miércoles, diciembre 07, 2011

Ay!

Comunicado de La Cámpora:


Da mucha pena que Victoria Donda, que es denigrada por los mismos medios a los que les da notas constantemente, trate de confundir a la sociedad con la complacencia mediática de los medios que ella utilizó para lanzar todo tipo de descalificaciones contra las agrupaciones juveniles que supieron plantarse frente a los monopolios y recibir sus críticas sin ser defendidos. Estas críticas las recibieron tanto nuestras compañeras como nuestros compañeros. Entre que nos defienda Cristina o Tenembaum, preferimos a Cristina, siendo presidenta o no.

Hubiera sido bueno verla actuar de manera tan democrática cuando, desde su organización política, se le prohibió a muchos de sus militantes asistir al funeral de Néstor Kirchner. Para muchos de ellos fue la gota que rebalsó el vaso y se fueron.

Si hubo una mujer agredida por su condición fue Cristina Kirchner. Nunca escuchamos a Victoria Donda criticar las agresiones de las que era blanco Cristina. Es más, se montaba sobre ellas terminar conformando el grupo A y así hacerse de la presidencia de la comisión de Derechos Humanos en la Cámara de Diputados.
Nunca insultariamos a nadie. Nuestra presidenta sufrió este tipo de ataques incluso despues de la partida de Néstor.

Recordamos que Victoria Donda fue en las listas del Frente para la Victoria en el 2007 como candidata a diputada nacional  por la provincia de Buenos Aires, que llevaba como gobernador  a Daniel Scioli. Vaya a saber uno para quién habrá hecho campaña, ¿no?
Es más, en esa misma lista iba Graciela Camaño. Más aún, cuando todos venían por Néstor y Cristina, Donda tuvo muy claro cuál era su lugar y terminó conformando aquel grupo A con Graciela Camaño o Patricia Bullrich.

Uno de los problemas de Donda es que le cree todo a los diarios. Nosotros nunca la insultamos a pesar de que ella lo hace continuamente. No existió el “Ole Ole trola trola”, sino, que lo que se cantó fue “Ole Ole Rodra Rodra” en referencia a un compañero que fuera pareja de ella y la ayudara mucho.

Que critique nuestras posiciones políticas desde un altar imaginario donde se ve sentada junto a Binner no nos llama la atención. Le hicieron el cuento de la orga a Néstor, después a Sabatella, después a Solanas y por ultimo a Binner. Todo esto en cuatro años.

Sabemos que lo que busca Donda es salir en los diarios La Nación, Clarín y otros satélites agrediendo a La Cámpora con la consabida mirada recontraqueteindependiente  de sus periodistas. Los mismos diarios que siempre la destacan de manera sexista.

Esta juventud es la que bancó al gobierno que más amplió derechos desde el primer peronismo. Ley de matrimonio igualitario que votara Néstor Kirchner, Asignación universal, Ley de Género, Ley de Donante Presunto, etc. Se volvió a conformar el Consejo del Salario y a discutir en paritarias los sueldos de los trabajadores, se convirtió en obligatorio el secundario, ampliando el derecho a la educación de millones de argentinos, ampliando el presupuesto en educación que hoy llega al 6,44 del PBI, se recuperó Aerolíneas para que más argentinos tengan derecho a estar conectados, etc, etc, etc.

Igual no es la primera vez que quieren confundir nuestros cantos. Ya lo hizo Canal 13 en alguna oportunidad.

Este gobierno puede ser imperfecto, pero que no le quede dudas a nadie que siempre va a ser mejor que uno que integren Binner, Stolbizer, Tumini y Donda.

Ay, Pelado, Pelado



Siento aprecio por Tumini, es su juego. Pero a la total pérdida de bruja política, se le suma esta nueva onda de victimizarse. De caer, convengamos, bajo.
Es una señal identitaria, cuando se enflaquece el armado político, al punto de desaparecer, buscar una adversidad de identidad fuerte que, como antagonismo duro, cohesione internamente. Más cuando, es poco y cada vez menos, lo que te queda, Pelado, por cohesionar.
Victoria se enojó cuando mostré una foto de ella con De Angelli, en las previas para el acuerdo con el radicalismo y el conservadurismo que gobierna Santa Fe. Me acusó de haber golpeado una profesora, ja. No es cierto, obviamente, pero no es el caso: el caso es que se puede caer bajo, con agravios personales, inventados, con tal de defender...¿qué? No sé, supongo que una posición política histérica, requiere de esos grados de griterío, y que cuando no se puede rebatir ideológicamente -más cuando estás recostado, como vos, Pelado, a la derecha: con tus nuevos amigos de la soja, de Clarín, del olvido...¿qué se siente?- se recurre a lo altisonante vacío. Girondo rebatiría con su poema Cansancio. Que mejor no citar, porque, cuando Victoria lea esto, con sus problemas de comprensión de texto, puede sacar una nueva ofensa, para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama.
La verdad es que La Cámpora no insultó a Victoria, queda feo, incluso, que vos la metas en estos laberintos...Porque la historia que hay que contar, para explicar la verdad, es del ámbito personal.
¿Sabés por qué tus amigos de Clarín psicopatean, a través de Libre, el suplemento de calumnias e injurias de Perfil, a Victoria? Porque en Clarín les desconfían a ustedes, no a Binner, que tiene más negocios con Clarín que hoy en día Duhalde. Obviamente, es el suplemento de Calumnias e Injurias de Perfil, no van a ser sutiles. Entonces le pegan al funcionario kirchnerista, bah, nuestro amigo el chistoso crítico, que al parecer -no sé, ni me importa- sale con ella. Me cae bien igual, no me acuerdo como se llama, el pelado de la Barcelona. Lo encontré una vez en PPT. Ambos trabajamos en la misma empresa. Porqué pelearse tanto...Es lo mismo, por ejemplo, que pelearme con vos, ¿porqué, si estuvimos juntos en los tiempos en que coincidíamos? Y tarde o temprano, volveremos a coincidir. Y acá llegamos al punto. Los aires de familia, las cosas en común.
Ayer La Cámpora gritaba el nombre de un amigo, Rodra. Convenientemente, cambiaste las cosas por "trola". Gritaban Rodra porque...mi amigo Rodra, salió alguna vez con ella. ¿No es mucho mentir así, tan descaradamente? O, pongamos (no lo creo) que te equivocaste, que te la contaron mal, que....Me consta que Victoria es capaz de mentir para sacar provecho de una situación coyuntural, tengo guardados sus insultos. Pero, el punto es otro.
Binner hizo una buena campaña, ocultando sus políticas conservadoras y mostrándose cercano al kirchnerismo. Te escondió a vos, a Lozano, a De Genaro, a todos los piantavotos. Y apenitas mostró a Victoria -nunca la dejó hablar- y a su compañera de fórmula. Fue un éxito electoral, para el socialismo, salir segundos, a mayor diferencia de la historia, y al riesgo de aniquilar su partido, sus alianzas anteriores, y humillarte a vos y a todos los que peleaban una (1) banca. Vos venís de alianzas en alianzas, y sólo cambiaste de camiseta en cada elección desde el 99 a esta parte.
Como Patricia Bullrich, los que cambian mucho de camiseta, gritan y patalean por una identidad que no tienen, pero la construyen en oposición a alguien. Está bien, es la política, la más rudimentaria, la que te sale.
Pero, Pelado, la verdad, me da cosa que la uses a Victoria en ese camino. ¿O no está siendo usada, y se somete a la calumnia, al precio de tener que contar que le estaban cantando a su ex novio? Obviamente, se le estaban burlando. ¿Está mal, eso? Ponele que sí, ja. Pero, los chicos de Patria Libre, en sus buenos tiempos -la misma Victoria, en sus mejores momentos- puteaban y se burlaban de manera más ácida y, también, más divertida de sus contrincantes. Fueron los mejores tiempos de Patria Libre. No lloriqueaban con comunicados de prensa, sabiendo que hay serviles que los necesitan. TNbaum, con esto, se hace un vía crucis. Pero, entre nosotros, queda feo.
Lo único que falta es que, agraviado, el nuevo novio de Victoria, salga a pedir que se bajen los decibeles...Y que la Barcelona venga con un disco de Ricardo Montaner de regalo.
El precio político que se paga por perder el rumbo es que luego ya ni importa perder la gracia y la elegancia. Queda feo que te coreen el nombre de tu exnovio desde la agrupación con la que estabas aliada y ahora hacés tu causa de existir políticamente, sí, queda feo, pero vamos que no alcanza como para decir que te insultaron, tergiversar las cosas, salir a "denunciar", dios mío! ¿Qué pasó con esos aguerridos militantes de antaño, ahora se volvieron unos románticos melancólicos? No sé, Pelado, no da.
Pero si persistís en tu nuevo rol, además de cambiar Rodra por Trola, fijate que La Cámpora hacía como que cantaba Cuervo, Cuervo pero decían Fueros, Fueros y cuando dicen Cabandié dicen Mechandié y si pasa Carrasco dicen Qué Asco y así. Yo creo que si Victoria llega a tener otro novio de La Cámpora (quién sabe, puede volver a pasar, todo da vueltas) debería llamarse Ludovico Estafanuolo.
Cosa que de ningún modo puedas llegar a tergiversarlo.


Oh, oh, oh!





