martes, diciembre 27, 2011
Te pasaste, Petronilo, pegá la vuelta. La Argentina te queda chica, comprá dos números más.
En Artepolítica reproducen una nota de Sebastián publicada en Página 12. Este es el resúmen:
Limar entonces estas actitudes inconducentes será esencial para recuperar la vitalidad de la alianza gobierno-sindicatos en Argentina. Esta coalición estuvo en el centro del dispositivo de poder político de los últimos años y otorgó buena parte del potencial transformador que llevó, bajo el peronismo kirchnerista, al mayor proceso de recuperación social que vivió el país desde los años ’40.
Acá se la puede leer entera. Limar entonces estas actitudes inconducentes será esencial para recuperar la vitalidad de la alianza gobierno-sindicatos en Argentina. Esta coalición estuvo en el centro del dispositivo de poder político de los últimos años y otorgó buena parte del potencial transformador que llevó, bajo el peronismo kirchnerista, al mayor proceso de recuperación social que vivió el país desde los años ’40.
Cuestionar el discurso de fuera los sucios trapos rojos de Petronilo, alias Moyano, en cualquier persona comprometida con la defensa de las instituciones y los derechos humanos, es casi un reflejo automático. Muy válido. Si Petronilo, alias Moyano, se fue al pasto, que se joda Petronilo, alias Moyano.
Se podrá argumentar que Petronilo, alias Moyano, combatió las políticas neoliberales de Menem y Chacho Alvarez y se dirá la verdad. También lo hizo Cristina. La diferencia es que una conduce y el otro, con el pretesto de haber conducido un camión (¿será, alguna vez?) quiere, simplemente, conducir. Del modo más simple: amenazándome a mí, a Sebastián, a los que hacen Artepolítica, a los niños bien digamos, con rompernos la cabeza a patadas hasta que estemos convencidos.
Obviamente hay un gran problema, señores (las señoras, disculpen, no pueden presenciar esta discusión. A Petronilo no le gusta que haya mujeres cerca). Tanto Petronilo, alias Moyano, como Facundo, el Wachiturro, o Pablo, El Heredero, son multimillonarios con el agravante de que su procedencia y legitimidad no son ni públicos ni demostrables. Hablarme a mí de chicos bien, Petronilo, naaaa, no jodamos. Miralo a Facundo, el Wachiturro, ése sí que es un chico bien. Y de paso, saludos. Buen pibe.
Hablar de que "los sectores medios" y blablabla, pura sarasa, los "sectores medios" quieren, como La Familia, no pagar impuestos a las ganancias. Yo no lo pago, por falta de fondos. Correrme con esas boludeces, por favor. Somos grandes. La sociología de deportea reaparece con jeringosa fabulósica cuando se comieron todos los amagues: no está en cuestionamiento el sindicalismo, sino la delincuencia, y La Familia, por haber optado aliarse con la delincuencia. Pedraza,Venegas, Zanola, Cirielli y el marido de Graciela Camaño son pesados, una clase de empresarios (como Vila, como Manzano) que hicieron guita ilegalmente y de manera patotera. No nenes de pecho. Ni representan ninguna "clase obrera" ni pertenecen a los sectores medios: son millonarios inescrupulosos, habitualmente mafiosos y dada la estructural corrupción del Poder Judicial, son impunes. ¿O acaso Zaffarancho anda preocupado porque se confunda la tipificación penal de la protesta social que nunca encabezaron estos sindicalistas amarillos? Somos grandecitos para que nos corran con sociología a lo deportea.
La Familia, por izquierda o por derecha, blande un discurso brutal, salvaje, en defensa de 15.000 millones de razones para defender a los chicos bien de Pedraza, Venegas, Zanola, Cirielli y el marido de Camaño. Y los niñitos de los niños bien, los que nunca trabajaron. No fueron a la universidad -a las universidades privadas esas donde Moyano iba a dar charlas, vestido con saco y corbata- sólo por vagos. Tan vagos como yo, ojo. Que, para mi desgracia, alguna que otra vez tuve que trabajar de verdad, con las manos. Cosa muy fea. No se lo deseo a nadie, ni al Wachiturro ni a El Heredero.
Bue, en fin, los quiero a todos.
Muchas gracias por su atención; señores, lactántricos y porqué no, señoras, pasen que el té ya está servido y los hombres ya hablamos de patotas, herencias, millones, trapos rojos y apretadas. Y apúrense que el té se enfría y ya llega la señora y los saca a escobazos, como corresponde.
Escuché, en boca de peronistas que la quieren bien a Cristina, decirle "La señora", lo escuché también en boca de empresarios, políticos y periodistas que la detestan. Es todo un síntoma que le digan "La señora". Los "niños bien", esos que ganan sueldos malos, trabajan en negro, pero cometen el pecado de ser militantes en el ala izquierda del kirchnerismo, y encima militantes formados no Wachiturros elementales con camperas de tres sueldos básicos, esos "niños bien" nunca dicen "La señora", dicen Cristina.
Me caen bien esos niños bien. Me caen muy bien en realidad. Los niños bien.
Que, como dice Carlitos Balá, el invierno no nos tome de sorpresa. Pero hay hormigas trabajando. Y otras conspirando.
Un gestito de idea
Cuando un peronista queda afuera del dispositivo de relevancia (el gobierno, el partido en algunos distritos) es de manual que blande el peronómetro.
En cambio, cuando un empresario poderoso, de conducta conflictiva con la ley, pierde algún curro en manos de avances democráticos, es de manual que blande el constitucionalómetro. Como psicoanalistas, corren presurosos abogados rapiñeros, habitualmente militantes vergonzosos de partidos vergonzosos (baste el ejemplo de Gargarella, Gargarita entre nos, que se borocoteó descaradamente del fascismo de derecha de Carrió al fascismo de izquierda del Partido Obrero; o lo mismo que hizo Gregorio Badeni del radicalismo al PRO, o Zaffaroni, Zaffarrancho entre nos, de la dictadura al alfonsinismo o del Frepaso al terismo de siete canastas) a prestar sus servicios de psicoconstitucionalizantes de ricos y famosos, no se aceptan obras sociales.
El caso de Papel Prensa los lleva al ridículo. Gargarita hace tooooooooooooooooda una voltereta que oh, concluye en que los negociados de Videla con Noble y Magnetto, no son tan malos. Es la estrategia Franja Morada, del noeselmomento o todostienenunpecadooriginal; aburrida, previsible y amargamente perdedora, como tu face, Gargarita. Más inteligente es lo de Badeni o Zaffarancho, pero bue, allá ellos.
