La editorial Paidós, con gentileza, me mandó un libro de conversaciones entre María Julia Oliván y Pablo Alabarces; que se llama "678, la creación de otra realidad".
Leí algunos capítulos y me pareció interesante. Supongo que ningún programa puede hoy suscitar estos debates. Eso, en sí mismo, ya es un mérito. Al final hay dos reportajes: uno a Diego Gvirtz y otro a Pablo Sirven.
Pero en el desarrollo del libro hay una toma de distancia -María Julia lo condujo durante un año y Pablo Alabarces fue invitado en varias ocasiones- un poco difícil, y se cruzan, necesariamente, los debates políticos y comunicacionales actuales.
Cuando desde la editorial me pidieron que hablara en la presentación, lo volví a leer con más atención. Un ojo más crítico. Acepté, pero quizás me equivoqué. Por ende, me retracté.
Voy a esto: todos podemos, legítimamente, cambiar de opinión. De hecho, quien no cambia de opinión hace de su tosquedad una virtud, pero es un engaño. El tono crítico para con el programa, si bien bastante descontextualizado (de hecho, ésta contextualización -que se la escuché decir a Sandra Ruso en el programa, algo así, cito de memoria: "nosotros no hacemos periodismo porque en éste momento NADIE está haciendo periodismo") puede también ser una vitud, la de inmediatez y el conocimiento directo. Sino se cuelan algunos golpes bajos, como es en éste caso. Focalizados contra Orlando Barone.
Ahí es donde dije, no. A esto no me subo.
Probablemente a nadie le importe mi opinión, por eso la escribo acá. Pero en momentos en que Lanata, lleno de odio, lleva un chancho (no nota, se ve, que el chancho se parece más bien a él) a su programa de cable para intentar generar una polémica, un chancho que él pretende se parece a Barone, y cita el libro en cuestión para luego derivar en un razonamiento alocado que hace de 678 un programa nazi (y ésto sí que es la banalización del mal) entonces, bueno, no. Tognetti pasa a ser invalidado por 1 nota, de la que además tuvo la valentía de retractarse (Lanata jamás hizo eso con las operaciones de la SIDE de De La Rúa). Una argumentación vulgar, de pacotilla.
Está, Lanata, dice, del lado del más débil: a favor de Clarín en Papel Prensa. Raro. Hace algunos meses, Papel Prensa era, según el diario Crítica -donde él dejó a los trabajadores en la calle- una empresa asquerosa, contaminante, apropiada ilegalmente, monopólica, etc. Ahora es la más débil en la pelea contra la ley, contra los tribunales y el congreso. Qué raro.
Obviamente,
es de esperar que Sirven -desde su sofisticada ignorancia sobre temas políticos- descargue su dosis diaria de resentimiento para generar un debate en el que luego, con invariable guión, se trastoque en la víctima. La pelea por el podio del Payador Perseguido viene muy reñida.
Volvamos al libro.
La discusión sobre formatos y géneros en la narrativa televisiva, a veces se opaca un poco por la cristalización de formas algo desaliñadas, pero cristalizadas en la academia, homologadas a conceptos altisonantes como la "libertad de expresión", el "verdadero periodismo" y así: el corpus que el republicanismo inexistente se arroga como propio, por ese derecho que da la propiedad privada. El republicanismo realmente existente son Patricia Bullrrich Luro de Pueyrredon y Silvana Giúdici -la diputada/twitter: tiene un vocabulario de 140 caracteres- custodiando la libertad de expresión, la de ellos.
Y sin embargo, es valioso el aporte a la sistematización de una discusión hoy en fase (metafórica, eh) de guerra de guerrillas; prontamente a reorganizarse -está abierto el libro de pases- en bloques más o menos homogéneos. Así opera la política en ciertos momentos. Así se disputan, para el lado que sea, las transformaciones sociales. Y las culturales. Por tanto, las comunicacionales.
Barone los hace enojar. Es comprensible. No ingresa, Barone, en la caracterización del kirchnerista que hace el elitismo ilustrado: no es pobre, no es analfabeto, no está donde está por el choripán y la coca. Refutar los argumentos de Barone exige un nivel de sofisticación intelectual que, en el caso de Lanata, carece, y en el caso del libro sobre 678, se suple con golpes bajos, poco fundados. Raro, teniendo en cuenta, sobretodo, el nivel intelectual de Pablo Alabarces.
Pasa que Barone no entra en ese dispositivo -gorila- que considera que, cito textual:
María Julia Oliván: "No estoy tan segura de que el televidente promedio de 678, tenga un nivel de instrucción alto. Se ve en la tribuna que es un público heterogéneo".
Bueno. En fin.
O bien:
MJO: "Kirchner asumió con el slogan de la renovación. Aunque durante el primer año de gobierno hizo campaña con todos los líderes que, obviamente, venían de años y años de concentración de poder en las provincias, con todos los gobernadores del interior"
Con esta premisa es imposible estar de acuerdo o en desacuerdo, porque es livianamente falsa.
Pero ambas premisas dan a luz una concepción de las cosas.
Por lo demás, hay minuciosos aciertos -de Pablo Alabarces, fundamentalmente- al analizar la cultura popular, la televisión como registro, los nuevos escenarios a partir del uso de internet, y lo específicamente novedoso -así como sus antecedentes- en 678. Es un gran libro. Lo digo de verdad. Sólo que yo no estoy de acuerdo con las principales premisas.
Y Barone me divierte cuando los interpela e incomoda.
Nada más.