¿Taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaannnnnnntos análisis sobre el cambio de gabinete?
Cualquier cosa que se diga será como el gabinete: previsible, aburrido y secundario.
Más interesante es cuando uno compara con 10 años atrás. No para, otra vez, recordar el espíritu asesino, criminal, que embandera a radicales que se piensan muy sofisticados. Ni para datar el comienzo del fin del radicalismo. O para otra vez recordar el rol de Chacho Alvarez, Alfonsín y Duhalde aliados por Clarin y Techint. Sino, sobre los gabinetes.
De La Rúa y Chacho Alvarez, entre un asesinato y otro, se ocupaban de las cosas que les importaban  (ninguno de los dos podrían recordar los nombres de las personas que asesinaron, sí, sin embargo, cada uno de los que fueron ministros. En tiempos de descreimiento y falta de pasión, hay que reconocerles, a Chacho y Fernando que sentían una verdadera vocación por el asesinato) como dividir puestos de gobierno. Es una lógica muy interesante, porque es de donde surgían problemas. Por ejemplo, no había ningún desacuerdo en reprimir trabajadores o quitar derechos históricos, sí, en cambio, hubo desacuerdo en que se dejara un ministro que estaba acusado, oh las formas las santísimas formas, de coimear a los senadores del peronismo y el radicalismo, para lograr ese objetivo en el que el presidente y vice sí coincidían. Obviamente, no fue por eso que renunció Chacho Alvarez, sino porque le dio miedo ser considerado corruptor. Asesinar, reprimir, estafar, son cosas que, bueno, vaya y pase, pero corromper a alguien, nooooo, por favor.
La lógica del gabinete de Chacho Alvarez y De La Rúa, era la contraria a la del kirchnerismo: era la renuncia a gobernar. Cada ministerio tenía su garante corporativo. Se recuerda poco que los grandes medios de comunicación -principalmente Clarín, durante el 2000: después de todo era su gobierno, hasta el 2001- hablaban del gabinete de lujo. Entre un asesinato y otro, todavía sus figuras siguen hablando como que volvieron de marte. Donde residieron los últimos 40 años. Pero, la lógica, era también cuartelera, muy a lo Chacho Alvarez: el toma y mata. Se balanceaba el poder, se equilibraba, se buscaba la mayor representatividad posible. Por ejemplo, si arriba estaba un conservador radical, segundo iba un derechista del Frepaso. Si en cambio un reaccionario del Frepaso estaba arriba, segundo iba un joven fiestero del Grupo SIDE, que en el radicalismo pasaba por progresista. Y la UIA tenía su ministro, la Sociedad Rural su secretario, la Iglesia su custodio, los milicos su garante, los progresistas sus lanzagranadas, los periodistas su sobre de la SIDE. Majul, entre otros periodistas berretas, colonizaron Canal 7 para hacer propaganda oficial, con la plata de nuestros impuestos: era tan pueril que no lo miraba nadie. Pero era muy divertido el gabinete de De La Rúa: tenía su cuota de peronismo, el apoyo de todo el partido opositor, del FMI, del Banco Mundial, de la Internacional Socialista, de la Embajada Yanqui, de la Unión Europea, en fin, se hablaba de la reelección de De La Rúa, del relanzamiento del Frepaso, qué tiempos lindos, che.
Lástima que entre un asesinato y otro, licuaron el poder político en segundos. El relato que convenientemente se nos legó, siempre esconde los muertos en pos de los ahorros de las clases medias altas que creyeron, bien a la derecha como Chacho Alvarez y De La Rúa, que eran viables un montón de asesinatos para sostener la farsa de la convertibilidad. Los muertos, no importan.
¿Se acuerdan del gabinete político y el gabinete técnico? ¿De Chacho Alvarez diciendo que de "la crisis no se sale con medidas progresistas"? ¿De los asesinatos con los que debuta Storani y en las protestas subsiguientes, metieron preso al Nobel de la Paz? ¿De Gil Lavedra, de Patricia Bullrrich, del hambre, las ollas populares, las cuasi monedas? ¿Se acuerdan de que el Cavallo que volvía era, uhhh recordar esto..., "desarrollista"?
Era tal el mundo alienado que envolvía a Chacho Alvarez, De La Rúa y sus secuaces que entre un asesinato y otro hablaban las más increíbles boludeces, como bajar el gasto político, eliminar los sindicatos, llevar "tranquilidad a la gente" (que seguía viva) y hubo un acto, ohhh esto de tener memoria, cosa fea, la memoria, señora Graciela Fernández Meijide (¿en qué quedó su causa por corrupcion?), hubo un acto para relanzar la Alianza, organizado por Chacho Alvarez y sus cómplices.
Los desocupados, que día a día crecían en cantidad, cortaban las rutas. Pedían...comida. Y Chacho Alvarez y Fernando De La Rúa mientras tanto, estaban preocupados por ubicar familiares y amigos en la nueva ronda de cambios ministeriales donde, según nos explicaba Chacho Alvarez en Página 12 o la revista Noticias, los medios laterales a Clarín, los nuevos cambios -los de esa semana- buscaban "fortalecer la autoridad del Presidente". Qué tiempos aquellos, no se hablaba de los asesinados. Sino, de la autoridad del presidente. Y los cambios de gabinete no generaban escepticismo en La Nación y Clarin, sino, cada vez más entusiasmo. Todo muy lindo. Les duró un año. Demasiados muertos. Hospitales cerrados, años enteros sin clases, muertos de hambre, de enfermedades curables, suicidios de jubilados, oh la memoria, la memoria, la memoria, qué cosa fea.
Yo me acuerdo los analistas que diseccionaban quiénes apoyaban -como si importara- a cada ministro, las internitas entre caciques y tribus, las mentiras escalofriantes (los asesinados se mataban entre sí, el 183% apoyaba las nuevas medidas de la Alianza, Machinea era socialdemócrata, López Murphi había sido de izquierda -JOJOJOJO: me da cosa linkear esa nota que dice exactamente eso, en fin, búsquenla, se van a sorprender- Cavallo era desarrollista, Gil Lavedra y Fernandez Meijide, De Genaro el día de su muertepolítica, cuando se reúne con De La Rúa para entregarle el FRENAPO, oh la memoria, oh, oh) y la necesidad de olvidar de la mayoría de los que integran ese círculo del hacer político y comunicacional, que fueron, de manera muy hija de puta, cómplices.



martes, diciembre 06, 2011

Historia de la oligarquia con drama y humor (2)



Ramiro García me mandó esta foto. Es en Paraná. Esta tomada desde la plaza que tiene otro nombre, pero le dicen plaza San Miguel. Porque enfrente está la iglesia San Miguel. En paralelo a la escuela Fermín Chávez. La escuela, y un cuadro alusivo (yo escribí en aquellos tiempos menemistas que era un "cuadro alusorio, porque es alusivo, pero demasiado; o sea, es peronismo con culpa") que se inauguró en vida de Fermín, por Busti, cuando era casi menemista. Busti no era menemista del todo, digamos, pero ese es otro capítulo, necesario como enfoque distante de cómo entender a Kirchner. Los radicales, luego, sacaron el cuadro. La vuelta de Busti, ahora casi kirchnerista, fue la vuelta del cuadro.  Busti, además, siendo casi montonero, había traído a Paraná, los restos de López Jordán. Siendo casi menemmista, los había vuelto a traer. Siendo casi kirchnerista, una vez le presentamos con Marcelo un proyecto para hacer un monumento en el lugar donde López Jordán y el casi todo casi se nos cagó de risa. Ya no tenía nada que casi demostrar.
Bob Row ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Historia de la Oligarquía con drama y humor.": 

Tremendo post, Lucas. Vas a conseguir muchos nuevos amiguitos, seguro.
Te agrego un detalle: en los noventa le hice un reportaje a Fermín Chávez (no me acuerdo por qué) que salió publicado en Río Negro. Un depto modesto, lleno de libros, claro e imágenes religiosas y/peronistas. El eje de la entrevista fue "Menem no es peronista". No aceptó ningún cargo del entregista (a diferencia de Ramos y Rosa). Me pareció digno. 