Más interesante es lo que se insinúa como una mutación del campo político. Si es que se comparte que a grandes rasgos existían dos familias ideológicas: una, golpista y defensora de las posturas reaccionarias, como el radicalismo, que se creía el portador de la democracia y de su costado socialmente equilibrado y otra, clerical, milica y corporativa que se imaginaba a sí misma portadora de la justicia social y el decisionismo. Las corporaciones golpean al kirchnerismo desde una visión, digamos, alfonsinista; lo cual demuele dialécticamente su discurso; porque es objetivamente el kirchnerismo el que, en nombre de la democratización avanza sobre zonas oscuras y corporativas (lo cual refuerza su costado decisionista y justiciero socialmente).
La derecha no encuentra su ubicación en el mapa. Tanto la derecha que está dentro del kirchnerismo como la que mayormente está afuera.
Pero.
Esta situación no va a ser permanente.
Por ahora, son gestitos de idea, a lo Macri.
En cambio, cuando un empresario poderoso, de conducta conflictiva con la ley, pierde algún curro en manos de avances democráticos, es de manual que blande el constitucionalómetro. Como psicoanalistas, corren presurosos abogados rapiñeros, habitualmente militantes vergonzosos de partidos vergonzosos (baste el ejemplo de Gargarella, Gargarita entre nos, que se borocoteó descaradamente del fascismo de derecha de Carrió al fascismo de izquierda del Partido Obrero; o lo mismo que hizo Gregorio Badeni del radicalismo al PRO, o Zaffaroni, Zaffarrancho entre nos, de la dictadura al alfonsinismo o del Frepaso al terismo de siete canastas) a prestar sus servicios de psicoconstitucionalizantes de ricos y famosos, no se aceptan obras sociales.
El caso de Papel Prensa los lleva al ridículo. Gargarita hace tooooooooooooooooda una voltereta que oh, concluye en que los negociados de Videla con Noble y Magnetto, no son tan malos. Es la estrategia Franja Morada, del noeselmomento o todostienenunpecadooriginal; aburrida, previsible y amargamente perdedora, como tu face, Gargarita. Más inteligente es lo de Badeni o Zaffarancho, pero bue, allá ellos.
Más interesante es lo que se insinúa como una mutación del campo político. Si es que se comparte que a grandes rasgos existían dos familias ideológicas: una, golpista y defensora de las posturas reaccionarias, como el radicalismo, que se creía el portador de la democracia y de su costado socialmente equilibrado y otra, clerical, milica y corporativa que se imaginaba a sí misma portadora de la justicia social y el decisionismo. Las corporaciones golpean al kirchnerismo desde una visión, digamos, alfonsinista; lo cual demuele dialécticamente su discurso; porque es objetivamente el kirchnerismo el que, en nombre de la democratización avanza sobre zonas oscuras y corporativas (lo cual refuerza su costado decisionista y justiciero socialmente).
La derecha no encuentra su ubicación en el mapa. Tanto la derecha que está dentro del kirchnerismo como la que mayormente está afuera.
Pero.
Esta situación no va a ser permanente.
Por ahora, son gestitos de idea, a lo Macri.
viernes, diciembre 23, 2011
Vocación por la arrogancia (1)
El rol de los intelectuales es un debate que se ha masificado, como nunca sucedió en la historia de la humanidad. Y lo digo, con vocación por la arrogancia, pero en serio. Un intelectual comprometido con su causa, como Carlitos Balá, hoy puede ser abordado desde una perspectiva más precisa de sus alcances y efectos. Y, en serio, hablo en serio. Con vocación por la arrogancia, pero en serio.
Los intelectuales son quienes no trabajan con las manos. Es así de sencillo. Bah, es más complejo. Pero los conceptos complejos deben partir de premisas simples, palpables o, para burlarse del marxismo, cosas concretas. No existen las cosas concretas, por la misma razón que todos son intelectuales. Porque "no se puede separar al homo faber del homo sapiens”como decía el General Perón. Recordemos a Perón: “de la técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece especialista y no se vuelve dirigente”. En esa fórmula, se encuentra la concepción, que Perón estudió y dio a conocer al mundo, del intelectual orgánico.
Ya en la antigua Grecia, es conocida la anécdota de Sócrates (es conocida la anécdota porque Menem la citó mal y todos nos reímos) en su última etapa, sobre Angueto, su discípulo. Angueto era mercenario, pero al servicio de los persas. Y Angueto nunca se quedaba quieto. Para Sócrates, Angueto era la antítesis de un intelectual, por esa manía de no poder quedarse quieto, especialmente, en tiempos de paz. Pedirle a Angueto, decirle, quedate quieto, era inútil. Era como hablar a la nada. Como si no existiera, Angueto.
Una concepción de inteelctual, como quien no hace un trabajo manual, quien trabaja con conceptos, no necesriamente remite a laboratorios y bibliotecas, sino a su faz creativa, su lugar en la producción de sentidos. Carlitos Balá, en este criterio abarcativo e instrumental, es un intelectual. Condicionante de la formación de muchos de nosotros. Correa de transmisión de valores, para usar una metáfora de la época. De la de Carlitos Balá.
La secularización de las costumbres es un "hecho concreto" poco transitado en las valoraciones de coyuntura. Tiene enormes implicancias, señora. Porque amplía el radio de acción, de por sí fabulósico, de la producción de sentidos. Que requiere, previamente al análisis, una premisa de dudosa empiria. Del campo, por ejemplo, del psicoanálisis (por su imposibilidad de cumplir la condena en probation): la condición del ser humano sigue reclamando y distinguiéndose por su capacidad de crear cultura, esto es, de crear sentido. Si esa producción de sentido, que en alguna etapa de la historia implicó la dedicación full time de imágenes religiosas para la clase dominante, modifica su patrón de acumulación de sentidos, virando hacia una inmanencia de carácter individualizante y si este carácter se funde en los valores sociales predominantes, por caso, la "democratización", de avanzar los medios de producción de mercancías manuales hasta un punto de no requerir la totalidad del trabajo humano disponible, tenemos entonces que por primera vez en la historia de la humanidad existen multitudes humanas dedicadas al "trabajo" intelectual. Como sucede, señora, hoy.
La producción social de sentidos-que no es estrictamente la "reproducción"- puede considerarse trabajo, en el sentido manual e industrial del término. Pensemos, por ejemplo, en los docentes.
¿Quién consideraría injusto un aumento salarial docente? O que, directamente, no cobraran, porque "eso no es trabajo".
