradójica tristeza, tomar con precaución los datos demasiado optimistas sobre una realidad donde la mayoría de los posicionamientos de cara al futuro, quedaron en orsai. Y el árbitro no lo cobró. Dio una ley de ventaja al revés y el partido sigue.
El vacío de un lado se superpone con la ola que está de fiesta, la alegría ultraminoritaria, en el otro extremo, está tristecita porque la ola se les sube y sobrepasa.
Pero mañana todo puede variar para cualquier lado. En todo caso, conviene pensar más en las variables duras que perduran (y en algunos casos se potencian) que en efectos inmediatistas que, de no mediar otros elementos y una construcción más sólida, pasarán porque, sabemos, todo pasa.
La organización vence al tiempo, y los amores súbitos, como aprendí tras recuperarme del duro golpe de saber a mis 8 años que jamás Myriam me iba a dar bola, los amores súbitos duran lo que dura un rayo en el cielo sereno.


martes, noviembre 02, 2010

Las fotos de Jorge Coscia




Más, acá.

De las gracias a la fuerza

Por Raúl Degrossi

Estábamos ahí, convocados por el dolor de la pérdida, en otro octubre, que sin rubor podemos comparar con aquel famoso, porque ambos expresan los sentimientos puros del pueblo, arraigados en lo más profundo del alma criolla.


En aquél, de hace tantos años, un pueblo movilizado para ayudar al amigo en desgracia, como Cruz a Fierro contra la partida; en éste, de hace unos días, un pueblo en la calle para llorar al caído, y consolar a su compañera con el calor del cariño.

Eramos muchos y veníamos de lugares distintos, de diversas geografías, historias y tradiciones políticas, hilvanadas en un mismo poncho por aquél a quien íbamos a despedir, con habilidad de artesano para pulsar la cuerda justa que nos convocó -a todos y a cada uno- a la empresa común.

Sentíamos el dolor de otras muertes célebres que dejaron un gran vacío, pero no el desánimo que las siguió, hubo lágrimas si, pero sin esa sensación de derrota que empuja a bajar los brazos uniendo a la tristeza, la incertidumbre por el futuro.

Estábamos los peronistas, con una visible presencia central en número pero sin asfixiar con nuestra liturgia a los compañeros de lucha, hermanados a nosotros en el dolor como lo están en el acompañamiento al proyecto político conducido por quien se fuera.

Estaban los veteranos de los días felices y de la Resistencia, que intuyeron la prosapia peronista de pura cepa del difunto, antes en los instintivos y viscerales odios que despertó, que en el trazo concreto de sus medidas de gobierno, las que en todo caso fueron confirmando la intuición original.

Estaban sus compañeros de generación, los sobrevivientes del horror, a los que les acarició el alma -por encima de la diversidad de climas de época, consignas y premisas que van de entonces a hoy-, con el sólo y magnífico gesto de cumplir con creces su promesa inicial: no abandonar las convicciones en la puerta misma de la Casa Rosada.

Pero los peronistas no estábamos solos en la despedida.

Estaban allí también los abanderados y abanderadas de la dignidad, los resistentes de la dictadura y el menemismo, que libraron solos -y muchas veces incomprendidos e ignorados, cuando no combatidos- sus luchas, tantas veces incansables como al borde mismo del desaliento; que encontraron al fin al que alumbrara un futuro de logros, poniendo nada menos que el cuerpo de la política y el peso del Estado, desde el lugar mismo de las decisiones centrales de la democracia, para que esos logros fueran yendo posibles.

Hermanó en ese abrazo a los organismos de derechos humanos -con los pañuelos blancos de Madres y Abuelas al frente- con los movimientos sociales, a los que luchaban por la pluralidad de voces en la comunicación con los que reclamaban nuevos derechos, surgidos de nuevas realidades sociales; y en ese abrazo todos comprendieron, más que nunca, que todos luchaban, al mismo tiempo, por los logros de todos, buscando el de cada uno.

Estuvieron también los viejos militantes de la centro izquierda, el progresismo y sus variantes, curtidos de fracasos, de experiencias puramente testimoniales, dispuestos a revisar sus prevenciones hacia el peronismo, apenas éste les demostró que no había muerto ahogado por la traición y el vaciamiento de la segunda década infame, y se reencontraba con sus tradiciones más nobles.

La conmoción y el genuino dolor popular ante la muerte los ayudaron, seguramente y de un modo decisivo, a comprender esa potente dimensión simbólica del peronismo, esa tradición política arraigada en un sentimiento profundo de pueblo que se alimenta con los años y una larga historia de luchas, de enormes alegrías y profundas tristezas.

Pero también los peronistas aprendimos en el proceso a derribar barreras, a recuperar el espíritu inicial con el que el peronismo nació a la historia, rescatando banderas que olvidábamos o asumíamos con culpa, por haber tenido gente de los dos lados de la picana, incorporando otras en las que nunca creímos o no nos interesaron, cuando otros nos enseñaron que “para que reine en el pueblo el amor y la igualdad” podía tener muchos significados posibles.

Y estaban ellos, claro, los jóvenes, los que protagonizaron el dolor pero lideran el ánimo retemplado, la decisión militante, el impulso vital de un nuevo tiempo político.

Se dirá que es un clima de época, fruto del regreso de la política a los hogares y a la sociedad, ocultando cuanto tuvo de mérito en eso aquél a quien las multitudes fueron a despedir.

Pero con eso no se dirá nada, ni se podrá explicar por que no hay jóvenes -en la misma dimensión, con la misma mística- convocados por la utopía tecnocrática de la gestión sin ideologías, por el honestismo republicano o por el nacionalismo ecologista.