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La extensión de la nueva peatonal que se ve en la foto (se llama, como todas las peatonales del país, San Martín, excepto la peatonal portuaria, que lleva como nombre Provocación) se hizo con plata que mandaba el kirchnerismo, al intendente duhaldista, que por suerte perdió recién su reelección. La Bolsa de Comercio de Entre Ríos se mudó a su nuevo edificio, más cerca de la UCR. Los radicales, recientemente, hicieron su peor elección en la historia. No tienen idea de porqué pasó esto. Hacen análisis superficiales e internistas, Marcelo Viola, un buen tipo, escribe estas cosas. Ramiro, pasale mi post anterior, creo que ahí están las claves del asunto.
Aunque no creo que Ramiro coincida para nada. Hijo de Enrique Pereira un historiador radical, Ramiro es demasiado radical y demasiado culto para que deje de ser mi amigo. Pero, como lee este blog, por puro melodrama de autofustigación, vamos a seguir con las chicanas.
¿No es la evanescencia del radicalismo, consecuencia de la redefinición de las disputas entre la oligarquía y el kirchnerismo? Lo estoy diciendo en lenguaje melindroso. Porque creo que la cosa no está resuelta. Pero, en el post anterior, parafraseando a Salvador Ferla, decía que todos somos kirchneristas. A ver...más que melindroso, parece lenguaje bucanero. Pero es que se debate el presente, la naturaleza del presente y los campos en que se dirime la vida política del presente. Cuando el menemista que preside el decreto sale a explicar que no van a obligar a no se qué, es decir, cuando sale a la defensiva, expresa su poca valía para afrontar la lucha política que se está, a su pesar, librando. Le faltó decir: "muchachos, si sus patrones se la llevan en pala, no nos jodan..."
El lenguaje melindroso y el bucanero comparten la familia de sentido, en las esquinas donde ambos ocultan, tergiversan, se van por las ramas, convenientes, de la tangente. Puede pasar, también convenientemente, como astucia política. Depende.
En el kirchnerismo kirchnerista hay un sector que pide bajar las banderas sin renunciar a sus objetivos. No hay mucho más, excepto los propios Kirchner, ni más ni menos, que se presentan como una incógnita pero que organizan profundizar sus lineamientos. Conduciendo. El arte de la conducción tiene esa cosa enigmática. Por la cual, apresurados como este escriba, de puro ansioso más que de credenciales (autoinventadas) a la izquierda del mapa, son bienllevados. Los retardatarios, ni más ni menos que el 90% de la alianza que compone el kirchnerismo, son, contra toda evidencia, llevados, también. Bienllevados. Bienvenidos a los objetivos trazados.
El kirchnerismo cultural hace ruido y quilombo. Pero es (somos) un 10% del asunto.
Pero, el drama del asunto es que no hay, parece, otra cosa que kirchnerismo. La oligarquía apuesta a la desestabilización o, alternadamente, la resignación y la pelea "por adentro". Antes se le llamaba conservadurismo popular o conservador lúcido.
Hay expectativas, en el mejor sentido del término, sobre qué va a pasar con el kirchnerismo en el gobierno. En La Nación, por tomar un órgano (ja) de la inteligencia del conservadurismo lúcido, nos pegan por boludeces como éstas en las páginas de política y nos elogian en las de economía. Así fue hasta el 2006. Fue, justamente Marcelo Faure el que la semana pasada me mandó un artículo periodístico que yo escribí en el 2005, discutiendo con la izquierda, sobre porqué apostábamos al kirchnerismo. No le erramos, por suerte. Pero tampoco sobrevivió la transversalidad, donde estábamos y nos sentíamos incómodos. Porque estaba, al frente, Alberto Fernández y toda su comparsa de exquisitos oportunistas. Ahora, en La Cámpora,   hay una conducción de gente más parecida a nuestros derroteros. Que viene del antimenemismo, que tiene deudas con los organismos de derechos humanos, que tiene cercanías con los postulados combativos, que tiene un aire de familia con las disputas decisivas de la historia.
(Hace dos días les explicaba esto a unos amigos de las murgas porteñas. Rematé, diciendo, que cada pelo que se le encanece al Cuervo Larroque es un pelo que yo pierdo).
Pero, a ver, la unidad nacional no niega las luchas y diferencias. Edgardo Mocca lo viene escribiendo, hace rato. Y profundizar no es necesariamente machacar sobre los ejes de conflicto.
Volvamos.
Hay una vieja discusión, que la realidad democrática va depurando, sobre la oligarquía diversificada como burguesía nacional tras el rodrigazo. Fecha, puesta, adrede, porque condensa las expectativas del peronismo y la fase económica abierta con el rodrigazo. La distancia entre ambos. El agua del puente y la sangre arrojada al mar que corrió. La discusión abarca el rol del estado. De lo público, supliendo (decimos en este lado) ese rol de burguesía nacional.
Eso, con sus símbolos y relatos en cada trinchera, organiza la adversidad política del presente. Por eso, camaradas y compañeros, y porqué no correligionarios, la historia de la oligarquía (con drama y humor) no agota el panorama ni define demasiado los marcos actuales.
Pero, es lo que hay.
Y pega en el palo más de una vez.
El problema es que el revisionismo es también Capitanich y sus locuras. Y enfrente, el mitrismo ilustrado es hoy la UBA. La intersección es este revisionismo portuario, convenientemente progresista, que pide disculpas, que no amaga siquiera para no ofender señoras gordas, que anda consensual como administrador de consorcio.
Pero, a ver, ¿cuál sujeto político encarna cada una de estas variantes de la historia, es decir, de las luchas del presente?
El kirchnerismo y el asustadizo, dubitativo y acorralado antikirchnerismo, seducido y abandonado por la oligarquía portuaria.
El sur tiene una historia más definidamente de clase, donde el estado encarnó los sueños truncos de allá lejos y hace tiempo de la burguesía nacional (la Sociedad Rural) y por eso, los Kirchner, gentes del sur, son tan revulsivos y necesarios, por eso conducen este proceso y por eso le roban banderas a los radicales, Ramiro. Pensalo. La crisis de la UCR es inevitable: los Kirchner les roban las banderas de los que no terminaron los gobiernos (Dorrego, Cámpora) esa compulsión, diría Oliverio Girondo, por lo fugaz perpetuo. Ojo con eso, Ramiro.
Pero, calma, ahí tienen un radical, Cobos, que terminó el gobierno. Porque dudaba, pobre, entre renunciar o seguir sin hacer nada institucional mientras libraba una interna (bien radical, Cobos) y pensó y pensó y tardó en decidir y bue, se le acabó el mandato. Pero si los radicales lo hubieran querido expulsar de verdad (le ofrecieron perdonarlo sólo sino terminaba su mandato), no lo hubieran echado de por vida, sino por cuatro generaciones, eh.

lunes, diciembre 05, 2011

Simple y sencillo





Atrás de donde vivía y capaz que vive, seguro, todavía, Marisol, está El Bochín, un club berreta pero pretencioso, como es todo en ese centro distinguido de la vulgaridad que es la República de Palermo.Venden, principalmente, asado. De carne mala pero cara. Ahí, hace más de un año, empezaron las peñas de los jueves. Eran más literarias, más amplias, también. Los que cocinan están aparte, al fondo. Rara vez se los ve. Y sino son invisibles, como cualquier trabajador entre tanta tilinguería. Por eso me costó distinguir a un forro, que hacía 14 años que no veía. Trabajaba, antes, en una sanguchería de Barrio Norte. Donde yo trabajé. Después nos íbamos a la estación de Constitución a tomar cervezas. El tucumano era un forro. A los más chicos, como yo, nos hacía trepar de bronca trabajando a destajo. Pero, el tucumano, ni siquiera trabajaba a la par, sino más.Como dando el ejemplo. Era el encargado, sin cobrar como encargado. Y en negro. Era el primer año de la gran recesión y sin embargo había un submundo que siempre conseguía trabajo. A la cola de ese submundo se podía vivir. Decentemente. Entre la neurosis de la gente bien, pasando desapercibido, tomando trenes hasta puente La Noria. Sin esperar volver. Sin mayores esperanzas. Se distinguía enseguida quién tenía la cabeza en otra cosa, y eso te hacía mierda. Los más viejos te enseñaban que no había que tener esperanzas. Las esperanzas te distraían y distraían al resto. Que había que concentrarse, tratar de ser, en lo posible, decente, y aferrarse con fuerza al trabajo manual. Como si importara. No hablar mucho. Pasar como una sombra entre los jefes. Mirar, al salir del trabajo, cansado y ausente, que mañana será otro día, exactamente igual. Es un modo de vivir. De soportar. Los que no se la aguantan, los que te hablan de otras cosas, los que estudiaron, los que tienen el mundo comprado, siempre te distraen. Ellos mañana no estarán detrás de una cocina. Difícilmente te saluden. Lo más probable es que no quieran acordarse. Tenía razón.
Hace seis meses el tucumano trabaja en una panadería cerca de la Sociedad Rural. Me mira con desconfianza. No me saluda. Yo no lo saludo. Sigue teniendo la nariz colorada de los alcohólicos. Hace sánguches de miga. Y está más flaco y más ensimismado. Ya no le veo tanto entusiasmo. Puesto en el trabajo. Debe andar, ya, por los 50 años. Yo no tengo 19 como tuve. La vida sigue.
Me molesta que su sombra, la de la suerte, me persiga. Eso me hace creer que el tucumano también se siente molesto. No sé, capaz que se siente molesto de verdad. Pero yo hago que no lo reconozco. Y él se sabe invisible. Detrás del mostrador. Metiendo mano al trabajo. Mientras el tiempo pasa. Para todos. Y las viejas chotas siguen siendo viejas chotas, de Barrio Norte, de Palermo, de Recoleta. Y cuando una vieja chota muere su hija la reemplaza, con más entusiasmo. Las viejas chotas pasean perros. Compran y exigen. Saludan cariñosas, pero les da lo mismo si está el tucumano, si está el entrerriano, si hay un boliviano, si hay uno del conurbano, si hay una máquina, son todos iguales, morochos, gringos, amerindios, negros, blancos, bizcos, colorados. Los trabajadores, trabajan. Lo sabe la vieja chota. Lo sabe el tucumano. En cierto sentido, las cosas, así, funcionan. Dentro de lo razonable.
Como un mecanismo que, además, seguirá funcionando. Es tan ordinariamente simple que resulta monstruoso.


Ni un barco frágil de papel.

Feliz cumpleaños, Maia. Hoy rastreé tus mails, rebotaron todos. Vas cambiando de cuenta como de ilusiones. estaba bucando, te acordás, cuando escribía notas y metía guiños a lo nuestro. Pero me puse mal. Acá hay algo de cuando me ponía mal. Algunos, todavía, me preguntan qué pasó con nuestro casamiento. Un barco frágil de papel...
No, ni eso. Ni amigos. Además, ser amigos es como quedarse con el premio consuelo. Pero todavía me pregunto porqué me querés tanto. Yo sé porqué te quiero, pero, vos, mi pequeña, ahora que... No sé.




Una mujer de ojos oscuros y un pañuelo para llorar.

