La minitancia necesita expresarse.
Tienen cosas, de una irrelevancia mundial, que decirles a todos. Sin necesidad de que los escuchen, por supuesto.
La minitancia, esto es, la necesidad orgasmática de contar puerilidades de minitas, no nació con la red. Antes estaba en las más elitistas revistas de moda. Que sobreviven, las mejores, gracias a la calidad del papel y la fotografía, y a cierta cosa de los elementos paratextuales.
Pero son un flagelo en la red.
Antes eran los blogs, después fue facebook, ahora es twitter, aunque su estrella, se apaga.
Cuando los blogs emergían -ahora sólo quedan los mejores, y especializados, que aumentan exponencialmente sus visitas- y multiplicaban, los más visitados eran los de minitancia. Había montones. Trillones. Estaban entre un diario íntimo y una proto red social. Eran los tiempos del messenger también. Y de escribir para buscadores, posicionarse ahí. Buscadores múltiples, que si aún existen, ya están en el olvido. Como Altavista. O Argentina, donde yo tuve una cuenta de mail. Que usaba bastante. Después, por las tendencias centrífugas del capitalismo, todo se concentró. Los blogs medios y pequeños cayeron por las redes sociales, derivando sus lectores a los más consolidados que sobrevivieron. Por que como ocurrió en la blogósfera política, los medios de comunicación absorbieron los talentos que encontraron. Y eran mayormente personas sin experiencia en el campo del periodismo, que tomaron una decisión errada: cerrar sus blogs y ponerse a cobrar por lo que escribían en la prensa tradicional, como si fueran antagónicos o excluyentes entre sí. Y no era, mayormente, un asunto de plata. Ni lo es aún. Esos nuevos periodistas suelen cobrar menos que los más tradicionales, aunque tengan más creatividad y visitas y dinámica. Sino, y he aquí el mayor error, por considerar que ejercían, así, una mayor influencia.
El tiempo les demostró su equivocación, pero ese es otro tema.
La minitancia ahora invade las redes sociales. Twitter, especialmente. Lo más retuiteado son esas cosas de minitancia, sin una correlación con, por ejemplo, la cantidad de seguidores, o el valor por antonomasia que determina el posicionamiento e influencia en twitter, que es la cantidad de listas que se integran. Listas de lectura. Sólo usadas, aún, por un puñado muy pequeño de lectores, pero que suelen ser los más dinámicos. Y como justamente la minitancia, que tiene cosas como "si lo dices cuando te viene es por que lo pensaste 28 días" no integra, mayormente, ninguna lista, aunque puede ser retuiteado cientos de veces. O miles. La minitancia construye pequeñas redes dentro de la red, nodos con contactos frágiles y esporádicos entre sí. Son las Mil mesestas, la minitancia.
Tienen cosas, de una irrelevancia mundial, que decirles a todos. Sin necesidad de que los escuchen, por supuesto.
La minitancia, esto es, la necesidad orgasmática de contar puerilidades de minitas, no nació con la red. Antes estaba en las más elitistas revistas de moda. Que sobreviven, las mejores, gracias a la calidad del papel y la fotografía, y a cierta cosa de los elementos paratextuales.
Pero son un flagelo en la red.
Antes eran los blogs, después fue facebook, ahora es twitter, aunque su estrella, se apaga.
Cuando los blogs emergían -ahora sólo quedan los mejores, y especializados, que aumentan exponencialmente sus visitas- y multiplicaban, los más visitados eran los de minitancia. Había montones. Trillones. Estaban entre un diario íntimo y una proto red social. Eran los tiempos del messenger también. Y de escribir para buscadores, posicionarse ahí. Buscadores múltiples, que si aún existen, ya están en el olvido. Como Altavista. O Argentina, donde yo tuve una cuenta de mail. Que usaba bastante. Después, por las tendencias centrífugas del capitalismo, todo se concentró. Los blogs medios y pequeños cayeron por las redes sociales, derivando sus lectores a los más consolidados que sobrevivieron. Por que como ocurrió en la blogósfera política, los medios de comunicación absorbieron los talentos que encontraron. Y eran mayormente personas sin experiencia en el campo del periodismo, que tomaron una decisión errada: cerrar sus blogs y ponerse a cobrar por lo que escribían en la prensa tradicional, como si fueran antagónicos o excluyentes entre sí. Y no era, mayormente, un asunto de plata. Ni lo es aún. Esos nuevos periodistas suelen cobrar menos que los más tradicionales, aunque tengan más creatividad y visitas y dinámica. Sino, y he aquí el mayor error, por considerar que ejercían, así, una mayor influencia.
El tiempo les demostró su equivocación, pero ese es otro tema.
La minitancia ahora invade las redes sociales. Twitter, especialmente. Lo más retuiteado son esas cosas de minitancia, sin una correlación con, por ejemplo, la cantidad de seguidores, o el valor por antonomasia que determina el posicionamiento e influencia en twitter, que es la cantidad de listas que se integran. Listas de lectura. Sólo usadas, aún, por un puñado muy pequeño de lectores, pero que suelen ser los más dinámicos. Y como justamente la minitancia, que tiene cosas como "si lo dices cuando te viene es por que lo pensaste 28 días" no integra, mayormente, ninguna lista, aunque puede ser retuiteado cientos de veces. O miles. La minitancia construye pequeñas redes dentro de la red, nodos con contactos frágiles y esporádicos entre sí. Son las Mil mesestas, la minitancia.