Tras una época en que la claudicación de Semana Santa se nos presentó como la imposición de la ética de las responsabilidades por sobre la de las convicciones, no debería extrañar que atrajera a tantos -y entre ellos, en especial a los jóvenes- un hombre que enseñó con el ejemplo, que no hay ética política más profunda que la de tener convicciones, y defenderlas poniendo el cuerpo si es necesario.

Nuestra viva presencia, la de ese conglomerado rico en y por su heterogeneidad fue, una vez más y como en aquel otro octubre, el afloramiento de la Argentina invisible, la derrota del discurso hegemónico que invisibiliza lo que no comprende, y cuando debe ceder ante lo irremediable de lo real, transita de la incomprensión al odio sin escalas ni escrúpulos morales, dejando en el camino sus endebles credenciales democráticas.

No podrán ya -aunque no dejen de intentarlo con la tenacidad de los necios- explicar lo sucedido con el simple recurso del clientelismo, ni hablar de la impostura de Kirchner y de sus premisas políticas; dos caras de una misma moneda con las que, creyendo hablar de nosotros como simples marionetas políticas, están en realidad hablando de sí mismos como analfabetos funcionales en ese plano.

“Gracias” y “fuerza” fueron por lejos, las palabras más repetidas y escuchadas en la despedida de Néstor, en graffitis, carteles, pasacalles y banderas.

“Gracias” expresa la nobleza del reconocimiento, la gratitud que es poco frecuente en política, porque pocos motivos ha dado para agradecer la política en la Argentina de las últimas décadas, y porque el discurso que tiñó el clima cultural del menemismo -hecho grito en las jornadas de diciembre del 2001- cimentó en muchos la ilusión de que, aun quedando a salvo del desastre, la política poco tenía que ver con sus vidas cotidianas.

Esta gratitud a Kirchner ancló, sin dudas, en beneficios tangibles y concretos que muchos argentinos pudieron obtener de su gobierno, y que forman parte del balance que de él hará la historia, y que hoy muchos -hasta algunos de sus detractores- no pueden ya ignorar.

Pero en no poca medida se dijo “gracias” por haber ayudado a que una parte importante del pueblo argentino recuperara algo intangible y al mismo tiempo invalorable: la esperanza, que no es la ilusión del menemismo, esa mágica salvación individual fruto del azar, la viveza o -peor aun- del conocimiento preciso de los mecanismos que lo pusieran a uno a salvo del derrumbe social, económico y productivo.

La esperanza es ese sentimiento compartido y colectivo que genera una visión del futuro de la sociedad argentina, basada en la percepción cierta de que el rumbo elegido es el correcto, el que por tanto tiempo se abandonó, y en el que hay que perseverar con constancia.

“Fuerza” expresa a su vez algo más que el deseo de que Cristina sostenga el ánimo ante la tremenda pérdida, hace visible en un mismo gesto repetido hasta el cansancio, el deseo de acompañarla en la empresa, de intentar entre todos suplir el vacío político -y por que no, afectivo- que deja la partida de su compañero, de darle esa fuerza al tiempo que se la pedimos.

Pero también expresa el deseo unívoco de que el cambio iniciado no se detenga, sino se profundice, dando así más razones a la esperanza.

“Gracias” y “fuerza” aparecieron en la expresión popular -con la certera intuición que suelen tener los pueblos en las coyunturas trascendentes de la historia- indisolublemente unidas, como parte de un mismo, claro y contundente mensaje.

Y es que la gratitud no será completa, ni real, si no va acompañada del compromiso activo en la construcción de la “fuerza”, del sustento popular, político y organizativo del proyecto que comenzara Néstor y hoy comanda Cristina -porque además el pueblo en las calles dejó en claro que no aceptará otra conducción-, compromiso que trasciende el voto, y que reclama de cada uno, en la medida de sus posibilidades, el compromiso activo y militante.

Las elecciones presidenciales del año próximo marcan un punto crucial de nuestra historia, porque lo que se disputa es nada más ni nada menos que el poder político, que es lo que se necesita para enfrentar -con alguna posibilidad de éxito- a los poderes reales, y no hay entonces lugar para disquisiciones menores.

Poderes reales que están intentando desde la mismísima hora de la muerte de Kirchner marcar la cancha, imponer condiciones, recuperar el terreno cedido en estos años al empuje de la política, generando acechanzas desde afuera y promoviendo la deserción adentro; y dependerá de nosotros que no lo puedan lograr, del mismo modo que dependerá también de nosotros que el proceso abierto en el 2003 no sea desnaturalizado, domesticado o prostituido.

Para estar a la altura de esa, nuestra responsabilidad, hay que militar, comprometerse y organizarse, porque la organización -como decía Perón- es lo único que vence al tiempo y a los hombres, y porque de ese modo podremos -parafresaeando a Cooke- transformar el número en fuerza.

Y esa organización tiene que ser tan amplia, plural, diversa y sin sectarismos como fue la convocatoria a la Plaza para despedir a Néstor, conteniendo a todos los que, siendo distintos, pensamos y sentimos igual respecto de lo que ha pasado, y, sobre todo, de lo por venir.

Solo de ese modo haremos que el “Gracias Néstor” y el “Fuerza Cristina” dejen de ser solo bellas palabras dictadas por el sentimiento, para convertirse en un mensaje político claro y rotundo, y en el reaseguro de la esperanza.

lunes, noviembre 01, 2010

Un análisis más frío.




El proceso político se va reacomodando tras la sentida muerte de Néstor. Por ahora, las líneas gruesas que ordenaban los análisis no tienen grandes variantes:

1) El kirchnerismo sigue siendo la primer minoría electoral, a la vez que la primer minoría cultural, fuertemente cohesionada en torno de una narrativa propia, con claro liderazgo y capacidad de reinventarse (en parte por dominar la iniciativa política, en parte por la amalgama de variados sectores que logra hacer concurrir, donde se destacan, especialmente, los jóvenes)

2) La oposición se ordena en torno a un antikirchnerismo furibundo, donde predominan los radicales; y la imposibilidad de la liga de enojaditos del llamado -amablemente- "peronismo federal" por lograr un liderazgo articulador de los diversos caciques sin indios de la pampa húmeda. El debilitamiento del sojerismo como sujeto social populista de la derecha, implica el debilitamiento de las viudas de kirchner en el "peronismo federal". Los altos precios internacionales de la soja y la foto en sepia, llevaron a que se le encuentren más virtudes políticas a Balbín -a Balbín!- que a Das Neves, Solá y Carlos Pagni.