 





Ver pasar una mina llorando es común. Pero secándose las lágrimas con un pañuelo, ajá, con un pañuelo, es algo raro. Sofisticado y raro. Sucedió hace un rato. Este domingo, a las diez de la noche.
Estaba sentado en la puerta de mi edificio, con la misma remera que llevo puesta desde el jueves. Con el bolsito que me tironearon en Constitución, las zapatillas baratas -las rompo cada cuatro meses, por una vieja operación en el tobillo izquierdo: la pierna con la que mejor gambeteada cuando era el 10 en el club de mi barrio- la novela de Henning Mankell ("Pisando los talones" qué buen título, eh), el Miradas al Sur que me compró Franco a las 6 de la mañana en Parque Patricios, sentado ahí, sin la llave de mi casa. El jueves cumplía años mi hermano menor -el varón- y me fui, desde mi casa en Santa Fe, a Paraná para saludarlo. La encontré a mi pequeña, en la terminal, también viajando a Paraná (¿porqué las ex novias se vuelven tan hermosas después de que tienen la dignidad de dejarme?) y fuimos, en el viaje, conversando con humor, con gracia, con simpatía. Ah, mierda, los psicoanalizados somos tan sofisticados. ¿Hubiera creído, la mujer cincuentona  que al lado nos escuchaba dividirnos muebles, preguntarnos por la familia, dialogar sensatamente, hubiera creído que tres meses atrás estábamos en pie de guerra, porque la desilución es un mar de aguas profundas e insoportables?. Antes de bajarme le pregunté lo que no debería. Mi Pequeña, ya no mía, no sabe mentir. Quedó blanca, bueno, ók, entendí: ojalá sea un buen muchacho y sean felices. ¿Cómo iba a ser la novia de un periodista, militante oficialista, con pretensiones -a la madrugada- de novelista, si la pobre ni mentir sabe de tan buenita que es? Las seis cuadras que hay de la terminal de Paraná a la casa de mi vieja, las hice pensando que bueno, todo pasa. Este mes pagué una deuda a la AFIP que equivalía a mi sueldo. Tá, un mal día lo tiene cualquiera. Pero unos amigos del trabajo me conseguían los pasajes para irme a Tandil, aunque primero, querían llevarme, después se bajaron, pero, bue, todo bien, llegaba y después veía. Me llaman, un contratiempo, hubo algunos problemas. Yo soy un tipo moderado que busca generar consensos y apuesto al diálogo institucional, pero la vecina de calle Andrés Pazos se asustó un poco cuando me vio gritando por el celular una puteada larguísima, y de paso, renunciando. Ok. Un mal día lo tiene cualquiera. Ya me conseguiré un nuevo trabajo, no es para tanto.
La presidenta no fue por el temporal, así que no viajé a Viale y el Seba Lorenzo, que estaba por eso en Paraná, me llamó por teléfono. "Vamos a Tandil, ¿ya sacaste el pasaje?". No voy, Seba. "Ehhh" Y así. Fuimos a tomar un café al ACA (café de verdad, porque ahí no venden cerveza, ni ginebra, ni vodka o lo que más necesitaba: un balde de Bruja, para ponermelo de sombrero.)
Voy a Tandil.
Fui a la noche un rato al cumpleaños de mi hermano, lo veía felíz con su novia, por supuesto, lo quería cagar a piñas. No sólo a él, a toda persona felíz que se me cruce por el camino quería agarrarla con una metralladora. Como hacen los estadounidenses de escuelas secundarias cuando tienen un mal día. Sebastián me dijo una verdad: me la dijo, acodado al local de Flecha Bus mientras sacábamos los pasajes: "lo bueno es que peor no te puede ir". Es cierto, le dije, y me tomé un trago de optimismo. Y entonces llegó mi Pequeña, con su nuevo novio (saludos a ambos, eh) por cierto, con toda naturalidad, hay que reconocerlo: un pibe más joven, más alto, más flaco y seguramente más tranquilo que yo. Se me desfiguró la cara.
Pedí una ginebra rebajada con vodka y nafta súper, pero no, en la oficina de Flechabus sólo venden pasajes. Ok, un mal día lo tiene cualquiera: la situación no es tan desesperante, mi pequeña es felíz, estoy sin trabajo, no pude cobrar este mes pero Carrasco, ya está, nada peor puede suceder. Ahora es todo cuesta arriba.
En eso pensaba mientras estaba acodado en el bar de la terminal hablando con el Seba, y el cole nuestro, a cuatro metros.
Interesante conversación tuve. Hasta que le dije, "Seba, ¿subimos?" Ah, había un pequeño problema, nos dice el chofer del colectivo: "ése, el bondi de ustedes, ya salió".
Ahhhhhhh, tá, tá.
Tomamos un taxi con la idea de pararlo al cole en el tunel sufluvial. Lo agarramos en el último semáforo, con un pañuelo tapándonos la cara y una bandera de Barrios de Pie: o nos subís o de este piquete no pasás.
Cuando viajaba todos los viernes para ir a La Bloguera, caminaba por las paredes del colectivo: porque no puedo dormir en los coles. Pero, mi amigo Enrique Carbó, médico de estas pampas, me hizo una receta de pastillas para dormir que me cambió la vida para viajar. Siete horas. Seba, tomate esto y te recontra dormís todo el viaje. La tomó. Sí, durmió con un bebé. Hasta el último minuto del viaje. Lo sé porque yo a las dos horas ya estaba despierto. Caminando por las paredes. Con una inmensa resaca. Echándome la culpa por la guerra en Irak, por el atentado a las Torres Gemelas, por haberme peleado con el tipo de la AFIP, por haberme robado una plastilina en la guardería de Rosario cuando tenía 4 años.
Llegamos a las siete al Congreso.
En la traffic ya estaban los amigos. Estaba Mario, estaba Guille,  el Ingeniero, estaba Gerardo Fernández.
A las cinco horas, creo, llegamos a Tandil. Rubén Sentís y su esposa, Corina, nos atendieron muy bien. Mejor que mi vieja incluso, eh. Después cuento del Congreso de Pensamiento Nacional (Gerardo hizo una síntesis muy buena acá y seguramente más tarde se suban los videos). Pero, en realidad, yo estaba con Manuel el Coronel en el bar y me vinieron a buscar porque el panel donde yo estaba ya había empezado. Bueno, hablaron los que saben y después cerré yo -cerré porque no había un orden, y yo disimuladamente, me iba al baño cada vez que me llamaban de mi trabajo para seguir peleándome-  y bue, tenía que decir algo pero  no dije nada muy relevante, igual,  la gente se reía. Incluso hasta hubo una señora que quiso sacarse una foto conmigo, y un señor que me vino a felicitar y otro que me dijo, cuando volví con Manuel al Bunker (al bar), algo que en su momento me conmovió, pero ahora no lo recuerdo.
A la noche llegaron varios blogueros amigos, que yo aprecio mucho, y como hasta antes de las ocho de la noche puedo ser una persona afable, me sentía bien. Después me fui con el Guille -el Ingeniero me abandonó en ésta, algo muuuuuuuuy raro: generalmente, el Ingeniero es el último, antes que yo, claro, en irse- a tomar unas birras, me peleé con un pibito por no sé qué historia. Y después salí a un boliche, sintiéndome Aníbal el namber Uan, me encaré toda mujer que se cruzó por el camino, sin distinciones de raza, credos o religión (el Ingeniero, memorioso, me recordó la vez que me encaré una mina citando a Ricardo Arjona, tremendo). Usé todo mi arsenal de tácticas -chamuyé como un triste, solitario y final, me inventé más exitoso que Ricardo Fort, probé decir cosas ingeniosas y algo cultas, intenté con los chistes, me arrodillé y pedí por favor, hice la señal de la cruz y rogué a la virgen maría, bailé arriba del parlante, cabeceé tangueramente a una mina; bue, nada funcionó.Volví a las siete de la mañana con un adoquín al hotel. La historia del adoquín jamás la contaré, dado que es muuuuy bizarra. Pero el caso es que le pedí a la recepcionista (además de preguntarle cuál era mi habitación y ya que estaba, si por casualidad no quería darme su teléfono) que me envuelva el adoquín para llevarlo. Con una elegante bolsa de regalo que contenía un adoquín, subí a la habitación. Y más o menos a las doce del mediodía me estaban cagando a patadas para que me despierte y vaya al cierre del Congreso. Cosa que hice, claro. Me amigué con los que había discutido la noche anterior, saludé a todos, le agradecí con sinceridad a Sentís que me haya invitado, escuché el plenario, salí a fumar un pucho, me alegré por el sol y el cielo despejado, me fui sintiendo un hombre casi pleno, respiré hondo, me acordé de cuando iba a la plaza frente del Monumento a la bandera a jugar al fútbol y metía unos golazos haciendo pared con el pibe de la despensa, haciendo zizag en las puntas, enganchando para adentro por el carril derecho, el aire puro, las mariposas, el encanto de esta vida, un regalo de dios, cuánta alegría: debería mandar por facebook una tarjetita de esas re boludas que te mandan y te etiquetan y dicen "el sol brilla como un corazón porque tú puedes lograrlo". Seeeee. O escribir un libro de autoayuda. O bailar un malambo. O cantar la marcha peronista en la Exposición Rural.
Llegamos a Bs As. Me despedí del Guille, del Ingeniero, de Gerardo.
Saqué mi celular. Ja, campeón. ¿A quién llamamos, a qué estudiante de sociales de la UBA que esté re buena, sea kirchnerista, le guste Abelardo Castillo, crea por ejemplo que yo soy un genio y un tipo maduro pero muy lindo, eh, veamos, con cuál arrancamos, antes de ir a la medianoche al cumpleaños de Franco Vitale? Bueno, a ver. La A. Mendieta está primero. Agustín, mi hermano mayor. Alejandra, la esposa de un amigo. Y así. Pasé por todas las letras de mi agenda, perdón, por casi todas, cuando llegué a la T y leí "Taxi", me senté en la banquina, prendí un pucho y me quedé mirando un árbol.
La llamé a Elena que es una genial escritora. La busqué por la casa y fuimos a un bar en barrio Norte donde el mozo, recontra servicial, aparecía a cada rato para no se qué. Mozo, a ver: muy amable lo suyo, posta, pero estoy intentando levantármela y usted viene a romper las bolas a cada rato!
Elena, ponete las pilas, le dije: no seas felíz. No te lo digo por solidaridad conmigo, naaaa, pasa que felíz no podés escribir cosas buenas y humillantes sobre los tipos patéticos. No me vas a dar bola, tá, pero si escribís sobre mí yo me agrando tanto que paso a medir casi un metro setenta. Le cité a Barthes: "solo no quiero, loco no puedo, sólo soy siendo neurótico". En fin. Elena es una amiga. Y es una mina, como mi ex pequeña, que se la podría presentar a mi vieja y mi vieja, pobre, pensaría que Luquitas va mejorando. Ay. Bue.
Camino un poco, porque estoy podrido de viajar, me dije, y después me tomo un taxi hacia el cumpleaños de Franco (¿alguien leerá un post tan extenso, que me está divirtiendo escribir, pero que tiene menos relevancia que la candidatura a presidente de Marios Das Neves?) No sé. Llegué a Constitución. Ahí, me asaltaron. Un asalto muy raro. Uno de los chorros, me indicó cómo llegar a Parque Patricios caminando : "uhhh, mirá que es una bocha". Y, sí. Dado que no podré tomar un taxi. Entre otras cosas, porque acabás de afanarme (no le dije eso, sólo lo pensé).
Y acá corto.
Sigo, capaz, mañana.
Y al final nunca llegué a contar el final de la historia. La mina que pasó, en Santa Fe, llorando y se secaba las lágrimas con un pañuelo. 