Ahora, la escuela donde está dando clases el docente, fue construida con las manos obreras de personas. Que trabajan para una empresa que tiene un ingeniero y un arquitecto, que nunca mueven, obviamente, un dedo. Y ganaron una licitación que amañaron burócratas de algún ministerio. Mientras obreras bolivianas en un taller ilegal hacían guardapolvos, que la señorita docente considera parte sustancial del saber que en suerte le toca transmitir. Y así. El trabajo manual y el trabajo intelectual se funden en la producción de sentidos sociales en torno a significaciones duras como "escuela", "maestro", "construcción", "pared", "guardapolvo", "alumno" de fácil asociación en un momento dado en un lugar puntual. Porque, el tiempo y el espacio, señora, también "constituyen" los significados. Sí, es engorroso esto, lo sé.
Tenemos entonces que la producción social de sentidos no puede ser lo estrictamente no manual del trabajo humano involucrado, ni el resultado final, ni la pura mezcla. Sino la imbricación, el tipo ideal, la suspensión -instructiva y pedagógica, más imposible en lo real- del tiempo y el espacio para definir una síntesis de elementos: tiempo, lugar, fuerzas sociales, luchas políticas, trabajo manual, trabajo intelectual, fuerzas productivas, medios de producción.
¿Y qué utilidad tienen estos conceptos, si se puede saber?
Mmmm, qué pregunta, difícil.
El señor Carrasco está acostado, terminando de poner dos renglones a esta entrada, con la espalda dormida a jeringazos, haciendo obligatorio reposo, tras una jornada insoportablemente dolorosa. Ya encontrará algún bolazo por el cual justificar estas entradas guardadas, seriadas, que derivan en la provocación de indagar en el fin del periodismo y la política tal y como la conocimos.
jueves, diciembre 22, 2011
Vocación por la arrogancia (2)
Juancho, el colectivero. Es una canción de Carlitos Balá. Una letra pegadiza, la voz, inconfundible, de Carlitos. Un coro de época, feo, a los oídos de hoy. Está un kilo y dos pancitos, pero hay otra canción, que sirve más, a los efectos de lo que ya llamamos, pomposamente, como "la crisis del saber institucional". Otra canción, de tiempos idos, "Llegó el cartero", de la misma factoría intelectual.
El cartero trae, dice la canción, "noticias". Hubo un tiempo en que efectivamente, fue así. Cuando yo fui lactántrico me enseñaron, en la escuela, a escribir una carta. Y la tarea consistía, señoras, señores y porqué no lactántricos de hoy, en enviar, una carta. La carta salía, disparada por la imaginación y el cartero, con todas las formas necesarias y convencionales, desde Paraná, algún buzón de esos que luego el menemismo nos vendió, disparada, más rápida que un bombero, desde Paraná, alguna esquina con árbol y sombra, hasta el barrio de Belgrano, ciudad (ahora) autónoma, a la casa del tío Andrés. Y su esposa, Cochola. Lindos tiempos. No me acuerdo si el remitente se ponía delante del sobre o atrás. Saberes olvidados. Saberes que, en algún momento, fueron importantes. Todavía mando, de vez en cuando, o recibo, cartas. Generalmente correos con mi vieja, cheques o facturas, cosas así. Útiles, prácticas, "concretas" se diría, en el lenguaje maximalista de hoy. El correo sigue generando esa confianza de quedarse tranquilo y dormir sin frazada.
Pero ningún lactántrico hoy aprende a mandar cartas. Es un saber olvidado, en crisis, invisibilizado, puesto en el patíbulo donde aguardan su sentencia de muerte los rollos de fotografías, las diapositivas, y el cuadernito de
El cartero trae, dice la canción, "noticias". Hubo un tiempo en que efectivamente, fue así. Cuando yo fui lactántrico me enseñaron, en la escuela, a escribir una carta. Y la tarea consistía, señoras, señores y porqué no lactántricos de hoy, en enviar, una carta. La carta salía, disparada por la imaginación y el cartero, con todas las formas necesarias y convencionales, desde Paraná, algún buzón de esos que luego el menemismo nos vendió, disparada, más rápida que un bombero, desde Paraná, alguna esquina con árbol y sombra, hasta el barrio de Belgrano, ciudad (ahora) autónoma, a la casa del tío Andrés. Y su esposa, Cochola. Lindos tiempos. No me acuerdo si el remitente se ponía delante del sobre o atrás. Saberes olvidados. Saberes que, en algún momento, fueron importantes. Todavía mando, de vez en cuando, o recibo, cartas. Generalmente correos con mi vieja, cheques o facturas, cosas así. Útiles, prácticas, "concretas" se diría, en el lenguaje maximalista de hoy. El correo sigue generando esa confianza de quedarse tranquilo y dormir sin frazada.
Pero ningún lactántrico hoy aprende a mandar cartas. Es un saber olvidado, en crisis, invisibilizado, puesto en el patíbulo donde aguardan su sentencia de muerte los rollos de fotografías, las diapositivas, y el cuadernito de
martes, diciembre 20, 2011
Hoy también es un día peronista
En febrero voy a cumplir 34 años. A veces me parecen tantos. Y de repente, son pocos. Ivan Heyn tenía 34. Parte de una camada de treintaytantos que compartimos un pasado, cercano a la izquierda, desembocando, con más o menos entusiasmo, en el peronismo. Un peronismo hecho a medida. Que yo, un poco para joder, otro poco porque lo veo fundamentado, veo como kirchnerismo.
Hay un pedazo de mí que se va con la muerte de Iván. Y suena tan poco, tan egoísta, decirlo así. Julia Mengolini me decía algo obvio: no se explica. Un tipo tan lleno de vida, con tantos huevos. Calumniado, también. Más que lo que hemos sido casi todos de nosotros. De esa familia ideológica, afectiva, hinchapelotas. Yo le corté el teléfono a Julia cuando empezó a llorar. Estaba en la esquina de casa, hoy, recién, atardecía. Y me sentí mal por cortarle el teléfono porque eso no se hace, pero no me aguanto, algo, no sé qué. Y al rato, segundos nomás, me vino la idea. Iván murió como una paradoja, como un desafío, un tipo lleno de vida se fue. La última provocación. La última gran provocación tuya, Iván. Si no fuera todo tan trágico, sería el chiste negro, de esos que te gustaban, el chiste negro final. Porque ni siquiera podíamos hacernos al peso de la idea, al drama de la cosa, cuando me llama Patucho y me cuenta las bestialidades que hace Perfil. Hasta tu muerte, Iván, tenía que estar rodeada de ese odio que minorías terribles, belicosamente estúpidas, dedican al luto, a los mejores y más complejos sentimientos humanos. La burla con saña, la sin gracia, sin inteligencia, sin imaginación ni para calificar de maldad: la simple y pura miserabilidad de un puñado escueto de pelotudos. Tu muerte no frenó, ni por un segundo, ni por una pausa, la pelea. Te moriste, Iván, en tu ley.