3) Se profundiza la tendencia al desconcierto por parte de la vanguardia opositora -la de las grandes y oscuras corporaciones con ejes en empresas de medios- ahora buscando una sutileza que el envenenamiento imposibilita. Si hasta Rosendo Fraga, el más sofisticado de los operadores de la derecha, derrapó.

A estos trazos gruesos, que una mirada no contaminada por el odio podían encontrar operando en la realidad antes del miércoles, se le agregan datos novedosos -la muerte de Néstor- y reforzamientos de procesos emergentes preexistentes:

1) La impronta juvenil del kirchnerismo, por caso. Quienes se sorprendieron de esto durante el velorio de Néstor, probablemente tenían preconstruída una visión prejuiciosa de  elementos culturales que flotaban en el ambiente:

a) Cuando uno cree las boludeces que se dicen sobre los "blogueros K", se obnubila ante la posibilidad de pensar porqué muchos treintañeros -como yo- con un lejano pasado en la izquierda, sienten este entusiasmo. O porqué muchos resignifican la tradición simbólica del peronismo -fueron los autores de Un Día Peronista los que hicieron el afiche del Eternéstor- a un lenguaje de época, en cierto modo fundante de una época.

b) Si uno cree cualquier cosa sobre, por ejemplo, 678, difícilmente pueda comprender el impacto de la disputa con Clarín y por la ley de medios, en amplias franjas juveniles.

c) La repolitización que operó en la sociedad, por cuestiones meramente de edad (y de la primacía de la antipolítica durante el neoliberalismo), para muchos se asocia exclusivamente a Néstor y Cristina, aún cuando sea en contra o a favor.

d) Hay una agenda flotando -la ley de medios, el matrimonio gay, la legalización del aborto y la marihuana, el software libre, el alejamiento del estado con la iglesia, las demandas de pueblos originarios- que sólo la audacia del kirchnerismo puede y ha recogido.

e) Cuando se creen boludeces sobre Moyano -especialmente sobre sus hijos- se pasa de largo la construcción de la Juventud Sindical, nacida a partir de cuadros políticos muy sólidos y al calor del crecimiento del empleo y del empleo legalizado. La suma de prejuicios y mochilas históricas trasladadas así nomás, induce a no poder entender qué pasa por ahí: y es algo bastante grande lo que se viene.

2) La cohesión discursiva y simbólica que muestra el kirchnerismo. Ante cada gran problema el kirchnerismo respondió redoblando la apuesta y trazando un camino, no exento de las necesarias confrontaciones para llevarlo adelante. La irreparable pérdida de Néstor implicó,para una parte muy grande la sociedad, a la par que este dolor inmenso, la certeza de la continuidad.
Asunto que Nelson Castro con su chiste de "el ex presidente en funciones" jamás podrá comprender. No sólo por su limitación para entender conceptos complejos, sino porque el odio, en política, no es buen consejero.

3) Las elegantes invitaciones a que Cristina tire la toalla, junto a un reconocimiento de que hay populistas incurables que se parecen bastante a un ser humano más o menos racional, están configurando -además de un papelón inmenso, un ridículo del que, como dijera Perón, no se vuelve- el libreto para construir un discurso de acá a los próximos meses. El de un ala izquierda del kirchnerismo -donde está Moyano, D elía, Hebe de Bonafini- que imposibilita la reunificación del justicialismo, que posibilitaría contar con el caudal electoral de Marios Das Neves, que pelea codo a codo con la MST en las encuestas. Un 0,28%. Sumados ambos.

 4) La mayor presencia estatal y el aumento de sus capacidades, es leída en toda sudamérica como un avance del "autoritarismo" por la derecha de herencia criminal. Nada nuevo. El breve paréntesis de 20 minutos para insultar a la presidenta, no modificó la táctica de las grandes empresas comunicacionales. La movilización espontánea de grandes multitudes, en todo el país, para expresar agradecimiento a Néstor y apoyo a Cristina, en cambio, sí operaron sobre el desánimo evidente de los militantes a sueldo de las grandes corporaciones. La perplejidad se puede ilustrar con un chiste negro: a las doce del mediodía del día miércoles, Pablo Sirvén contaba en su twitter qué cines abrían durante el feriado del censo. Buen tipo, no?
La muerte de Néstor no aplaca los ánimos y es comprensible, dado que lo que se combate bajo el lenguaje alambicado y hueco del dialoguismo consensual son las ideas, encarnadas en miles y miles de ciudadanos y colectivos intensos, que Néstor primero y Cristina después cristalizaron en políticas de estado democráticas plasmadas en las instituciones de la república. Pero, atención: mientras estaban estudiando la ley del matrimonio igualitario, Gerardo Morales llamó a la Presidenta para desearle feliz cumpleaños, y Cristina, pará, agarrate que esto es fuerte: no quiso atenderle el teléfono! Sin dudas, un golpe antidemocrático a las instituciones de la república, dios, cuánta confrontación, basta ya, crispada.

5) La serie de operaciones de prensa para encontrar dentro del kirchnerismo a la gran esperanza blanda y blanca, seguramente, por efecto del crecimiento del kirchnerismo, se acentúe. Y a la vez, pierda relevancia.

