El carnaval es una costumbre traída a américa por los conquistadores españoles y portugueses. Con cierto aire pagano, se enmarcaban principalmente en el campo religioso cristiano. La distancia -física, con todo lo que eso representaba hace 500 años- entre las autoridades terrenales de dios y sus delegados en la conquista, permitía que, en realidad, los delegados fueran el verdadero poder en la administración de las colonias. El carnaval formaba parte del folclore religioso.
Encontrarle un tinte contracultural al carnaval es parte de un contexto más amplio y de larga tradición: el orientalismo, el guevarismo, el hippismo, el maoísmo, el indigenismo, el surrealismo, el mayofrancismo, etc. Las prácticas idealizadas que a distancias siderales se desarrollan en pequeños círculos de grandes centros urbanos. Como es regla, se mete a los negros esclavos, a los indígenas y a los rebeldes sociales en la práctica del carnaval, con algún asidero en la realidad, pero forzando muuucho las interpretaciones.
Las culturas donde prima el protestantismo no tienen carnaval -y sus fábulas contraculturales son distintas- y sí las que fueron hijas de la conquista criminal del catolicismo. Raro. Como encendido.
Generalmente el carnaval está antes de la fiesta de la Cuaresma. Y leerlo como liberación de la opresión esclavista es bastante traído de los pelos. Aunque esta versión sea furor en las facultades de temas sociales. La idealización del guerrerismo indígena, de la inmundicia de la esclavitud y cierto horizonte puesto en una utopía sin sujeto social permite el despliegue de estos mitos que luego producen prácticas sociales de mucho progresismo cool. Banal y sin mayores consecuencias, la más de las veces. A lo sumo, soportar a las vedettes en el carnaval de Gualeguaychú o mirar las empresas de carrozas desfilando por Brasil, cristalizando organizaciones vecinales de fuertes vínculos con el narcotráfico y la violencia, pero todo muy simpático. En Gualeguaychú, por ejemplo, la continuidad del carnaval se vio (en la cabeza de muchos entrerrianos) amenazada por el afeamiento del paisaje que produce, innegablemente, la pastera de la República de Botnia, gobernada por el muy progresista -y carnavalero- Frente Amplio. Fea la actitud.
Pero, ojito, hay murgas que contienen un diseño estético agradable visualmente, con fuertes contenidos revolucionarios, como por ejemplo la comparsa de Proyecto Surf, con los jóvenes idealistas -Julio Raffo, Pino Solanas, Claudio Lozano- a la cabeza. Merecen tener su feriado, la murga Agarrate Cristina porteña.