Yo que te conocí en el Ni a Palos, llegando de Entre Ríos, a bailar tango, a decir cosas a los gritos, que me gustaba tu provocación, que te admiraba, que fui demasiado cobarde o ególatra, quién sabe, capaz que las dos cosas, como para decirtelo. Yo te admiraba, Iván. Yo que siempre me estoy yendo, que me fui de los lugares que compartimos, que volví, que me quedé, que voy y vengo, tu partida fue la más osada. La más tierna. La más recurrente. Te llevaste un pedazo de mí. Un pedazo de mi historia, de mis deseos, de mis sueños. Y siempre es tarde, cuando llega la muerte, para decir lo que no se dijo. Yo te admiraba.
Calculo que no estás en ningún lado, ateo por el pronto arte de provocar, de joder. Sería muy gracioso que estés en alguna parte. Para romper las pelotas. Para seguir rompiendo las pelotas.
Ya pasaron algunos años, pero vos apoyabas eso que decía, de la historia, de lo que se dirá, pero siempre en voz baja. Me decías que no había que contarlo, que nadie lo sepa, que nadie sospeche. Pasa que yo no tenía tantas fuerzas. La historia se hace así. Y una vida, la vida de un hombre que creía en los proyectos colectivos, que luchaba a veces contra esa fuerte personalidad, la individuación, la que sobresale del resto, la que tiene la amarga obligación de ser amablemente humilde, a vos te salía. Como te salía reírte y burlarte del adversario, encontrar bajo las piedras la polémica, ponerte cínico, marear, buscar, siempre buscar.
Yo te admiraba.
Como los amigos, te admirábamos. Pero ellos te lo decían.
Vos sabías que a mí me divierte decir que estoy en lugares donde nunca estoy, escaparme, no sé de quién, de mí, capaz. Y andabas detrás de esa pista, de haberlo sabido, la pista loca del que se va, definitivamente, de ninguna parte a quién sabe dónde. Capaz que esto no sea más que una ilusión y del otro lado hay algo. No creo. No tengo la virtud de creer. Pero si así fuera, qué divertido sería, volver a verte, con un vaso, el cigarrillo, la camisa abierta, la corbata careta tirada sobre un sofá y vos, poniendo comillas, riéndote a las carcajadas de un chiste inmenso que sólo se pueda entender del otro lado.
La torpeza mansa y calibrada de los días.
Te vas como un provocador.
Y te vamos a extrañar.
Y te vamos a putear, doloridos, Iván. ¿Porqué?
Justo ahora que todo empieza, la puta madre.
Te vas deprisa, sin demasiadas ceremonias, sin las formalidades de la muerte, sin la agonía. Dejaste una vida llena, repleta, y te vas como viniste. Como una paradoja.
Hoy también es un día peronista. Las alegrías y las tristezas son profundamente peronistas. Los dolores, también.
Hasta dolorido, me sacás una sonrisa. Tenías que irte para que yo me haga peronista, como los días felices.
Hay un pedazo de mí que se va con la muerte de Iván. Y suena tan poco, tan egoísta, decirlo así. Julia Mengolini me decía algo obvio: no se explica. Un tipo tan lleno de vida, con tantos huevos. Calumniado, también. Más que lo que hemos sido casi todos de nosotros. De esa familia ideológica, afectiva, hinchapelotas. Yo le corté el teléfono a Julia cuando empezó a llorar. Estaba en la esquina de casa, hoy, recién, atardecía. Y me sentí mal por cortarle el teléfono porque eso no se hace, pero no me aguanto, algo, no sé qué. Y al rato, segundos nomás, me vino la idea. Iván murió como una paradoja, como un desafío, un tipo lleno de vida se fue. La última provocación. La última gran provocación tuya, Iván. Si no fuera todo tan trágico, sería el chiste negro, de esos que te gustaban, el chiste negro final. Porque ni siquiera podíamos hacernos al peso de la idea, al drama de la cosa, cuando me llama Patucho y me cuenta las bestialidades que hace Perfil. Hasta tu muerte, Iván, tenía que estar rodeada de ese odio que minorías terribles, belicosamente estúpidas, dedican al luto, a los mejores y más complejos sentimientos humanos. La burla con saña, la sin gracia, sin inteligencia, sin imaginación ni para calificar de maldad: la simple y pura miserabilidad de un puñado escueto de pelotudos. Tu muerte no frenó, ni por un segundo, ni por una pausa, la pelea. Te moriste, Iván, en tu ley.
Yo que te conocí en el Ni a Palos, llegando de Entre Ríos, a bailar tango, a decir cosas a los gritos, que me gustaba tu provocación, que te admiraba, que fui demasiado cobarde o ególatra, quién sabe, capaz que las dos cosas, como para decirtelo. Yo te admiraba, Iván. Yo que siempre me estoy yendo, que me fui de los lugares que compartimos, que volví, que me quedé, que voy y vengo, tu partida fue la más osada. La más tierna. La más recurrente. Te llevaste un pedazo de mí. Un pedazo de mi historia, de mis deseos, de mis sueños. Y siempre es tarde, cuando llega la muerte, para decir lo que no se dijo. Yo te admiraba.
Calculo que no estás en ningún lado, ateo por el pronto arte de provocar, de joder. Sería muy gracioso que estés en alguna parte. Para romper las pelotas. Para seguir rompiendo las pelotas.
Ya pasaron algunos años, pero vos apoyabas eso que decía, de la historia, de lo que se dirá, pero siempre en voz baja. Me decías que no había que contarlo, que nadie lo sepa, que nadie sospeche. Pasa que yo no tenía tantas fuerzas. La historia se hace así. Y una vida, la vida de un hombre que creía en los proyectos colectivos, que luchaba a veces contra esa fuerte personalidad, la individuación, la que sobresale del resto, la que tiene la amarga obligación de ser amablemente humilde, a vos te salía. Como te salía reírte y burlarte del adversario, encontrar bajo las piedras la polémica, ponerte cínico, marear, buscar, siempre buscar.
Yo te admiraba.
Como los amigos, te admirábamos. Pero ellos te lo decían.