domingo, diciembre 04, 2011

Que el río está bravo y estoy cansado para volver.




Nati tiene 17 años, es del barrio de Flores y nunca la vi. Pero es mi amiga. Bah, empieza el año que viene el derrotero de Comunicación, en la UBA y escribe cosas que yo escribía cuando tenía esa edad. Las escribe en su blog. Me hace acordar al pibe que fui. Aunque yo era más sacado, más border, y eso, de verdad, no quisiera que nadie lo sufra. Los jueves, a la madrugada, podemos chatear cuando yo vuelvo de las peñas. Yo creo que una motivación para escribir, para narrar, para hacer literatura, es estar un poco aburrido de ser siempre el mismo. Puede salir bien, o mal. Pero es tan poco lo que podemos abarcar. Con este cuerpo. Esta cabeza. Todo esto. Que es mucho, ya sé, a veces, uno no puede hacerse cargo ni de sí mismo. Y se hace cargo de la vida de los personajes, de las vidas inventadas, de la imaginación, de esas cosas. Uno no puede hacerse cargo de los miedos. Y se hace cargo de las personas que existen, solamente, en el teclado. A eso lo llamaste el disfraz del escritor. Es una buena imagen. Con una salvedad. ¿Quién se sabe íntimamente conocido para sí mismo? ¿Desde cuál certeza decirse no disfrazado, desnudo al mundo? Capaz que escribir sea ese modo de tomar conciencia del disfraz.
Y eso no es algo necesariamente bueno.

Nati me mandó esto carta, por correo. Y yo se los muestro. Quizás no debí, pero bue....





El disfraz de escritor


Una mesa en el medio, donde yacía un cenicero que rebalsaba de colillas de cigarrillos fumados casi hasta el filtro, algunos con las marcas rojas por mis labios (generalmente a medio despintar), otros de esa marca de cigarrillos que sólo él fumaba y que tiempo después me encontré comprando intentando inconscientemente de volver a esos jueves de cervezas e historias.


Cervezas e historias. Noches eternas me pasé fumando esos cigarrillos que él fumaba y cuestionándome cuál de las dos cosas era generadora de la particularidad de la otra. A veces recién a la segunda o tercera cerveza comenzaba entusiasmarme en sus relatos, otras estaban tan perfectamente armados desde el "hola, qué tal tu semana?" que la lucidez de los cuentos me incitaban a un vaso, y a otro, y a otro más, y así sucesivamente, por lo que la secuencia causa-efecto entre la cerveza y las cautivadoras narraciones se tornaba difícil de organizar.


Difícil olvidar ese último jueves que nos vimos. Yo había llegado un poco más tarde que de costumbre, no tenía por qué, como la mayoría de las veces en las que las mujeres llegamos tarde. Él, sin embargo, llegó todavía un rato más adentrada la noche. Se sentó, me empujó nerviosamente y sin intenciones por debajo de la mesa con las rodillas, se disculpó por eso y por llegar tarde, y pidió una cerveza. Había algo raro en su forma de mirar, de hablar, de sentarse, de agarrar el vaso y de fumar sus cigarrillos. No quise preguntar. A los escritores no hay que preguntarles cosas, si no dejarlos hablar.


Como estaba más callado que de costumbre, decidí empezar a hablar yo. Poco sabía él de mí. Le conté un par de cosas de mi vida, y a los diez minutos de darme cuenta que nuestros jueves eran así de especiales por él y sus fabulosos relatos, y que yo no tenía nada que hacer al lado de ellos, cerré la boca y con mi silencio lo obligué a hablar. 


A medida que me iba contando lo que acababa de sucederle, se iba relajando, empezaba a sonreír, perdía los nervios, dejaba de chocarme con las rodillas y la segunda cerveza se iba acabando. Pero yo escuchaba distinto, ya no tan ansiosa y entretenida en aquello que contaba. Como nunca antes ningún otro jueves. 


Nunca fumé tantos cigarrillos como esa noche. Aprendí a amarlo en cuestión de pocas horas. En la simpleza de ese nuevo relato, estaba la simpleza de su ser y lo único que necesitaba para enamorarme. Estaba hablando con Lucas, y ya no con el protagonista de las historias de Lucas. El escritor puede ser interesante, divertido, intrigante, y puede generar ganas de escucharlo todo el tiempo, pero yo recién pude enamorarme de la persona. 


Lucas persona nunca más quiso verme. Se sintió invadido, ya no estaba leyendo sus cuentos si no leyendolo a él, y para él yo nunca fui más que una oyente, una prueba de los efectos de su excelente habilidad para narrar e inventar historias. Algunos jueves todavía me siento en esa mesa de ese bar, me fumo sus cigarrillos, me tomo una cerveza y lo pienso. Ahora soy yo la que inventa las historias, historias que él nunca me contó porque el protagonista es realmente él. Sólo espero que alguien quiera escucharlas. Quizás él. Quizás no.

Tristezas del mundo.




Quizás en Etiopía comenzó todo. Se sabe aún poco, pero mucho más y de manera más rápida que durante siglos, del origen de la humanidad. De la especie humana. Durante millares, quizás millones, de años. Y, hasta ahora se cree, todo empezó en Etiopía. País pobre, de los más pobres del mundo, hoy. Integra el África Negra, la zona subsahariana del continente.
La crisis política que desencadenó el pantano militar yanqui, también va a afectar al África Negra, de una manera bastante parecida a los países de América Central, en nuestro continente. Esa misma crisis, que se narra como una mancha de petróleo que se expande (el mejor modo de no entender nada) venía "afectando" también al África Negra, recrudeciendo sus guerras europeas por materias primas. Con el retroceso de los EEUU y su reemplazo por China. A esto, en la narrativa vulgarizante de "la crisis internacional" se le llama "pérdida de competitividad del dólar". Esta afectación era positiva. El empantanamiento militar yanqui en medio oriente distraía sus esfuerzos en saquear África, mientras que la vieja Europa seguía ensimismada (España es el mejor ejemplo) de ilusiones y sus jóvenes cuarentones se preparaban, o sea, no trabajaban, para el mundo que viene y que, oh, no vino. Entonces miraron el trabajo disponible. 
La retracción del consumo industrial en la vieja Europa tiende a disminuir el precio financiero de las materias primas y a acentuar el racismo y ajustar el mercado de las razas. Así, el África Negra siente por triple vía la "crisis mundial": el mercado de la muerte disminuye sus incentivos keynesianos en las guerras de baja intensidad; disminuyen las remesas de inmigrantes y la cantidad que emigran y baja el precio de las materias primas. Estos tres procesos están, íntimamente, encadenados. Si el precio del robo de petróleo o tantalio baja, se ajustan los seguros de mercenarios, coimas a jefes militares tribales, se construyen menos mezquitas, hay menos bombas, menos poblaciones huyendo en barcos de la matanza, y así. China, reemplaza y compensa el retroceso de la barbarie europea y yanqui. China es, al lado de Francia fuera de su territorio, como Teresa de Calcuta al lado del Petiso Orejudo: ambos son conservadores, pero prefiero a la Madre Teresa. 
Los términos de intercambio están demasiado financiarizados en el África Negra, o sea, demasiado militarizados. Ésta es la oportunidad de China e India, Chindia, de aumentar y asentar su poderío en África. Es, también, una oportunidad para África. 
No. No hay que ser muy optimistas.
El video muestra imágenes de Etiopía y hallazgos de su música folklórica, difíciles de rastrear, porque no están, mayormente, grabados. Y sus instrumentos típicos tienen nombres impronunciables y sonidos lejanos.   Me enganché a leer sobre la música etíope, y hay que buscar y buscar para entender. Llama la atención, el actual desarrollo de internet, lo que falta, cuando de encontrar información de los países africanos, los más pobres, se trata. Quizás las cosas están como sobre el origen de la especie humana.
Una característica de la música etíope es la mezcla de culturas e influencias, remotas, y uno no sabe si expresan alegría esperanzada o una tristeza profunda o resignada. Probablemente, las dos cosas. 

sábado, diciembre 03, 2011

La tapa de una revista tirada adentro de un cesto de la basura en la peatonal de una ciudad del sur.