6) La discriminación -mezcla de fanatismo, racismo y clasismo- a la que somos sometidos los que apoyamos la defensa de los derechos humanos, el revertir del deterioro social, la ampliación de libertades y pluralidades, las paritarias y la organización gremial, el crecimiento de las herramientas estatales que equilibren al mercado, un horizonte de equidad social, la legitimidad de la organización popular; junto con las inevitables luchas políticas que estas banderas demandan, probablemente se debiliten un poco durante el correr de los próximos meses. En buena hora. La escenificación contundente de la despedida a Néstor, implicó también la visibilización de una parte de la sociedad -ni más ni menos que la primer minoría- sin los descalificativos que suelen acompañarla desde las empresas comunicacionales hegemónicas. Difícilmente ese relativo respeto se mantenga andando el tiempo, pero sus efectos sí serán en buena medida irreversibles.

7) El reciente triunfo de Dilma en Brasil y la concurrencia de los presidentes sudamericanos al velorio del primer secretario general de Unasur, desmienten los análisis que sostenían el fin de esta ola de gobiernos de izquierda, nacionales y populares, que sólo se dan, regionalmente, en esta parte del mundo.  Las implicancias de este dato son enormes. Verdaderamente enormes. 

8) El legado de Néstor es todo esto: él fue quien lideró un sector que en las contradicciones sociales más arriba expresadas, tuvo su parte en la disputa y hoy hace un balance, no acrítico ni exento de futuros, más que positivo.
Las grandes deudas de la democracia de ahora en más se lucharán con la cara de Néstor. El tipo más calumniado desde el retorno de la democracia. También el más querido. El más admirado.

No es poca cosa.
 Más bien es una cosa inmensa.

Este país no es para tibios

From: natiwats@hotmail.com
To: lucas-carrasco@hotmail.com
Subject: N K
Date: Mon, 1 Nov 2010 05:38:06 +0000


Holaaa Lucas quiero compartir esto: es una situaciòn rara, termino de llegar de viaje y me encuentro el mismo dia esperando el censo con muuuuuuuucha tristeza y muchas làgrimas.
Muchas veces te escucho, leo y bla bla por ahi compatir con alguien lo que pasa es menos no?
Saludossss y me pregunto porque Lucas no empieza a organizar algo para poder armar esta corriente de gente independiente que quiere militar y no sabe lo que es ni por asomo??????????????'
Saludosssss
nati




“La muerte es un disparador para repensar la vida”

La última vez que escribí andaba en proceso de autoexilio, Alejarse, tomar distancia, mirarse hacia dentro detenidamente y quedarse ahí por largo tiempo.
Andaba deteniendo la respiración para poder saltar al vacío sin arrepentirme. Sin llorar o sin sufrir.
El último año de mi vida ha dado muchos giros.

Nací en un país del tercer mundo, en un barrio de clase media en una familia de campo, radicales por herencia, Crecí y aprendí en una escuela privada
Aprendí a través de mis amigos de extensas familias, a ser anónima. Aprendí a reírme del mote de cheta y superficial que abunda en mi entorno y a burlarme de lo que  tenía.
Hoy me encontré llorando por alguien público por primera vez y totalmente desconsolada.
No soy militante, ni nada parecido.
Votè a NK por simple irreverencia, porque era la primera vez que votaba allá por 2003, durante mucho tiempo no me importó ni un poquito la política, me importaba viajar, recibirme, ser “políticamente correcta” con la familia, el novio y su familia, los amigos, los conocidos y el mundo del que uno se rodea. Hace varios años me encontré discutiendo temas de la realidad y de una manera bien plantada.
Perdí conocidos en ese camino, gané otros….
Tengo un enojo de mi familia que va en crecimiento… y no me importa.
Hay mucha gente que me conoce que dejó de compartir cosas que piensan porque conocen mi postura y eso si me duele.
Puedo entender la diferencia pero no voy a tolerar la estupidez!!!
Hoy entendí que no hay grises, que este país no es para tibios.
Eso sí, soy una soñadora incorregible, incontrolable. Construyo realidades, a pesar que a veces me cosen la boca con cabellos de muertos. Intento comprender el mundo, pero me cuesta alienarme a él, a sus lógicas extrañas, a sus intercambios racionales. Estudie derecho para entender, pero ahora no me sirve.
En este país del tercer mundo, como en otros iguales, había pautas para dejar de soñar. N K logró que esto cambie. En esta ciudad, acomplejada y pueblerina, parece que hemos perdido el mundo. Ayer leí los  diario y busque respuestas, y solo encontré lugares para vender el alma.
No sé cuánta energía me quede, pero estoy dispuesta a empezar y seguir en esta militancia irracional. Una militancia que incomoda, que provoca, que cuestiona y no calla. Hoy, camine por esa larga vereda.
Hoy decidí irme a ese lugar, a ese viaje al centro de mi misma, y quedarme ahí, hasta que este segura. Hoy decidí estar en Plaza de Mayo.
Y a partir de eso quiero que este año sea de creatividad y de causas utópicas. Quiero arriesgarme, ensayar formulas distintas para no alienarme a una sociedad de trabajo especializado y estresante, conciliar trabajo con felicidad. Alguna vez un amigo me decía, que hay que trabajar de día, para vivir de noche. La noche como el momento para enrumbar esos sueños que nos mueven la vida. Trabajar en utopías si eso nos hace feliz, si con eso no defraudamos a nuestra propia autenticidad.
Quizás la crisis del sujeto pos moderno, es no poder dar un orden o sentido a todas las “formas de ser” o a nuestras “múltiples identidades”. El desafío es nuevo, pero si no lo intentamos, no ensayamos, siempre creeremos que estamos en el lugar incorrecto y haciendo lo que no nos gusta.
Néstor Kirchner era “autentico”,  “inconsecuente”. Sin embargo, esos términos deben de repensarse, a la luz de que vivimos otro momento de la historia, y que del solo romanticismo no salen los poemarios, o los libros o las creaciones artísticas en general.
A meses de cumplir años, creo que octubre es un buen mes. Que el día 27 es cabalístico. Que quizás empezamos a ganar claridad en medio de tanta confusión. O tal vez nos sentimos menos confundidos porque nos hemos acostumbrado a ese estado. Porque nos hemos acostumbrado a nosotros mismos.
Debo prometerme muchas cosas. Algunas en secreto, otras para ser gritadas. No me gustan los números impares. No me gusta el número 27. Pero será mi número para adelante. 365 días al año para poder ir cambiando de piel, al igual que las serpientes.