Vos sabías que a mí me divierte decir que estoy en lugares donde nunca estoy, escaparme, no sé de quién, de mí, capaz. Y andabas detrás de esa pista, de haberlo sabido, la pista loca del que se va, definitivamente, de ninguna parte a quién sabe dónde. Capaz que esto no sea más que una ilusión y del otro lado hay algo. No creo. No tengo la virtud de creer. Pero si así fuera, qué divertido sería, volver a verte, con un vaso, el cigarrillo, la camisa abierta, la corbata careta tirada sobre un sofá y vos, poniendo comillas, riéndote a las carcajadas de un chiste inmenso que sólo se pueda entender del otro lado.
La torpeza mansa y calibrada de los días.
Te vas como un provocador.
Y te vamos a extrañar.
Y te vamos a putear, doloridos, Iván. ¿Porqué?
Justo ahora que todo empieza, la puta madre.
Te vas deprisa, sin demasiadas ceremonias, sin las formalidades de la muerte, sin la agonía. Dejaste una vida llena, repleta, y te vas como viniste. Como una paradoja.
Hoy también es un día peronista. Las alegrías y las tristezas son profundamente peronistas. Los dolores, también.
Hasta dolorido, me sacás una sonrisa. Tenías que irte para que yo me haga peronista, como los días felices.
Los canallas
Los dos son operadores políticos de la Cloaca, Perfil. Darío Gallo y Facundo Falduto. Tardaron minutos en burlarse de la tragedia.
Se merecen todo mi desprecio. Son unos miserables, no tienen ni la imaginación para disimular que dentro de su cabeza todo huele a podrido.
Esta es la explicación de porqué Perfil dejó abiertos los comentarios. Así de clara: una confesión de la bajeza moral de estas personas.
Uno de los nuestros.
Va a faltar alguien en la pelea. Lo que me rompe un poco las bolas es que van a dibujarte como empresarios, como ligado a empresarios, como si no hubieras sido, todo lo contrario de apenas, uno de los nuestros.
Quedaban muchas cosas para reírse.
Por ejemplo, esa foto. Es de la Cloaca, de Fortuna, de Perfil.
Para la Cloaca, es una foto para tallar el desprecio, para nosotros, estás poniéndole comillas a algo. Porque le ponías comillas a algo, bah, a casi todo.
La Cloaca deja abiertas las canillas de su vómito, los comentarios. ¿Si falleciera Darío Gallo, o Fontevecchia, en las circunstancias que fueran, dejarían abierta la noticia para los comentarios? ¿Dejarían que las miserias, la mugre, el odio que un sector minoritario siente por esta camada de jóvenes que le promete futuro a estos sueños, pueda volcar, anónimos y cobardes, ese perfume a mierda que tanto le gusta a la Cloaca?
Dejás menos posesiones que la media, un montón de discusiones, un montón de chistes, los lugares donde te vamos a extrañar. Los bares donde te voy a extrañar yo. Y una canilla abierta de mugre, del odio que la Cloaca, sin haberse tomado la molestia de haberte conocido, quiere contarle a la posteridad.
Uno de los mejores.
Así es la vida.
Así es la muerte.
Actualización: cerraron los comentarios en perfil y borraron las putrefacciones que dijeron.
Pintarlo como ligado a empresarios o como monje negro, no deja de tener su ironía, su paradoja. Del orden de las cosas que a Iván le gustaban. No fue nada de eso. Fue un provocador intelectual, uno que corría los límites, uno que cuestionaba, un militante. Sencillo en los modos, complejo en los razonamientos. Como son las personas profundas.
Sus íntimas razones siempre será inaccesibles. Y serán siempre respetables. Se llevó, también, su humor negro, su sensibilidad, el toque sofisticado para encontrar el costado travieso de las cosas. Bien mirado, no podía irse sin que hasta su muerte esté rodeada de polémica, de provocación, de desafío. Y lo digo con el afecto y con la sensación de bronca por tener que empezar a acostumbrarme a hablar de Iván en pasado.
Así se maneja el Momo Venegas
Satus Ager S.A. y Uatre from Pablo Ferreyra on Vimeo.
Peones rurales de Salto, provincia de Buenos Aires. La entrevista la hicimos con Felipe Real y Pablo Ferreyra
Satus Ager S.A. Ruta 191 - Km 97,5 from Pablo Ferreyra on Vimeo.
lunes, diciembre 19, 2011
Confesiones de invierno.
Estoy en contra de la modificacion del mínimo no imponible de Ganancias. Me parece, corazones, un impuesto de los más progresivos y justos. A nadie le importa mucho, pero no lo digo ahora, tácticamente, sino que siempre más o menos lo sostuve (como atestigua este humilde blog que recibe un toco de visitas, putos). Tampoco me gustó que se elimine "la tablita de Machinea". Hay cierto sentido común de que "hay que modificar el impuesto al trabajo". Lo dicen los veiteañeros del PO, que no entienden un carajo. No, chicas, yo no creo que se trate de un impuesto al trabajo, basta de decir boludeces. O, mejor, camaradas salameros, sí, es un impuesto al trabajo: ¿y?
Señorones del largo llanto: la plusvalía tiene diversos grados de complejidad; y ciertos salarios, los de los deciles más ricos (fíjense, corazones, ese tema) en el actual ciclo del capitalismo, se apropian también de cierta plusvalía social. Por eso, estoy a favor de esos impuestos progresivos, cachafaces.
Creo que el impuesto a las actividades financieras, llamado por el boludismo de moda "impuesto al cheque" debería subirse, es muy bajo. Es un impuesto justo. De los pocos impuestos justos. Creo que el IVA debería bajarse. Creo que las retenciones deberían subirse. Al igual que los aportes patronales. Creo que los impuesto inmobiliarios (y rurales) deberían, además de subirse, actualizarse. Creo, perdón, que al estado hay que financiarlo, sobre todo los que más lo usan. Las zonas más ricas -las de más estado, subsidiado y sin garparlo- deberían trasladar riquezas a las zonas geográficas más pobres, no al revés.
Creo que un observador atento entenderá qué análisis hago, complejo y dialéctico, de la etapa neoliberal del peronismo, el progresismo y el radicalismo, llamados ahora, por vocación de falso testimonio, el menemismo y la Alianza.