Los pescadores salen antes del amanecer con las botas a remontar el río, poner las redes, vagar en la isla. Llevan a su hijo mayor. Le enseñan cosas. Cortan hilo. Prenden fuego en algún rincón. Los sauces y pará, yo no quería escribir esto. Los islotes se parecen a la muerte. Había escenas con grandes almacenes, y una señora, separada, con dos nenas, mira una vidriera y yo desde atrás le miro las caderas. Me mira que la miro por el vidrio. Un guardia de seguridad se acerca y pregunta si la estoy molestando. La señora sabe que no. Que le estoy agradando. Pero dice que sí. Porque la nena de siete años puede contarle al padre y el quilombo que se arma y se empantanó la historia. En un puente un vendedor de seguros piensa en deudas antes de tirarse al río. Pasa un perro y le olfatea los tobillos. Se siente molesto el suicida. Le pega una patada al perro, que lo mira, temeroso y resignado. Se siente una porquería el suicida. Camina unos metros. El perro lo sigue. Camina un poco más, sólo para ver qué hace el perro. Y el perro se frena y lo calcula y se le acerca y le lame los tobillos y el suicida le acaricia el pescuezo y quiere explicarle algo y no le explica y se sienta y le acaricia el hocico y tiene ojos tristes, el perro. Y se pone a contarle un montón de cosas. De la empresa, las deudas, el fraude, la torpeza que cometió. Termina al amanecer. De contarle. Todavía está sentado con el perro. Sobre el puente. Pasa un patrullero a 20 por hora, el policía tira un cigarrillo por la ventana y lo mira sospechoso. El patrullero sigue. Amanece del todo. Tampoco da. Viene una tía de comprar bombones y tiene un vestido floreado. Puede llevar ruleros. Y un bolsito de mano, de cuero, marrón, pero chiquito, nada ostentoso. Viene de comprar bombones y no ve el semáforo y un colectivo para con mucho ruido y un frenazo que marca media cuadra y deja olor a quemado y apenas roza el vestido de la tía que se desmaya igual del susto y corre un agente de tránsito y a una semana de jubilarse, ya viudo y con un problema de asma bastante grave, se agacha y la mira tirada en el piso desmayada y se enamora.

Cruel en el cártel.




Mirando la balanza de pagos y el sostenimiento de las principales variables del modelo, se "liberó" una nueva cuota de exportación de trigo a favor de los empresarios primitivos y las multinacionales concentradas del mercado. La cosecha fue récord. No, no hubo que importar trigo por la injerencia del estado, al contrario. Hasta el punto que Federación Agraria, una organización de mucha competitividad global por encima incluso de la mafia rusa, la mafia de Chicago, el narcotráfico en México y otras organizaciones similares, planea un nuevo asalto a la caja estatal, porque ahora esperan, como esperan todos, que el precio patriota del trigo en EEUU baje o se estanque. Piden, por eso, la creación de una "empresa testigo". Con el conveniente verso de que van contra sus socios y aliados, las multinacionales que pagan impuestos (y hasta ahí nomás) los ultramontanos se tornan keynesianos a medida que bajan los precios internacionales. El comportaminto volátil de esos precios es lo que explica la ciclotimia de Eduardo Buzzi. Esta solicitada, muestra la vulgaridad con la que ahora Buzzi intenta salvar las utilidades de Los 7 Locos: Nidera. ADM, Noble, Federación Agraria, Dreyfus y Cargill. A contramano del renunciamiento histórico de Susana Giménez a un subsidio, éstos vienen por más subsidios. A cambio de bajar un poco de delincuencia fiscal -le llaman, declarar más trigo en el fisco- piden la existencia de una empresa testigo que les garantice altos precios a las materias primas. Qué imaginativos! Cuando el precio del trigo estaba alto en las pizarras de Chicago, nuestros patriotas apretaban al estado por más liberalismo, cuando el precio cae, no hay quien los corra por izquierda en desarrollismo. Charlatanes inescrupulosos ahora quieren defender precios testigos cuando hasta hace dos meses pedían que no se planchen los "mercados a futuro".
Este sector financiero -el principal sector financiero de la argentina, que no sólo no paga impuestos, sino que es ultra subsidiado- parece haber entendido como yo la liberación de la patria (la patria son ellos y sus granos, yo casi siempre me siento de más, ajeno a esa patria) y festejaron contentos y fueron por más. Yo no creía tampoco que fuera un giro a la derecha, o a la ortodoxia o una concesión (un nuevo cupo, nada más) ni nada tan desmesurado como un Huergo, pero el chiste era demasiado bueno: "Cristina, corazón, acá tenés el trigo para la liberación" como para dejarlo pasar. Sí, creía, que iba en la línea de defender el superávit y bajar la inflación (algo que no es en sí mismo bueno: sí, la inflación es mala y fea, pero las metas de inflación, las de Chile y Brasil, son peor. La presidenta después dejó en claro que no habrá metas de inflación). Un alto funcionario sin intereses en ese entramado financiero, me dio una explicación razonable: se necesitan los dólares de esa exportación para la balanza de pagos y los cupos internos ya están cubiertos y garantizados, y el estado extrae de ahí además utilidades que se reinvierten socialmente. Es decir, una mirada más global de la economía. Suena razonable. Yo miraba más por la cerradura y con la información disponible. Estaba equivocado. 
El caso testigo de la empresa testigo que propone la oligarquía, una manera elegante de subsidiarles internamente las eventuales caídas de los precios internacionales, marca la cancha. 
Siguiendo el razonamiento explicado por el funcionario, la prioridad no está puesta en garantizarles a Los 7 Locos la extracción de renta financiera extraordinaria, de modo que vienen equivocados los muchachos. Una empresa testigo de granos para el mercado interno, significa lo mismo que darles créditos blandos que nunca pagan, pero además llevarles la plata a domicilio a los conchetos de Puerto Madero, prepararles un café y lavarles las tazas. 
El estado en cambio, puede sí crear una empresa testigo que apuntale y profundice la dirección que señala en sus objetivos, una empresa, por ejemplo, productos elaborados, como fideos. 
Ya dispone, por el subsidio a las harinas, de capacidades estatales para intermediar en los mercados que atraviesa el trigo. Estamos hablando de una cuota muy importante de importación de inflación, cuando hablamos del trigo. 
El grano sin refinar puede seguir sirviendo para un modelo industrialista, es decir, peronista, mientras que la política con los molinos puede entrar en sintonía fina de mayor control y trabajo y mercado interno, a la par que frenar la algarabía de Funes De Rioja, el abogado patronalista hoy al frente de la Cámara de la Alimentación. Y atender un drama grave: el precio de los fideos. Apuntalando, en varias direcciones, el paulatino blanqueo -sin que pierda competitividad- de la economía de los pobres, a la par que los componentes nutricionales (por ejemplo, además de subsidiar el precio y operar como precio testigo de los fideos, agregar vitaminas y proteínas a las harinas enriquecidas).
Es, el precio de los fideos, un asunto de primer orden para la economía familiar de los más pobres. Quizás un tercio de sus ingresos se destinen al precio de los fideos. Otro tercio al consumo energético (las garrafas de gas, a pesar de los subsidios, igual siguieron subiendo) y el tercio restante a alimentos complementarios. Que, de todos modos, se complementan, a su vez, con fideos. 
Con que el estado-nacional, provincial, municipal- se compre sus propios fideos (en vez de comprarle a envasadoras) ya podría subsidiar el precio sin perder un centavo. E intervenir en el mercado frenando los abusivos precios. De las envasadoras. Si los empresarios de la nada, los envasadores, timbean y toman merca, sí se podría  decir que el dinero de la Asignación Universal se va por la canaleta del juego y la droga. 
Una empresa de fideos daría una clara señal, además, de hacia dónde se apuesta en cuanto al mercado de materias primas: a agregarle valor. Pero además, podría radicarse en una zona que no sea industrial, llevando el trabajo industrial (con todas sus consecuencias) a lugares alejados de la pampa húmeda (donde está el mercado financiero del trigo) e intervenir, además, en la regulación de los equilibrios entre cultivos; hoy determinados por el mercado internacional (acá, bueno, hay que mirar también el contexto: un país medio en el culo del mundo tampoco puede hacer mucho contra la economía mundial, esto se soslaya bastante, pero es así). 
En fin, que genial mi idea, sí, de una (aplausos y ovación) por eso las chicas me aman. Voy a los boliches y les cuento, entre daiquiris, mi idea de crear una empresa estatal de fideos, y vuelan los corpiños y todos aplauden y dicen pero qué chico interesante o sea, dicen, básicamente, que nunca te llevarían a la cama. Eso quiere decir que "sos muy interesante". Sí, boluda, y vos muy macanuda. 





viernes, diciembre 02, 2011

La manteca muy enojada la retó en inglés.





Sarlo vs. Merklen

Una lectura de La audacia y el cálculo, último libro de Beatriz Sarlo. Adjetivos, descripciones y problemas de método. La sociología de Denis Merklen como salida al atolladero de la crítica cultural pre y pos moderna.