Desde el 84

From: charito76@hotmail.com.ar
To: lucas-carrasco@hotmail.com
Subject: Un país
Date: Mon, 1 Nov 2010 00:52:01 -0300



Lucas, este es el mail que le mandé esta noche a mi viejo, que vive en España. Y retomando la idea de que no estamos solos y no nos tenemos que callar, quise compartirla con quienes sé que van a entender. 


"Hola pa! Acá otra vez. Hay tantas cosas que quisiera contarte, pero si hablamos no voy a poder, porque me lleno de angustia. Entonces pensé en escribirte y contarte algunas cosas, para compartir algo de estos últimos días. La última vez que te escribí, el mismo miércoles, estaba repleta de angustia y todavía no entendía nada de lo que estaba pasando. Ahora sigo angustiada y me cuesta entender que esto haya tenido que pasar, pero los días que siguieron me fueron, y nos fueron, recomponiendo un poco. Y me hicieron dar cuenta de muchas cosas y sentir otras que nunca había sentido. 

El jueves, viajando en colectivo al trabajo, estaba decidida a ir a la Plaza antes de ir a la oficina, para ver qué estaba pasando, con ansias y con temor, sobre todo, de comprobar que era cierto lo que había visto en la tele durante todo el día anterior. Ya en la 9 de julio el 86 se desviaba, así que me bajé y fui caminando por Avda de Mayo, a las 9 de la mañana, hacia la Plaza. La mañana era soleada y fresca, todavía, y había gente, aunque no tanta, caminando en la misma dirección. Caminaba por el centro de la avenida, y cada 50 metros había un pasacalles que la atravesaba: "Néstor con Perón, el pueblo con Cristina". Y sí, parecía que era cierto. Y lloraba, sin dejar de avanzar, con el pecho cargado de angustia y sin aire. A dos cuadras de la plaza comenzaba la cola de gente que esperaba por entrar a la Casa Rosada, mientras las puertas aun no se habían abierto. La fila era ordenada, y a la altura de Florida ingresaba a un cordón de vallas que la llevaba frente al Cabildo, sobre Hipólito Yrigoyen, hasta Defensa, donde una muralla dividía la plaza al medio y recibía en todo su ancho las flores y los carteles que la gente iba acercando. Me metí en la Plaza, la gente caminaba despacio, no se oía ningún motor, no había bocinas. Un silencio ensordecedor. Los móviles de los medios estaban esparcidos por todas partes, en guardia permanente. Algunas personas llevaban banderas, otras flameaban sobre la pirámide de la plaza. A su lado, todavía estaban pegados en el piso gran parte de los carteles que la gente había pegado la noche anterior. No sabía bien qué hacer, caminé alrededor de la pirámide, mirando a la gente que se acercaba, un poco perdida, como yo. Algunas personas se notaba que habían pasado la noche allí. Me quedé un rato, tomé aire y fui a la oficina, donde no pensaba quedarme más que lo absolutamente indispensable. Porque ahí no había pasado nada. Era un día como cualquier otro. Mi jefa me preguntó "¿Cómo estás?" y lo único que pude responderle, de todo lo que tenía para decirle, fue "Triste". Miré, y no encontré a nadie con quien pudiera intercambiar siquiera una mirada. Me hice un te, tomé una cafiaspirina para sacarme el dolor que me partía la cabeza desde que me había despertado, y me ocupé de algunas cosas del trabajo. Hablé con mamá x TE para contarle lo que había visto en la plaza, y para asegurarle que iba a volver, que ahora sí sabía que iba a entrar a la Casa Rosada a despedirlo, porque no podía estar en ningún otro lugar. Y lloramos juntas, a la distancia. A las 10:30, me fui para la plaza. Y lo que encontré me impresionó. La gente que había llegado en esa hora llenaba el lugar de bullicio, y de cánticos, y de gritos. Y la cola no se terminaba nunca. Avancé rápido, ansiosa por llegar al final, por Avenida de Mayo hasta Esmeralda, Suipacha, Pellegrini ... y daba la vuelta, y por Rivadavia aún había más gente, Suipacha otra vez, Esmeralda y Maipú!! Y encontré el final. La gente esperaba ordenada, algunos con chicos en los hombros, en grupos, otros solos, gente con flores en las manos, banderas, mirándonos a nosotros, que avanzábamos y los mirábamos a ellos. Y ahí sí, encontré tanta gente con quien intercambiar una mirada que no me alcanzaban los ojos. Ni bien me detuve al final de la fila tenía más y más gente a mis espaldas. Un grupo de muchachos comentaban que venían de Mar del Plata, adelante mío había un tipo solo, adelante tres chicos más chicos que yo, estudiantes, seguramente, discutiendo de política, y justo atrás mío, un señor que debía tener 75 años, solo.  