Creo que el Banco Nación no deberían tener, como tiene, esta política ortodoxa, siendo amables. Tan parecida al Banco Provincia y al Banco Ciudad. Creo que versean sobre tópicos que no se toman la molestia de cuestionar quienes hablan de "una nueva ley de entidades financieras" pero repudian, por "distorsivo", el impuesto al cheque y no miran ni cuestionan, por izquierda, la ortodoxia del banco Central, el Nación, Provincia y, aunque los corre un poco por izquierda Macri, el Ciudad. Yo creo un montón de cosas que no le importan a nadie. Por ejemplo, creo que está bien la federalización de recursos naturales y el cobro de retenciones con los actuales criterios. Y que es un asunto muy técnico ver el asunto de mineras. De suma y gritona irrelevancia en razón del PBI nacional. Asunto de simplotes y charlatanes subidos al discurso reaccionaria del osopandismo, la derecha posmoderna. Yo quiero que San Juan, como hizo el porteño de medio pelo que opina sin saber un carajo de estos temas, se desarrolle industrialmente. Y Catamarca. Y Jujuy. Y que, entonces, coordinen con la nación la carga impositiva.
Yo creo que es una verguenza que Hermes Binner y Schiaretti subsidien a la oligarquía y hagan que no pague un peso. Yo creo que Tumini, Bonasso, se hacen los boludos con ésto. Yo creo que es una verguenza que Urribarri no actualice los impuestos a la oligarquía. Yo sé que las provincias pueden entrar en déficit porque no les cobran impuestos a los ricos y las transferencias de Nación crecen. Yo creo también que el estado nacional debe tener un papel más activo en el mercado de alimentos.
Y creo que el aumento de la eficiencia de la AFIP hace a la calidad de las instituciones y que este aumento, objetivo y medible, de la eficiencia durante el kirchnerismo, ha sido y es pasado por alto. Lo cual, obviamente, habla bien de la conducción de la AFIP.
Eso es todo, muchas gracias, en nombre de Dalma y Yanina.
También creo que Sergio Denis es mejor que Massacre.
Drama rural en tres actos
No es un rayo sobre un cielo sereno. Fijate, en España, perdón, fíjese, Doña Clotilde, España. Los indignados, ese movimiento cultural de centroderecha que ayudó al triunfo de la ultraderecha nacional y popular, desplazando a la derecha socialista y obrera. Los indignados sufrían, digamos, psicológicamente: son licenciados de cosas reasí y pero no tienen trabajo de reasí y pero. Hay, gracias al racismo de la crisis un montón de trabajos disponibles. Pero un indignado no puede tomar un trabajo de verdad, quiere un no trabajo, remunerado, basado en su título de cosas reasí y pero no hay, Doña Clotilde. La sociedad del conocimiento es y será una promesa a futuro, corazón.
No es cosa del Primer Mundo, escrito con mayúsculas del original, en Medio Oriente (mayúsculas del occidental), la ultraderecha iba contra los regímenes de derecha por estas mismas razones. Orientados y liderados por la CIA, las dictaduras petroleras salieron a masacrar sus propios éxitos: el petrosaber.
El petrosaber es, Doña Clotilde, lo que constituye, aunque con otros colores (verde de la soja y rojo del boludismo portuario) la fuente del saber en la UBA. Principalmente. La universidad -pública, o sea, pagada por los más pobres al sector social más rico- a la que fue, parasitariamente, Lucas Carrasco, también es depositaria de esto. No se recibió. Ni lo recibirían, en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Las nuevas tecnologías (que no son las redes sociales escuetamente, sino, por ejemplo, los avances, sí que dialécticos, en la ingeniería civil, que nos acercan taaaanto que nos hacen más nerviosos y solitarios: los puentes, corazón, tiene un cacho de nuestro deseo) incidieron en ese proceso complejo que recrean un escenario de hipótesis provocadoras, que quizás por el exceso de provocación, el efecto pastiche que le dicen, termina inviabilizando el pensamiento. O quizás, no. Pero la tesis es que la revolución comunicacional (incluye, insistamos, Doña Clotilde, los avances impresionantes en infraestructura: sé lo que le digo, aunque esta postura, dicha sobre lo que rodea al Túnel Sufluvial -una obra de hace 40 años- merezca un tratamiento más sofisticado) los cambios en los términos de intercambio, los avances, impresionantes también, en la producción rural y financiera (ambos muy sofisticados, al día de hoy: contrariamente a lo que se piense al ver un primitivo Biolcatti o un muy básico Eskenazi) la globalización y el posmodernismo, hacen de la Pampa Húmeda un lugar distinto a antaño. De profundización del patrón de acumulación.
Mi humilde opinión, de la no existencia, ya, de una oligarquía litoraleña, para explicar la porteñización extrema del decreto sobre Dorrego, goza de una muy sensata irrelevancia. La discusión intelectual, Doña Clotilde, sigue aferrada a quintas sobre quintos institucionales, pero necesariamente, deberá volver la mirada hacia el temible afuera. El kirchnerismo es el que más entiende esto. Y entonces entramos en un nuevo capítulo de la zaga: Vocación por la Arrogancia, que es discutir, upa, el rol de los intelectuales, dicho así con engolamiento galerita, hoy. De próxima aparición.
Es, esa discusión apasionadamente banal, de suma importancia. Si uno da por sobreentendido que hay una crisis del saber institucional. Y si uno tiene, la psicológica y autocentrada tesis, de que el saber institucional está en crisis. En "el mundo". Qué bien queda decirlo así, por favor!
Doña Clotilde, la crisis financiera, como la llaman en los diarios (esas cosas paraestatales que antes venían con clasificados de putas, es decir, que antes tenían alguna utilidad) es también una crisis del saber institucional. Y esta crisis, la del saber institucional, es una crisis, también, financiera y militar. ¿O no manifiesta una crisis institucional que, mientras avanzan las partituras de la segmentación, especialización y fragmentación del saber institucionalizado, queden menos espacios del mercado, lo real objetivo, para donde operar con esos saberes, para dónde desempeñarse desde un aceptable abanico de valores predominantes de lo social, como justamente, es el salario en lo real objetivo, o sea, en el mercado? Dicho en criollo, Doña Clotilde: si su hijo se recibe de médico quizás no tenga trabajo.
Florencio Sánchez, recuperado por el teatro, comenzó su radicalización política en La República, órgano de prensa dirigido por quien hoy sería un periodista independiente galardonado, Lisandro De La Torre, senador nacional. Norma Morandini, senadora del partido corporativo y candidata fracasada a vicepresidente con la oligarquía, multipremiada (desde que es senadora por las corporaciones, antes nadie le daba demasiada pelota: su momento triunfal fue cuando vino a hacer, con Majul, un 678 ineficaz y burdo como funcionaria de De La Rúa) multipremiada como periodista independiente, puede dar cuenta de eso. Por lo tosco del asunto, por lo menos Lisandro De La Torre tenía talento y leía de corrido, un Luis Majul, perdón pero sencillamente, no.