Una lectura de La audacia y el cálculo, último libro de Beatriz Sarlo. Adjetivos, descripciones y problemas de método. La sociología de Denis Merklen como salida al atolladero de la crítica cultural pre y pos moderna.
1. “Sólo queda afuera de Celebrityland quien se retire del mundo”
La muerte de Néstor Kirchner catalizó la publicación de una cantidad de libros que se sumaron a la bibliografía ya existente sobre el kirchnerismo. Entre todo ese corpus, se destaca La audacia y el cálculo, de Beatriz Sarlo, la única intelectual cuya lucidez es señalada consensualmente por exponentes tanto de la derecha como de la izquierda. Con una larga y muy fructífera carrera académica en relación a la literatura argentina, y con una filiación política que empezó en el maoísmo del Partido Comunista Revolucionario, tuvo un muy breve paso por el peronismo en los 70 y finalmente se decantó hacia el alfonsinismo y el Frepaso (siendo su último avatar la solicitada en favor de la candidatura de Hermes Binner), Sarlo construyó un lugar ligado al progresismo que en la actualidad critica al gobierno desde el foco de la cultura. La audacia y el cálculo es el libro en que se dedica a pensar específicamente la figura del ex presidente tras haber puesto un pie en la prensa grande escribiendo sobre política.
Sin embargo, aunque el subtítulo sea Kirchner 2003-2010, aunque en la contratapa se lo mente una y otra vez (“Despótico, decidido, autoritario…”), y aunque su imagen aparezca en la portada, lo cierto es que el análisis sobre el ex presidente y sobre los núcleos centrales de la política kirchnerista (la resolución 125 o los avances en materia de derechos humanos) recién empiezan promediando el libro, después de más cien páginas dedicadas a Gran Cuñado, los blogs en general y la “blogósfera kirchnerista” en particular, los tweets de Aníbal Fernández en contraste con los de Macri o el vestuario de la presidenta. Además, según ha señalado especialmente la nota de Horacio Verbitsky en Página/12, los análisis parten de una serie de errores fácticos, lo que les quita precisión. Por el contrario, los desgloses previos acerca de la gramática, la sintaxis y el léxico de los medios y las redes sociales son muchas veces correctos en sus observaciones formales, aunque también muchas veces no pertinentes respecto del tema del libro. ¿O es que resultan pertinentes en calidad de fenómenos satelitales del kirchnerismo? En ese caso, no se entiende por qué no fueron igualmente considerados otros fenómenos de coyuntura como la sintaxis informativa de TNClarín (que no merece ninguna mención) o el caso Papel Prensa (que sólo merece un abigarrado paréntesis). La desorientación continuará, a menos que se invierta la fórmula y se trate de leer qué es lo que evidencia ese planteo de la composición general del libro. Si los señalamientos acerca de los medios ocupan más espacio y resultan más precisos que los que hacen a la política en sentido estricto, quizás no se deba sólo al hecho de que la crítica cultural sea el terreno de origen de Sarlo. Podría pensarse que hay algo más: la tesis general del libro sería, en esa perspectiva, que lo realmente significativo del período 2003-2010 no es el kirchnerismo, sus distintas acciones de gobierno y la renovada movilización social, sino… el imperio de los medios sobre la sociedad y la política. Nueva desorientación del lector: todo eso, según creíamos, era algo que había sucedido durante los años 90. En la actualidad, suena un poco extemporáneo reducir la esfera pública a un programa de televisión privado (o bien a “Celebrityland”), sobre todo después de diciembre de 2001, la recuperación del rol del Estado y el reinicio de los juicios por los crímenes de la dictadura (entre otras cuestiones). El empleo de itálicas para marcar distancia respecto de términos muy incorporados al uso, como zapping o tweet, subraya este efecto, y hasta fuerza la pregunta acerca de quién es el lector hipotético del libro, dado que se escribe como si estuviera dirigido a un público de una franja etaria no familiarizada con la tecnología. En el mismo sentido, si la idea de farandulización de la política recuerda a los argumentos propios de gran parte del progresismo resistente durante los años de Menem, se debe a que esos son, justamente, los lugares que Sarlo quiere para el kirchnerismo y para sí misma: el gobierno iniciado desde el 2003 se diferenciaría poco y nada del menemismo frívolo, su lógica es “la lógica binaria de los medios”, y ella sigue siendo la intelectual que critica el vaciamiento de la dimensión política. Sin embargo, ese extenso análisis inicial (que prepara el terreno para leer, páginas después, un kirchnerismo “farandulizado”) revela también una fascinación con los medios propia de una lectura posmoderna pura y dura de la realidad, según la cual la política se juega ahí, en la instancia mediática, y no en la negociación de conflictos sociales y económicos a través de medidas concretas y movilización. Sarlo ha hecho de la crítica a la posmodernidad un bastión fuerte de su carrera intelectual; ahora, al revés, hace una lectura posmoderna y ése es su bastión contra el kirchernismo.
2. “Cristina Kirchner no ha entendido esto bien”
Las observaciones sesgadas o no asistidas por una justificación continúan durante todo el libro. Por citar dos ejemplos: se menciona que el peronismo, “a diferencia del radicalismo, siempre se metió con los medios”, descontando señalar las diversas intervenciones y manipulaciones de la Junta Coordinadora de Enrique Nosiglia durante la presidencia de Alfonsín (ver El Coti, de Darío Gallo y Gustavo Álvarez Guerrero, que salió por Sudamericana en 2005); se escribe que el imaginario mediático de “Celebrityland” tiene una influencia muy importante, contradiciendo el dictum, pronunciado durante su participación en 6,7,8, según el cual hace mucho tiempo que los medios han dejado de tener influencia sobre la población (la argucia de esa contradicción es evidente: Tinelli influye, por lo tanto idiotiza, pero TN no influye, por lo tanto no hay cargo para imputarle).
Ese conjunto de imprecisiones debe vincularse a la indecisa posición enunciativa que adopta Sarlo en sus líneas. “Para entender hay que describir”, redacta, mientras con la otra mano interpreta, juzga, descalifica, en oraciones de claridad cartesiana que a veces disimulan mal el tono crispado traducido en hipérbole: “ser progresista”, ironiza sobre los Kirchner, “es violar todas las leyes y normas y necesidades del federalismo”. Sarlo califica y no califica los objetos de descripción alternativamente; esa decisión le asigna al libro un plus de arbitrariedad que no se condice con las críticas al kirchnerismo. Resulta más confuso todavía que frases cargadas hasta la médula de connotaciones peyorativas sean camufladas como enunciados objetivos. El escamoteo busca construir un lugar de enunciación más allá de los tironeos de la política, lo que en este caso es impracticable desde el vamos.
Volvamos al imperativo antes citado: “Para entender hay que describir”. La preocupación casi obsesiva del libro es entender todo lo que ocurre a su alrededor en tiempo presente, lo cual sería elogiable si no fuera porque su consecuencia a nivel de la enunciación es el permanente reparto de atribuciones: “Kirchner entendió mucho de política”, “La ropa pública no es una acción privada. Cristina Kirchner no ha entendido esto bien”, “Artemio López es un viejo peronista que entiende perfectamente este potencial” (se refiere a los blogs), “Eso es entender a la perfección las reglas de Celebrityland”. El objeto de análisis y comprensión va cambiando, pero lo que no cambia es el lugar de enunciación omnisciente, que todo lo comprende, y desde el que resulta natural escribir la siguiente humorada autocontradictoria: “Quisiera que los siguientes calificativos fueran leídos descriptivamente: abigarrado, ampuloso, barroco, pesado, falto de claridad conceptual, demasiado engamado o de un cromatismo chillón. Así se vistió, hasta la muerte de Kirchner, el cuerpo ceremonial del Estado”. Que se haya entendido mejor o peor el canon según el cual la presidenta debería elegir su indumentaria no resulta, en todo caso, tan relevante; importa más en cambio cuando esa enunciación autosuficiente, pre o posmoderna (ya veremos) e imprecisa, aborda la relación del gobierno con las clases populares.
3. ”La relación del kirchnerismo con las organizaciones sociales consistió básicamente en cooptar a sus dirigentes con cargos en el Estado y paquetes de planes sociales y mantener el nivel conflicto lo más bajo posible”
La fijación con los medios de La audacia y el cálculo no construye sólo un kirchnerismo frívolo. Apunta, también y de manera más estructural, a ofrecer una imagen decadentista de la sociedad -especialmente de las clases populares. La argumentación hace pie en el consumo cultural y se dispara hacia otras esferas. Por ejemplo, y sin escalas, al terreno ético: Sarlo señala que la cabeza de Maradona “se moduló en el cruce de Fiorito y el país de la fama, una tierra donde se puede hacer cualquier cosa mientras se adore a los hijos y a la madre”, lo que implica: superficialidad y sentimentalismo de las clases populares, pues ellas también están, recordemos, configuradas según los patrones de los programas de farándula que consumen. El lugar de “fiscal de la cultura” que adopta Sarlo (simétrico al de “fiscal de la república” que ella ve en Verbitsky) le permite exponer esta conclusión sin necesidad de matizarla. De hecho, la misma forma del enunciado obstruye esa posibilidad, ya que la frase parece pertenecer menos al terreno de la observación sociológica fundamentada que al de la opinión.
La ecuación que propone el libro es simple: las clases populares prefieren Celebrityland, y Celebrityland idiotiza; por lo tanto, al no mostrar interés por nada que escape a esa pauta de consumo, las clases populares se encuentran despolitizadas. En efecto, si “el ocio configura de modo bien profundo las costumbres y capacidades (…), los umbrales de tolerancia a la dificultad, la disposición a encarar cuestiones menos simples”, raramente quien elija ver programas frívolos en su tiempo libre podrá dedicarse a la complejidad que implica la dimensión pública. La degradación cultural tiene así su correlato en la completa pasividad política.