Hablé un par de veces x TE a la oficina, le conté a mi jefa a qué altura llegaba la cola y no lo podía creer. Me dijo que se había cancelado una reunión del trabajo, para que me quedara tranquila. Me sonreí. Nada me podía dejar tranquila. La cola avanzaba, y nadie se preguntaba cuánto tardaríamos. Nadie se quejaba. Todos estábamos donde queríamos estar. Y de a ratos surgía un aplauso, y todos aplaudíamos, y cada tanto alguien gritaba "Viva Néstor!", y todos gritábamos. A medida que el tiempo y la cola avanzaban, empezábamos a conversar entre nosotros, cómo nos habíamos enterado, qué iba a pasar, y por celular nos iban informando qué pasaba en la Casa Rosada. "Llegó Cristina", dijo uno, y todos aplaudíamos. Al doblar por la 9 de Julio, y luego por Avda de Mayo nos encontramos con que había un montón de gente que estaba llegando, con banderas de distintas agrupaciones, gente de los sindicatos, y todo se iba animando. La cola para entrar se iba mezclando con la de quienes acompañaban, y seguíamos avanzando. Al llegar a Esmeralda ya era una multitud y nos íbamos dando cuenta de que ingresar al vallado de la cola que antes tenía un ancho de 2 personas no iba a ser tarea fácil. Pero estábamos entusiasmados. Y "cuidábamos nuestro lugar" entre nosotros. Pero claro, éramos tantos, y todos queríamos entrar, y la valla ya no era la de dos horas atrás. Mucho forcejeo, estruje, aplastamiento, como una marea, íbamos a un lado y a otro. Ya hacía calor y el sol no nos daba tregua. Pero "entramos en el vallado", que era nuestra primera meta. Y ahí cambiaba un poco el ambiente, porque a los "sueltos" que veníamos de la fila se habían sumado un montón de personas que venían con sus agrupaciones, y todos cantábamos, y nos sonreíamos de las bromas que asomaban entre el murmullo. Nuestra música: "Andate Cobos la puta que te parió, andate Cobos la puta que te parió", "Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar", "Néstor no se murió, Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo, la puta madre que lo parió". Y la espera la fuimos matizando con nuestras historias, ante algún micrófono que se acercaba, y a veces entre nosotros. Así, un señor contaba que él había crecido en una cárcel, que nunca había tenido una oportunidad y que con el gobierno de Kirchner había conseguido trabajo por primera vez en su vida. Y otra señora contaba que gracias a su gobierno y al de Cristina comía todos los días y tenía la jubilación que nunca pensó que iba a tener. Y charlabas con uno y con otro y lo que había parecido una pesadilla se convertía en un sueño hermoso, que era encontrar no sólo a gente que pensaba más o menos como uno, sino a gente en quien las ideas de Kirchner se habían hecho carne, trabajo, alimento, educación, salud, respeto, dignidad. Era darse cuenta de que uno no estaba equivocado, si alguna duda hubiera cabido. En la espera me encontré con un compañero de trabajo, del otro lado de la valla, que me dio ánimo para aguantar, me preguntó si quería algo de comer. Luego pasó una amiga, y charlamos a través de las vallas, cuando todavía me faltaba mucho para entrar. "Llegó Evo", comentaba alguien. "Llegó Correa", otro. El sol ya caía y estábamos cada vez más cerca. Y la algarabía, casi imperceptiblemente, iba mermando. Atravesamos la muralla que dividía la plaza, y como cuando esperás para entrar en el campo de un estadio cuando vas a un recital, teníamos tanto espacio por delante que te sobraba el aire. Pero delante nuestro no había un escenario. Estaba la casa rosada, en su rosa brillante bajo los últimos rayos de sol, y las banderas, los carteles, las flores que desde el día anterior la gente había ido colocando en la reja que la rodea. La fila se iba haciendo finita, y finalmente entramos. Un mar de flores alfombraba los jardines secos delante de la Casa Rosada, y el pecho se me estrujó. Mientras avanzábamos, en silencio, nos escoltaban las coronas de otros países, de sindicatos, de partidos políticos. El Salón de los Patriotas Latinoamericanos me pareció tan chico, lleno de gente, no pude ni mirar los cuadros que lo vestían. Me di cuenta entonces de que aquello no había sido una pesadilla. Era un golpe al cuerpo. Pero llorar delante de ella se me hizo caprichoso y egoísta y me contuve, pero cuando le di la espalda y escuché a los que entraban cantar la marcha peronista no aguanté más. Salí de la Casa Rosada a las 7 de la tarde. Había entrado cansada, pero salí sin sentir el cuerpo. Solo sentía el alma. Se escuchaba el rugir de la gente del otro lado del vallado y de a poco recuperabas el aliento. 