Florencio Sanchez plasmó la frase Mi Hijo el Dotor en un "drama rural en tres actos". Era, Florencio Sánchez y su producción, de los tiempos en que existía, todavía, lo rural. Y el drama. Florencio Sánchez era un militante anarquista, periodista, hoy sería considerado un periodista militante. Y hoy tendría las posibilidades tecnológicas para cagarse en la crisis del saber institucional. Tendría, también, seguramente, problemas económicos.
Doña Clotilde, en Vocación la la Arrogancia, conectamos las obsesiones del autor de este blog, que ahora, a lo Maradona, habla en tercera persona. El drama rural en tres actos de haber dicho, hace un tiempo largo ya, que "el campo, no existe". Es que los hombres se someten al poder de la pasión. De haber, audaz e irreverente, pero completamente intrascendente, dicho que la crisis financiera internacional, como la llaman los diarios, era una crisis de origen militar, en la saga, Doña Clotilde, de estremecedoras notitas pegadas en la heladera, dirigida a usted. La insoportabilidad del discurso de la nueva derecha, el osopandismo, y sus conexiones con, por ejemplo, el folclore. Esa música de la República de Palermo. Y los cambios, más institucionales, que hacen a la crisis del saber, en "la cultura y el kirchnerismo". Llegamos, entonces, a la totalización nunca cerrada, la discusión, sencilla, sobre "el rol de los intelectuales" en la síntesis, sumaria en el sentido de juicio injusto, a partir, entonces, de Vocación por la Arrogancia. De próxima, le dije, aparición. Con un anexo prometedor: Cachito, Campeón de Corrientes, con la mirada ácida (viene bien la autopromoción, eh) de un entrerriano dando vueltas en el no-lugar que es la Pampa Húmeda, pero con todas las historias de mujeres y borracheras que son las delicias de mis adversarios, para decirlo con todas las letras de la primera persona del singular, Doña Clotilde.
Probablemente, Florencio Sanchez sería hoy un bet seller, o sea, vendería muchos libros, leídos por Doña Clotilde. Que lee a Felipe Pigna. Y suscitaría la reacción en cadena de Franja Morada. Indignadísimos por esa desfachatez de saber y militar su saber. El joven Luis Alberto hijo de José Luis Romero escribiría unas diatribas llenas de odio en La Nación, edición en papel, la menos leída, pero la validada por la oligarquía. Para la edición electrónica se puede encontrar un lumpen ignorante pero millonario y chanta como Luis Majul. ¿Qué opinarán los pelados de anteojos (o sea, los columnistas de la edición en papel) de las columnas que firma Luis Majul? ¿Elogiarán el odio que desparrama, la falta de ética en el fabular; o privilegiarán que el pobre tiene problemas para expresarse con más de 2.000 palabras? Un dilema que La Nación, el diario que privilegia los negocios sin que se note tanto, resuelve, poniendo al joven hijo de Romero -que trabaja desde hace apenas 65 años como hijo de (perdón por volver a parafrasear a Florencio Sanchez)- en la aburrida edición en papel, donde será leído por unos pocos miles y a Majul, en la online, donde gracias a la burla constante de miles de internautas, será leído por cientos de miles. Desdobla la validez, desdobla y afronta, así, la crisis del saber institucional. Tema de estado, el saber institucional, que en los diarios estatales (como La Nación y Clarín, que se pagan con la plata de los jubilados) se prefiere ignorar, hacer como que no existen. Excepto, La Nación, que ya piensa en nuevos modelos de negocios. Se alejan muchos pasos de, por ejemplo, el canal estatal Telefé, que atrasa, enormente. Telefé denuncia a un pendejo genio y mercenario que armó Cuevana, porque no entiende Telefe, no quiere Telefé o no sabe Telefé, que es Google, el Magnetto del mundo, quien les está mojando la oreja.
Las economías dolarizadas, como la nuestra, que sufrieron colapsos revirtieron esos ciclos de endeudamiento. Hoy, la crisis, la tiene el dólar. A eso se refiere, también, entre otras cosas, la reversión de
los términos de intercambio. Fenómeno que dista de estar lejano a la crisis del saber institucional. Aunque encontrar relaciones entre ambos fenómenos no sea adecuado a "los tiempos que corren". Los tiempos que, parece, nos corren.
Eso es todo, señores, buenas noches.
Felices fiestas, por si no nos vemos.
No es cosa del Primer Mundo, escrito con mayúsculas del original, en Medio Oriente (mayúsculas del occidental), la ultraderecha iba contra los regímenes de derecha por estas mismas razones. Orientados y liderados por la CIA, las dictaduras petroleras salieron a masacrar sus propios éxitos: el petrosaber.
El petrosaber es, Doña Clotilde, lo que constituye, aunque con otros colores (verde de la soja y rojo del boludismo portuario) la fuente del saber en la UBA. Principalmente. La universidad -pública, o sea, pagada por los más pobres al sector social más rico- a la que fue, parasitariamente, Lucas Carrasco, también es depositaria de esto. No se recibió. Ni lo recibirían, en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Las nuevas tecnologías (que no son las redes sociales escuetamente, sino, por ejemplo, los avances, sí que dialécticos, en la ingeniería civil, que nos acercan taaaanto que nos hacen más nerviosos y solitarios: los puentes, corazón, tiene un cacho de nuestro deseo) incidieron en ese proceso complejo que recrean un escenario de hipótesis provocadoras, que quizás por el exceso de provocación, el efecto pastiche que le dicen, termina inviabilizando el pensamiento. O quizás, no. Pero la tesis es que la revolución comunicacional (incluye, insistamos, Doña Clotilde, los avances impresionantes en infraestructura: sé lo que le digo, aunque esta postura, dicha sobre lo que rodea al Túnel Sufluvial -una obra de hace 40 años- merezca un tratamiento más sofisticado) los cambios en los términos de intercambio, los avances, impresionantes también, en la producción rural y financiera (ambos muy sofisticados, al día de hoy: contrariamente a lo que se piense al ver un primitivo Biolcatti o un muy básico Eskenazi) la globalización y el posmodernismo, hacen de la Pampa Húmeda un lugar distinto a antaño. De profundización del patrón de acumulación.