A Kirchner, leemos, “no lo conmovían los principios que conmueven a una izquierda del siglo XXI: la dignidad y autonomía de los miserables. Los entregó atados a los caudillos que, a su vez, se le sometían”. Es secundario el hecho de que Sarlo no mencione medidas como la AUH o el plan “Un alumno, una computadora”, una de cuyas características principales es dirigir recursos del estado a los sectores populares sin mediadores; lo fundamental aquí es que el tono patético trae hasta el lector el omnipresente fantasma del clientelismo, concepto seudoexplicativo de casi todos los males de la Argentina (que también aparece en la solicitada a favor de Binner). El subtexto de ese término, por si hace falta repetirlo, es que las clases populares están sujetas a un esquema de intercambio de favores por votos que les impediría ejercer un sufragio “libre”, “ideológico”; desde una visión metonímica de la política, la consecuencia sería que estos sectores votan con el estómago o el bolsillo y no con la cabeza, en una suerte de ciudadanía imperfecta opuesta a la ciudadanía libre de determinaciones de las clases medias y altas. Y sólo así, por la negativa a reconocerle a los sectores populares una politicidad activa y una capacidad de organización virtuosa, se explica el comentario de Sarlo acerca de la marcha del 24 de marzo de 2010, en la que “prácticamente todo el espectro del progresismo estuvo para representar la continuidad histórica entre las organizaciones de derechos humanos y decenas de agrupaciones políticas y sociales a las que se agregó, como novedad de último momento, una Juventud Sindical de la CGT, que no se había visto antes en manifestaciones de este tipo. Sin embargo, para quien ha visto muchas ´plazas´, lo nuevo era el nucleamiento de 678 Facebook”. La frase concede y al mismo tiempo niega: sí, la JS fue algo novedoso, pero no tanto como el grupo de clase media reunido a través de Internet y la televisión, fetiches argumentativos de La audacia y el cálculo. El desconocimiento (cercano al ninguneo) de la transformación política que supone el compromiso con los derechos humanos de una rama joven y muy activa del sindicalismo peronista, liderados por un dirigente que construyó un sindicato desde la base (el de Trabajadores de Peajes y Afines), sólo se puede entender si pensamos en que, para Sarlo, lo que hacen las clases populares no es del todo política, o al menos siempre se verá deslucido ante las manifestaciones de los otros sectores.
El inconveniente de esta posición es que no sólo resulta sociológicamente poco productiva (por ejemplo, como señala la politóloga María Esperanza Casullo -click aquí-, es difícil de cuantificar cómo el clientelismo afecta el devenir de la política) y problemática en términos ideológicos, ya que restringir la política “libre” a los sectores medios y altos de la sociedad supone una lectura más antipopular que antipopulista. Además, indica una desactualización en términos teóricos. Hoy en día, [hasta el diario La Nación admite algún matiz a la imagen de las clases populares como pasivas políticamente, atadas a los intereses y conveniencias de dirigentes corruptos (por ejemplo, click aquí, con la puesta en perspectiva del término “puntero”). Más extraño aún resulta que Sarlo no mencione, ni siquiera para rebatirlo, a Javier Auyero, politólogo que con sus trabajos etnográficos viene estudiando (y complejizando) el concepto de clientelismo desde los 90. O, todavía más pertinente, al sociólogo uruguayo-argentino Denis Merklen. Su libro Pobres ciudadanos (del 2005, hay una segunda edición del 2010 por Gorla) desarma la “alternativa errónea” entre clientelismo y ciudadanía postulando, en cambio, que las clases populares están “condenadas a la política” para sobrevivir; esto es, a ejercer presión, a negociar con el Estado, a poner juego capital político y legitimidad social. “La larga y paciente construcción de lazos sociales a nivel de los barrios del conurbano”, escribe Merklen, “fue enteramente ignorada por aquellos universitarios que leían la política en clave exclusivamente ciudadana”. Este movimiento que señala Merklen se comprueba por partida doble en la frase sobre la marcha del 24 de marzo antes citada. Allí Sarlo logra, extrañamente, hacer a la vez una lectura posmoderna y una lectura premoderna de la realidad. Posmoderna porque lo que importa no son los trabajadores organizados sino los consumidores de TV y los usuarios de la web; premoderna, previa a la Revolución Francesa, porque la política se ubica donde están los ciudadanos “libres” de las clases medias y altas, mientras que hacia abajo sólo hay, como la misma autora define, miserables entregados.
4. “A veces, un flash la asimila a una buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política”
Las escasas notas de reconocimiento a los logros políticos de los últimos ocho años aparecen, en el curso del libro, puestas entre paréntesis, subordinadas a una oración principal que las atenúa, objeta o directamente anula, o bien como nota al final de capítulo. Es cierto que la sutileza de esa decisión parece más inteligente que la iracundia de otras figuras públicas que resuelven su deshonestidad intelectual apelando a comparaciones del gobierno argentino con el fascismo. Sin embargo, a los efectos de la polémica, los dos disensos resultan tan estructurales y deshonestos que no se plantea ni siquiera el piso común de lo hecho y de lo que falta por hacer. Lo que se busca es antagonizar permanentemente las posiciones –cosa que no está mal, salvo porque esa disposición al antagonismo es lo que critican, con sentido común republicano, sus propios artículos sobre el kirchnerismo.
En La audacia y el cálculo predominan imágenes de Kirchner y del kirchnerismo cuyo grado de novedad en términos de percepción de movimientos populares y democrácticos es cercano a cero. La adhesión −organizada políticamente o no− al gobierno de diversos sectores sociales, la normalidad electoral con que fueron elegidos sus representantes y las transformaciones tangibles del 2003 en adelante son acontecimientos que la prosa de Sarlo elige desconocer o desdibujar hasta volverlos irreconocibles. A cambio se escribe sobre la “versión inventada para apoyar la ley de medios”, “los sectores medios a los que les tocó el lado bueno de la reactivación”, el “ignorante patetismo” de CFK cuando “reconoció no ser muy sarmientina”, la “rusticidad” del trato de Kirchner o la “violencia estilística de Aníbal Fernández”, contrastantes con Duhalde, quien “practicó la moderación hasta que la policía, en un episodio oscuro, asesinó a los militantes Kosteki y Santillán”. En estas citas del libro, sumadas a las anteriores, el lector reconocerá un compendio de acusaciones que no le resultará históricamente ajeno: incivilidad, ignorancia, impostura, y otra serie de sustantivos con prefijo negador. Nada resulta muy distinto en “Victoriosa autoinvención”, el artículo en que Sarlo analiza la reelección de la Presidenta. Más que analizar el nivel de convocatoria y participación popular en Plaza de Mayo, Sarlo parece estar glosando las líneas de “El simulacro”, aquel cuento de Borges publicado en 1960. No se ve cómo puede pasar por complejo y lúcido un análisis político cuyo punto de partida y de llegada es que el kirchernismo resulta una gran puesta en escena.
Escribía Borges en “El simulacro”: “¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal (...) El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología”.
Cincuenta y un años después, Beatriz Sarlo escribe en “Victoriosa autoinvención”: “La Presidenta Viuda fue la protagonista y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos, que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable (...) La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma”. Con semejante desestimación de la voluntad popular, no es extraño que Sarlo termine el artículo de esta manera: “La novedad, por primera vez en la historia electoral argentina, es el lejano segundo lugar del Frente Amplio Progresista, dirigido por Hermes Binner y muy heterogéneo”. Sería falso negar que este segundo lugar ocupado por el partido que apoyó Sarlo es un dato relevante de la noche del 23 de octubre de 2011, pero a los ojos de cualquier lector resulta poco serio que no se mencione, como hicieron absolutamente todos los medios de comunicación, la histórica diferencia porcentual con que se impuso el Frente para la Victoria. Y, además, la estrategia argumentativa elegida implica, de nuevo, una desactualización conceptual: ¿se puede realmente seguir apelando a los mismos argumentos que en 1945, sin incorporar ningún matiz nuevo, en un esquema conceptual blindado con respecto a la realidad? En verdad, tal es la fijación en la idea del simulacro que internet y la televisión son lo único nuevo, ya no del kirchernismo, sino de la propia argumentación de Sarlo con respecto a las formulaciones del antiperonismo clásico. Parece dudoso, entonces que La audacia y el cálculo sea un libro que nos sirva para entender la coyuntura.
En estos años, desde sectores tanto cercanos al gobierno como contrarios a él, se ha planteado la necesidad de que el kirchnerismo discuta con los intelectuales críticos a su gestión. El debate, en efecto, es una instancia saludable. De todas maneras, resulta importante aclarar previamente el panorama e introducir algunos matices en la politicidad de las clases populares; si no, se corre el riesgo de caer en falsas polémicas o argumentaciones poco sutiles, por ejemplo la de Martín Caparrós, cuyo último recurso, tras el 54% obtenido por Cristina Fernández de Kirchner, consistió en cuestionar la “razón democrática”. Tras décadas de historia argentina y también de peronismo, seguir reduciendo la vida política nacional a una oposición entre clientelismo y ciudadanía, como consignaba Merklen, configura una posición legitimista y simplificadora, hasta el punto en que parece preocupante que figuras intelectuales, para apoyar el armado de Binner en tanto alternativa realmente progresista, adopten como propia esa separación. Lo mismo ocurre con los zapatos de Cristina o el tono de Aníbal Fernández por radio: es cierto que forman parte de la época y por lo tanto deben ser analizados, pero su lugar es periférico y de ningún modo puede convertirse en centro explicativo del presente. Para entender realmente la coyuntura y el futuro próximo, en cambio, se impone un análisis serio y honesto del rol de las clases populares en la política, que vaya más allá de los lugares comunes y el maniqueísmo.