El viernes volví a ir temprano a la plaza. El día era gris, gris plomizo, como panza de burro, y la plaza había cambiado. Aún había gente esperando para entrar a la Rosada. Me acerqué a la valla y otra vez era la misma sensación. No había consuelo, era volver a vivir todo una y otra vez y lo único que quería era estar en esa plaza. Me quedé viendo las imágenes que se proyectaban en una gran pantalla, a un costado de la Plaza, sobre Rivadavia, con un montón de gente. Eran las 9 de la mañana. Ese lugar, esa plaza, que veo todos los días desde hace 10 años y donde tantas veces había marchado - por las Pascuas, por la memoria y por la 125 - era de pronto un lugar que no conocía. Un lugar de pertenencia, pensé. En la pantalla se veía cómo seguía entrando la gente, saludaban - en ese momento a Alicia - lloraban, cantaban. Y lo mismo sucedía en la plaza, frente a esa pantalla, y del otro lado de la plaza, entre quienes esperaban para entrar, sobre Yrigoyen, y del otro lado de la valla, entre quienes salían de la Casa Rosada. Unos aplaudían, otros cantaban, otros entonaba el himno. Y al rato de estar ahí, la vimos a Cristina volver al Salón. Y volvíamos a cantar. Algunos, "somos de la gloriosa juventud peronista, somos los herederos de Perón y de Evita, a pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido ... ". Algunos tenían 20 años, otros 60. Había gente con traje, gente con sus ropas de trabajo. Fui rápido a la oficina para avisar que volvía a irme y encontré tan poca gente que me alegró. No era un día más en la oficina, por lo que fuera, era un día distinto. Luego de unos mates, volví a la plaza, esta vez con dos compañeras de la oficina. Y volví a sorprenderme. Eran dos compañeras con las que nunca habíamos hablado de política ni de nada cercano, y nos encontramos que compartíamos un montón de ideas, no ideas profundas, de la militancia ni de la dogmática, sino ideas sobre el país en el que habíamos vivido hasta 2003 y el país en el que vivíamos ahora. Estuvimos un rato en la plaza. Nos enteramos de que se habían cerrado las puertas de la Casa Rosada, y lo único que restaba era esperar el cortejo fúnebre. Nos fuimos caminando por Alem, hasta Viamonte. Llovía. Por momentos mucho, por momentos aflojaba. Esperamos charlando, viendo cómo se iba acercando gente, alguna que venía de la plaza, otra de las oficinas. Algunos venían a curiosear, otros se veían en el lugar en el que querían estar, otros, consternados. "Ya salieron de la Casa Rosada, están tocando la Marcha Fúnebre", me avisó mamá por teléfono. Luego era la de San Lorenzo. A  la altura de Viamonte predominaba el murmullo, pero desde la Casa Rosada provenía un rugir que a último momento hizo que me separara de mis compañeras para acercarme al lugar donde podía gritar con los demás. "Es un lío, la gente se amontona sobre el coche, no pueden avanzar, tené cuidado". Y lo que se venía era algo increíble. Se sentía la sirena del coche de bomberos, delante del cortejo, las bocinas de las motos, los gritos de la gente, las banderas que avanzaban, a todo lo ancho de la avenida, y un montón de pibes que corrían a los costados del cortejo, gritando, cantando, aplaudiendo, acompañando. Y sin pensarlo, sin haberlo decidido, creo, estaba corriendo con ellos. "Me voy para allá", alcancé a gritarle a una de mis compañeras. Y supe, a los pocos metros, que no iba a parar hasta Aeroparque, porque no iba a encontrar un solo momento en el que pudiera decir "hasta acá llegué". Me asusté un poco, porque no sabía si iba a llegar, pero no estaba sola, y con un optimismo en mí que hasta entonces no conocía, "sentí" que si lo íbamos a hacer, era porque podíamos. Corrimos por Alem hasta Córdoba, y la gente estaba en todas partes, aplaudiendo, saludando, haciendo la "V", con flores, banderas, asomados a las ventanas. Seguíamos por Córdoba, arriba, hasta 9 de Julio, y no dejaba de haber gente nunca. Gritar en los recoletos bares de Córdoba y Florida "Che gorila ché gorila" fue de las experiencias más catárticas que viví estos días. Las calles eran nuestras. Y de pronto, al frenar el trote para recuperar la respiración, me daba cuenta de lo que estaba haciendo, de por qué estaba ahí con tanta gente igual de enfervorizada, y otra vez estallaba el llanto. Pero había que seguir, y corrí tanto como no recordaba haberlo hecho en mi vida. En la 9 de julio éramos un montón corriendo, no ya a la par del cortejo, sino adelante, con banderas y pancartas y el cortejo rugiendo a nuestras espaldas, llevándonos por delante la lluvia, como si quisiéramos cortar el viento y abrir paso a este hombre que se nos estaba yendo. Finalmente los coches nos sobrepasaron y seguimos a pie, por Avenida Libertador. Llovía, y llovió toda la tarde. Caminamos esparcidos, pasando por la Facultad de Derecho, Canal Siete, hasta Salguero, y finalmente llegamos a aeroparque. Algunos volvían. "Ya se fue", nos avisaron. Todo había terminado. Me senté donde pude. Charlé con un pibe, solo, que había corrido conmigo en el Centro, con su mochila a cuestas. Nos lamentamos por haberlo perdido y mirando el cielo inclemente emprendí la vuelta. Volví sola. Todos parecían haberse esfumado. Otra vez sola. Habíamos sido tantos. Pero viajando en el 67 pensé que muchos de los que habíamos estado en la plaza, de los que se habían asomado x las ventanas o habían corrido conmigo, habíamos estado callados, porque pensábamos que estábamos solos. Y permaneciendo callados, permanecimos solos. Pensar que en ese colectivo tal vez habría varios "callados", me reconfortó. Pero luego, en el 34, me encontré con el pibe de aeroparque, y dejamos de estar solos otra vez. Charlamos todo el viaje, y volvíamos a coincidir. "Ellos no se callan porque son soberbios, creen que son dueños de la verdad y que todos piensan como ellos. Y nosotros nos callamos y nos llenamos de bronca". No nos tenemos que callar más.

Es domingo a la noche, todavía me duelen las piernas, de tanto estar parada, correr y caminar. Y los brazos, de aplaudir en alto y alentar. Pero me siento mejor. Estando en la plaza y corriendo por las calles del microcentro que tantas veces caminé, tragando lluvia y lágrimas hasta Aeroparque, terminé de darme cuenta de que no estaba sola. Eso me ayuda a dormir. Y me di cuenta, también, de que, como nunca, durante estos días pude dejar de lado mi eterno cinismo y esa maldita costumbre de encontrarle siempre el pelo al huevo, y me rendí ante un sentimiento compartido en lo que imagino es lo más cercano a la fe que me va a pasar nunca en la vida. Nunca, desde que volvimos en el 84 - yo con 8 años -, me había sentido parte: parte de un montón de gente que comparte sueños y parte de algo hermoso, y que no conocía, que es un país en el que quiero vivir.