Mi humilde opinión, de la no existencia, ya, de una oligarquía litoraleña, para explicar la porteñización extrema del decreto sobre Dorrego, goza de una muy sensata irrelevancia. La discusión intelectual, Doña Clotilde, sigue aferrada a quintas sobre quintos institucionales, pero necesariamente, deberá volver la mirada hacia el temible afuera. El kirchnerismo es el que más entiende esto. Y entonces entramos en un nuevo capítulo de la zaga: Vocación por la Arrogancia, que es discutir, upa, el rol de los intelectuales, dicho así con engolamiento galerita, hoy. De próxima aparición.
Es, esa discusión apasionadamente banal, de suma importancia. Si uno da por sobreentendido que hay una crisis del saber institucional. Y si uno tiene, la psicológica y autocentrada tesis, de que el saber institucional está en crisis. En "el mundo". Qué bien queda decirlo así, por favor!
Doña Clotilde, la crisis financiera, como la llaman en los diarios (esas cosas paraestatales que antes venían con clasificados de putas, es decir, que antes tenían alguna utilidad) es también una crisis del saber institucional. Y esta crisis, la del saber institucional, es una crisis, también, financiera y militar. ¿O no manifiesta una crisis institucional que, mientras avanzan las partituras de la segmentación, especialización y fragmentación del saber institucionalizado, queden menos espacios del mercado, lo real objetivo, para donde operar con esos saberes, para dónde desempeñarse desde un aceptable abanico de valores predominantes de lo social, como justamente, es el salario en lo real objetivo, o sea, en el mercado? Dicho en criollo, Doña Clotilde: si su hijo se recibe de médico quizás no tenga trabajo.
Florencio Sánchez, recuperado por el teatro, comenzó su radicalización política en La República, órgano de prensa dirigido por quien hoy sería un periodista independiente galardonado, Lisandro De La Torre, senador nacional. Norma Morandini, senadora del partido corporativo y candidata fracasada a vicepresidente con la oligarquía, multipremiada (desde que es senadora por las corporaciones, antes nadie le daba demasiada pelota: su momento triunfal fue cuando vino a hacer, con Majul, un 678 ineficaz y burdo como funcionaria de De La Rúa) multipremiada como periodista independiente, puede dar cuenta de eso. Por lo tosco del asunto, por lo menos Lisandro De La Torre tenía talento y leía de corrido, un Luis Majul, perdón pero sencillamente, no.
Florencio Sanchez plasmó la frase Mi Hijo el Dotor en un "drama rural en tres actos". Era, Florencio Sánchez y su producción, de los tiempos en que existía, todavía, lo rural. Y el drama. Florencio Sánchez era un militante anarquista, periodista, hoy sería considerado un periodista militante. Y hoy tendría las posibilidades tecnológicas para cagarse en la crisis del saber institucional. Tendría, también, seguramente, problemas económicos.
Doña Clotilde, en Vocación la la Arrogancia, conectamos las obsesiones del autor de este blog, que ahora, a lo Maradona, habla en tercera persona. El drama rural en tres actos de haber dicho, hace un tiempo largo ya, que "el campo, no existe". Es que los hombres se someten al poder de la pasión. De haber, audaz e irreverente, pero completamente intrascendente, dicho que la crisis financiera internacional, como la llaman los diarios, era una crisis de origen militar, en la saga, Doña Clotilde, de estremecedoras notitas pegadas en la heladera, dirigida a usted. La insoportabilidad del discurso de la nueva derecha, el osopandismo, y sus conexiones con, por ejemplo, el folclore. Esa música de la República de Palermo. Y los cambios, más institucionales, que hacen a la crisis del saber, en "la cultura y el kirchnerismo". Llegamos, entonces, a la totalización nunca cerrada, la discusión, sencilla, sobre "el rol de los intelectuales" en la síntesis, sumaria en el sentido de juicio injusto, a partir, entonces, de Vocación por la Arrogancia. De próxima, le dije, aparición. Con un anexo prometedor: Cachito, Campeón de Corrientes, con la mirada ácida (viene bien la autopromoción, eh) de un entrerriano dando vueltas en el no-lugar que es la Pampa Húmeda, pero con todas las historias de mujeres y borracheras que son las delicias de mis adversarios, para decirlo con todas las letras de la primera persona del singular, Doña Clotilde.
Probablemente, Florencio Sanchez sería hoy un bet seller, o sea, vendería muchos libros, leídos por Doña Clotilde. Que lee a Felipe Pigna. Y suscitaría la reacción en cadena de Franja Morada. Indignadísimos por esa desfachatez de saber y militar su saber. El joven Luis Alberto hijo de José Luis Romero escribiría unas diatribas llenas de odio en La Nación, edición en papel, la menos leída, pero la validada por la oligarquía. Para la edición electrónica se puede encontrar un lumpen ignorante pero millonario y chanta como Luis Majul. ¿Qué opinarán los pelados de anteojos (o sea, los columnistas de la edición en papel) de las columnas que firma Luis Majul? ¿Elogiarán el odio que desparrama, la falta de ética en el fabular; o privilegiarán que el pobre tiene problemas para expresarse con más de 2.000 palabras? Un dilema que La Nación, el diario que privilegia los negocios sin que se note tanto, resuelve, poniendo al joven hijo de Romero -que trabaja desde hace apenas 65 años como hijo de (perdón por volver a parafrasear a Florencio Sanchez)- en la aburrida edición en papel, donde será leído por unos pocos miles y a Majul, en la online, donde gracias a la burla constante de miles de internautas, será leído por cientos de miles. Desdobla la validez, desdobla y afronta, así, la crisis del saber institucional. Tema de estado, el saber institucional, que en los diarios estatales (como La Nación y Clarín, que se pagan con la plata de los jubilados) se prefiere ignorar, hacer como que no existen. Excepto, La Nación, que ya piensa en nuevos modelos de negocios. Se alejan muchos pasos de, por ejemplo, el canal estatal Telefé, que atrasa, enormente. Telefé denuncia a un pendejo genio y mercenario que armó Cuevana, porque no entiende Telefe, no quiere Telefé o no sabe Telefé, que es Google, el Magnetto del mundo, quien les está mojando la oreja.
Las economías dolarizadas, como la nuestra, que sufrieron colapsos revirtieron esos ciclos de endeudamiento. Hoy, la crisis, la tiene el dólar. A eso se refiere, también, entre otras cosas, la reversión de
los términos de intercambio. Fenómeno que dista de estar lejano a la crisis del saber institucional. Aunque encontrar relaciones entre ambos fenómenos no sea adecuado a "los tiempos que corren". Los tiempos que, parece, nos corren.
Eso es todo, señores, buenas noches.
Felices fiestas, por si no nos vemos.
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