Te acordás cuando viniste y charlamos la última vez, en Agosto, y discutíamos sobre quién nos gustaba más de los dos? Será Cristina 2011 nomás. Como tiene que ser"

domingo, octubre 31, 2010

Así y ahora


From: nazaretiribarren@hotmail.com
To: lucas-carrasco@hotmail.com
Subject: Sobre la muerte de Néstor
Date: Mon, 1 Nov 2010 02:50:37 +0000


Gracias por ser el vehículo de nuestros pensamientos
 
Nazaret



Tristeza…hacía mucho que no lloraba tanto y eso que no me consideraba un soldado de esta causa, pero sí me considero una joven militante no de un partido político pero sí de la vida. Trabajé muchos años en la administración pública y estuve muy cerca de la política como para odiarla pero me apasiona, me moviliza, me gusta. A pesar de ello no he tenido la suerte de haber trabajado por y para ideales que me representaran así que, muchas veces, he sufrido mi trabajo, aunque administrativo, bajo una bandera que no era la mía. El problema más grave fue que, hasta hace poco, no sabía que tenía una. Tenía ideas claras, convicciones, creencias y valores fuertes pero los sentía lejos de cualquier representación política.
Ahí conocí y empecé a vivir la presidencia de Néstor Kirchner y, aunque no lo voté, me alegré por el solo hecho de haber podido derrotar a Menem, sólo por eso, en el 2003, fui feliz. Durante mi adolescencia fui la típica estudiante de Sociales de la UBA, “zurdita”, sin saber bien que era eso, opositora a todos los grandes partidos, me pasé varias elecciones votando al Partido Humanista y a, mi última gran decepción, Pino Solanas. Nunca dejé de votar pero nunca había sentido que alguien que piense parecido, o como yo en muchas cosas,  podría ganar una elección. Luego empecé a crecer, a madurar, a ver los grises del poder, a saber que no se puede pretender muchas de las reivindicaciones de izquierda que otrora proclamé, a entender que hay concesiones que son necesarias si hay un proyecto superador, que madurar entender que la política no es blanco y negro, que la vida no es blanco y negro sino que está llena de matices y, fue entonces que empecé a mirar con otros ojos a los Kirchner. Si bien, para mí prejuiciosa mirada inicial, eran igual a todos había algo en sus formas que me atrapaba…algo de su irreverencia permanente me chocaba pero me movilizaba y otra vez las elecciones del 2006 y yo no me animé, todavía, a jugarme por Cristina…pero confieso que, a partir de ahí, empezó un proceso personal de acercamiento al oficialismo que se terminó de plasmar durante el conflicto del campo y que devino, hoy, en mi más absoluto respeto y apoyo. No es quizás el momento de enumerar las razones o medidas que impulsaron mi acercamiento pero algunas son imprescindibles de mencionar, la nacionalización de Aguas Argentinas y Aerolíneas, la re estatización de los fondos de las AFJP, la política de Derechos Humanos, el respeto por organizaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Reforma de la Corte Suprema, la Ley de Medios Audiovisuales, la Asignación Universal por hijo, la ley de movilidad jubilatoria, la ley de Matrimonio Igualitario, la reivindicación de los pueblos originarios, la prescindencia del FMI y otros organismos extranjeros de usura, el acercamiento a todos los pueblos latinoamericanos, el fortalecimiento del MERCOSUR, la creación de la UNASUR sentirme, por primera vez en mi vida, parte de algo más grande que mi familia.
Recuerdo que, recién en las legislativas del 2009 puse, por primera vez, también, mi voto a Cristina y no les puedo explicar el amargo sabor de la “derrota”, de no poder festejar una vez que alguien, a quien había apoyado, había ganado. Fue un día gris. Pero duró poco porque pareciera que, desde allí, todo se duplicó, el esfuerzo y trabajo del gobierno y mis ansias de que ese proyecto siguiera adelante. Y siguió y con más fuerza pero, por otro lado, con una feroz oposición que, debo decir, fue el elemento que, con más virulencia, me llevó hacia las huestes  del “oficialismo”. Esto fue lo que me terminó de convencer del lado del que quería estar y, más definitivamente, del que no. Creo que estamos en uno de esos momentos históricos en los que no se puede ser tibio, siento que hay que pararse de un lado o de otro sí o sí y dejar claro y bancarse esa elección. La verdad que, mirando a los costados no me parece una elección muy difícil, si tengo que elegir entre Menem, Duhalde, Sanz, , Chiche Duhalde, Cobos, Solá, Macri, De Narváez, Rodríguez Saà, Romero, Busti, Puerta, Reuteman y siguen los nombres o, a Cristina, Mariotto, Aval Medina, Fernández, Filmus, Heller, Pichetto, Rossi, me quedo con estos últimos, lejos, porque  puedo ver hacia donde se dirigen, que modelo de país quieren construir y lo comparto, me gusta. De los otros sólo viví y veo canalladas, oposición irresponsable, falta de respeto y subestimación del pueblo, falta de ideas y de proyecto. Además, en los años que tengo, los primeros sólo lograron, a mi generación y a mi, alejarnos de la política y, estos últimos, me hicieron volver a amarla y a verla como el instrumento transformador que es. 
Por todas estas cosas es que hoy siento una profunda tristeza, un enorme sentimiento de injusticia y la sensación de que esto no puede terminar así y ahora. Quiero tener la posibilidad de votar al proyecto que tardé en apoyar y por el cual tardé en mancharme…hizo falta este tremendo golpe para darme cuenta de que este es mi lugar, al lado de las personas que fueron o sintieron ir a la plaza hoy, cuidando la espalda de una presidenta que me representa y que quiero siga creciendo y construyendo desde el dolor y su enorme capacidad de trabajo. Así me sentí hoy y escribí estas líneas porque sentí que tenía que decir algo o reventaba y como no soy militante, ni nada parecido no sabía como plasmarlo. Soy una simple ciudadana, ama de casa, mamá de dos hijas, de un barrio “bien” y de una posición económica cómoda que necesita dejar en claro, hoy más que nunca, de que lado está.

Nazaret Iribarren
DNI 24024550